28-O: De recuerdos y proyectos colectivos
28 de octubre de 1982. M¨¢s de diez millones de espa?oles se concitan para dar al PSOE una mayor¨ªa que sustente a un gobierno fuerte a fin de concluir la transici¨®n. A 20 a?os vista, cuando el pasado es un paisaje lejano y manipulado, bien pudiera servir esa fecha de ocasi¨®n para reflexionar acerca del vicio de descalificar ¨¦pocas y logros por motivos parciales y casi siempre interesados. Porque no deja de ser curioso ver c¨®mo un pa¨ªs que ha cambiado en 25 a?os m¨¢s que lo hiciera en todo un siglo, no acaba de reconocerse en su historia. La de Espa?a en este ¨²ltimo cuarto de siglo es, pese a sombras y carencias, positiva en su conjunto y en la medida en que lo ha sido en un contexto democr¨¢tico, una plausible hip¨®tesis podr¨ªa ser la de que la ciudadan¨ªa acert¨® en cada momento al elegir a quien encargaba de los ritmos y perfiles del proceso de cambio. Cierto que son los partidos los que deben responder a los intereses mayoritarios y que para ello deben hacerse reconocibles ante sus electores, pero son las tendencias de fondo las que en ¨²ltima instancia orientan las actitudes colectivas.
En suma, se asist¨ªa a la integraci¨®n de Espa?a en Europa y a su definitiva modernizaci¨®n
En 1977 el electorado confi¨® en Su¨¢rez y la UCD para desmontar sin traumas la dictadura. Con lagunas pero lo hizo. Lo que no consigui¨® es que cuajaran reformas m¨¢s profundas que permitiesen al pa¨ªs superar la crisis e integrarse en mercados m¨¢s amplios, o sea en la CEE. Ello reorient¨® el voto hacia el PSOE. En la mayor¨ªa absoluta de 1982 influy¨®, claro, el s¨®lido liderazgo de Felipe Gonz¨¢lez o la unidad socialista frente a la disgregaci¨®n del pen¨²ltimo centrismo; tambi¨¦n la sobrecarga emocional del 23-F y otros factores. Pero en el fondo, lo que determin¨® la actitud de gran parte de los electores fue la certeza de que s¨®lo un gobierno fuerte y de car¨¢cter socialdem¨®crata podr¨ªa sacar adelante ese programa subyacente de la transici¨®n que fueron los Pactos de la Moncloa, con un sesgo m¨¢s progresista y solidario.. Un programa de ajuste, saneamiento y reconversi¨®n del aparato productivo, de suavizaci¨®n de sus efectos sociales v¨ªa redistribuci¨®n, de extensi¨®n de la educaci¨®n, sanidad y la protecci¨®n social y de reparto equitativo de sus costes profundizando en la progresividad de la reforma fiscal.
A ello se aplic¨® el PSOE y en poco m¨¢s de dos legislaturas consum¨® la reconversi¨®n industrial (casi dos tercios del aparato productivo), la bancaria (costos¨ªsima) y en parte la energ¨¦tica (el 'par¨®n nuclear') sin ceder en la lucha contra la inflaci¨®n pese a lo impopular de las pol¨ªticas de moderaci¨®n salarial y de restricci¨®n monetaria. Al propio tiempo, se invirti¨® en infraestructuras, se impuls¨® el gran salto educativo del pa¨ªs, se ampli¨® la cobertura sanitaria o se extendieron las redes de protecci¨®n social, culminando dicho proceso, ya en la segunda mitad de los ochenta, con la universalizaci¨®n de los servicios b¨¢sicos del Estado del Bienestar. En otro plano, se reformaba el Ej¨¦rcito, o se pon¨ªa en marcha el Estado de las Autonom¨ªas, entre otras reformas de calado pol¨ªtico. En suma, se asist¨ªa a la integraci¨®n de Espa?a en Europa y a su definitiva modernizaci¨®n. Con perspectiva secular, no creo que puedan negarse estos logros de los gobiernos socialistas.
L¨®gico fue que en ese camino dejase el PSOE, ya desde 1986, jirones de su cuerpo electoral. No s¨®lo entre clases medias emergentes y ampliadas sobre cuyas econom¨ªas recay¨® gran parte de la presi¨®n fiscal que el programa requer¨ªa. Tambi¨¦n entre las capas trabajadoras cansadas de que la moderaci¨®n salarial y el paro se cebasen en ellas cuando parec¨ªa llegado el momento de repartir los beneficios de la fase alcista. Al unirse estas tendencias con el fen¨®meno de la corrupci¨®n, el agotamiento del PSOE result¨® inevitable aunque lo fuera de forma paulatina. Nada descalifica m¨¢s un modelo basado en la solidaridad fiscal que el hecho comprobado (aunque manipulado demag¨®gica e irresponsablemente por cierta prensa) de un uso corrupto de fondos y mecanismos p¨²blicos. Pero en ese sentido, tambi¨¦n cabe subrayar que el PP apareci¨® entonces como una opci¨®n adecuada para responder a demandas sociales que en poco tiempo se convirtieron en mayoritarias. Demandas de control del gasto p¨²blico, de menor presi¨®n fiscal, de creaci¨®n empleo y hasta de una m¨¢s eficiente gesti¨®n del incompleto Estado del Bienestar. Aparte de la de acabar con la crispaci¨®n. Precisamente porque no ha sabido responder a parte de estas demandas es por lo que hoy empiezan a vislumbrarse cambios en el electorado.
No todo es mercadotecnia electoral y manipulaci¨®n televisiva. Hay tendencias de fondo y el electorado ha sabido siempre confiar en quien mejor pod¨ªa gestionar cada fase del proceso modernizador. En el 82 la UCD estaba agotada y en el 96 lo estaba el PSOE. La cuesti¨®n es si ahora lo est¨¢ el PP. A ese respecto, es oportuno fijarse en la coincidencia entre los especialistas en ciencias sociales de todos los campos, a la hora de detectar las tendencias previsibles para los pr¨®ximos a?os. Suelen coincidir en el avance de la concentraci¨®n de poder y riqueza, en el incremento de las desigualdades, en el deterioro medioambiental y a la vez, en el contradictorio fen¨®meno de un desgobierno palpable en los ¨¢mbitos econ¨®micos junto al aumento del autoritarismo como freno ante la inseguridad y el terrorismo. Estas tendencias nos plantean retos obvios. De un lado los que afectan a la necesidad de mejorar posiciones en el mercado global aumentando nuestro capital humano, avanzando en tecnolog¨ªa e invirtiendo m¨¢s y mejor en I+D. Pero de otro, los de reforzar las pol¨ªticas de cohesi¨®n en ¨¢reas como empleo, inmigraci¨®n, inseguridad, etc. Es decir, pol¨ªticas que busquen la estabilidad como base del crecimiento. Pol¨ªticas que resit¨²an de nuevo al Estado en el centro del conflicto distributivo y cuestionan las recetas liberales. De ah¨ª que el socialismo democr¨¢tico concite un renovado inter¨¦s. Hasta la fecha se ha mostrado como el mejor gestor de la solidaridad.
Claro que dec¨ªa antes, que los partidos deben saber hacerse reconocibles ante sus bases. Es perceptible el viraje de Zapatero hacia propuestas de solidaridad y mejora de los servicios p¨²blicos que matiza su inicial entusiasmo por las cuestiones del republicanismo, de inevitable aroma liberal. No parece direcci¨®n desacertada pero con todo, bien har¨¢n los socialistas en no excederse en su ilusi¨®n de prontos cambios y menos donde la amplitud de sectores sociales ligados al ¨²ltimo desarrollo capitalista, como ocurre aqu¨ª, sirven de s¨®lida base electoral al PP. Y digo que har¨¢n bien porque pudiera ser que el avance no fuera tal como conseguir mayor¨ªas de gobierno (le ocurri¨® en el 79 al propio PSOE o en el 93 al PP) y que defraudados en sus expectativas, organizasen otro de sus acostumbrados gallineros en busca de cambios internos. Lo prioritario debiera ser ahora el discurso, la mediaci¨®n social y el trabajo persistente. Los electores no se equivocan, pero los partidos pueden no saber explicarse.
Joaqu¨ªn Azagra es profesor de Historia Econ¨®mica de la Universidad de Valencia
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