Luis no se parece a Luis
Luis Aragon¨¦s est¨¢ desconocido. El de este a?o no se parece a s¨ª mismo, a su leyenda, dedicado como est¨¢ desde el primer d¨ªa a airear su descontento con cuanto tiene a su alrededor. Lo ha hecho de viva voz, con declaraciones cr¨ªticas hacia la ilusi¨®n que pretend¨ªa transmitir el club en el a?o del retorno a Primera, hacia el comportamiento de sus jugadores y, sobre todo, hacia la propia val¨ªa de su plantilla, cuyo perfil rebaja a la m¨ªnima. Una especie de yo con esto no puedo hacer m¨¢s de lo que hago que choca frontalmente con la trayectoria de un t¨¦cnico que siempre acostumbr¨® a ponerse en primera fila de la manifestaci¨®n en vez de mandar balones fuera.
Pero Luis Aragon¨¦s no s¨®lo ha criticado de palabra. En realidad, lo est¨¢ haciendo con m¨¢s contundencia a trav¨¦s de sus decisiones. Basta mirar sus alineaciones -una distinta por cada partido que ha disputado-, las convocatorias o incluso las sustituciones con las que ha intentado recomponer los encuentros -pocos entrenadores agotan sus tres cambios antes de la hora de juego- para comprender que en cada una de ellas se esconde un reproche. A su plantilla o a quien la confeccion¨® sin atender demasiado a su criterio.
Tanto ajetreo no s¨®lo tiene confundida a la hinchada, sino desconcertados a los jugadores, que, salvo en casos contados, no saben qu¨¦ va a ser de ellos de una jornada a otra. Es posible que cada movimiento de Aragon¨¦s tenga una explicaci¨®n t¨¢ctica convincente, pero ellos no la conocen. Da la sensaci¨®n, no obstante, de que Luis est¨¢ obsesionado por airear que no le gusta lo que tiene entre manos.
O, quiz¨¢s, que realmente est¨¢ hecho un l¨ªo. Que despu¨¦s de ocho intentos oficiales y de tres meses de entrenamientos no acaba de satisfacerle ninguna de las pruebas, que no sabe qu¨¦ hacer. El t¨¦cnico ya avis¨® de que ¨¦ste era un equipo en formaci¨®n. Pero ni ese principio cierto justifica tantas dudas. Si el Atl¨¦tico est¨¢ por hacer, lo primero es que su entrenador d¨¦ pistas de ad¨®nde lo quiere llevar. Y, con tanto baile, no hay forma.
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