Egipt¨®logos y seudocient¨ªficos libran en Internet la 'batalla de la Gran Pir¨¢mide'
Expertos como el egipcio Zahi Hawass y el norteamericano Mark Lehner se enfrentan en la Red a los partidarios de teor¨ªas fant¨¢sticas sobre el monumento fara¨®nico, encabezados por Robert Bauval y Graham Hancock
Atardecer en Giza. El contorno del poblado barrio de El Cairo se desdibuja en una mezcla de crep¨²sculo, niebla y contaminaci¨®n. Detr¨¢s, las pir¨¢mides adquieren un aspecto irreal, como si se desprendieran de su contundente materialidad para comenzar a evaporarse en la noche. La imagen provoca una extra?a sensaci¨®n de paz y solemne eternidad. Nada hace suponer en este ambiente id¨ªlico que una gran batalla se libra en torno a esos grandes monumentos -muy especialmente el mayor de ellos, la Gran Pir¨¢mide de Keops-, enfrentando a los egipt¨®logos con todo un ej¨¦rcito de visionarios que, desde diferentes aproximaciones y de mejor o peor fe, ponen en duda las sensatas teor¨ªas cient¨ªficas sobre el origen y prop¨®sito de las pir¨¢mides y propugnan para ellas descabelladas hip¨®tesis. Es una batalla larga, soterrada, poco conocida por el p¨²blico en general y no carente de golpes bajos. Y se expresa de manera especial en Internet.
Ser¨ªa vano buscar las huellas de la batalla de las pir¨¢mides en la vasta necr¨®polis dormida. En cambio basta con instalarse en este moderno cibercaf¨¦ cerca de la vertiginosa plaza El-Tahrir, con su caos circulatorio, para meterse de lleno en ella.
Especulaciones
En Internet, donde la Gran Pir¨¢mide disfruta de m¨¢s de medio mill¨®n de p¨¢ginas en ingl¨¦s (m¨¢s de 30.000 en castellano), la pugna y la pol¨¦mica sobre la vieja maravilla arquitect¨®nica navegan sin cesar por el ¨¦ter electr¨®nico. Es sugerente pensar que las pir¨¢mides surcan ahora el ciberespacio de la misma manera en que imaginaban los egipcios que lo hac¨ªa la barca solar por los cielos nocturnos, como muestra el libro m¨¢gico del Amduat.
La reciente investigaci¨®n patrocinada por National Geographic de un misterioso conducto en la Gran Pir¨¢mide ha servido para aumentar las fuertes tensiones entre los egipt¨®logos y arque¨®logos profesionales y un abigarrado conjunto que incluye a muy diferentes individuos y colectivos agrupados por una idea central recurrente desde hace siglos, pero que regresa con fuerza en este inicio de milenio: la duda sistem¨¢tica sobre qui¨¦n construy¨® y para qu¨¦ el gran monumento (y de paso las dem¨¢s pir¨¢mides y otras construcciones fara¨®nicas como la Esfinge).
La Gran Pir¨¢mide como un enorme reactor termonuclear, como una puerta a las estrellas, como un compendio de la sabidur¨ªa universal, como una construcci¨®n obra de una ignota civilizaci¨®n anterior a las conocidas (y que habr¨ªa dejado pruebas, mensajes y revelaciones en espacios secretos de su interior)...
Cualquier idea vale con tal de negar la evidencia de que las pir¨¢mides, entre ellas la de Keops (Khufu, en la terminolog¨ªa actual) son grandes tumbas -con un significado ritual a?adido que, sin duda, hay que seguir investigando en funci¨®n de las nuevas aportaciones de la arqueolog¨ªa- construidas por los antiguos egipcios. Estas construcciones, pese a presentar a¨²n enigmas, revelan por doquier, como dice el gran especialista norteamericano Mark Lehner 'no las huellas de los dioses, sino las improntas dactilares de la gente com¨²n'.
Puede parecer incre¨ªble que en pleno siglo XXI haya quien mantenga que la Gran Pir¨¢mide no la levantaron los antiguos egipcios o que lo hicieron bajo la ¨¦gida o los consejos de otros -incluidos los legendarios atlantes-, pero as¨ª es.
Y con tal empe?o lo mantienen esas gentes, entre las que se cuentan estudiosos de lo paranormal, propugnadores de esoterismos varios, poste¨®sofos, iluminados de la New Age, miembros de sectas y ap¨®stoles de la teor¨ªa de la conspiraci¨®n en versi¨®n fara¨®nica, que, por ejemplo, Zahi Hawass, actual secretario general de la Organizaci¨®n Egipcia de Antig¨¹edades, responsable durante a?os de la zona monumental de Giza y seguramente la mayor personalidad actual de la egiptolog¨ªa en el pa¨ªs del Nilo, vive obsesionado por la lucha contra esas teor¨ªas esp¨²reas (v¨¦ase su p¨¢gina oficial). Para ¨¦l (y para otros muchos especialistas en antig¨¹edades egipcias, como el propio Lehner) todo el tema se ha convertido en una aut¨¦ntica pesadilla. Lo que es l¨®gico dado que Hawass y sus colegas han pasado a?os soportando entrevistas, autorizando visitas a los monumentos y ofreciendo colaboraci¨®n para estudios que luego han servido, manipulados, para hip¨®tesis descabelladas.
Contestar acusaciones
En buena parte, el reciente show medi¨¢tico montado con motivo de la exploraci¨®n de un conducto que parte de la denominada c¨¢mara de la Reina de la Gran Pir¨¢mide se hizo para contestar las acusaciones de ocultar un gran secreto que vierten contra los egipt¨®logos los grupos paracient¨ªficos. Hawass y Mark Lehner fueron los responsables del show que, en buena lid cient¨ªfica, no resolvi¨® el misterio del conducto, pues lo que mostr¨® fue otra portezuela (hay buena informaci¨®n en la Red).
Dejando aparte grupos tan radicales como Crimson Cross, que afirma que las pir¨¢mides de Giza las construy¨® Dios, la pugna m¨¢s interesante (y visceral) es la que enfrenta a Hawass y Lehner, como representantes de la comunidad cient¨ªfica, con el New Ager Robert Bauval y sus colegas y seguidores.
Bauval, alejandrino hijo de belgas, es el postulador de la c¨¦lebre teor¨ªa de la alineaci¨®n astron¨®mica de las pir¨¢mides, que tuvo en su momento un gran impacto medi¨¢tico, aunque ha ca¨ªdo en descr¨¦dito. Bauval, que no deja de ser un Von Daniken contempor¨¢neo, juega a mezclar h¨¢bilmente verdades a medias, investigaciones aut¨¦nticas y completos disparates, utilizando como pegamento un tono seudocient¨ªfico y m¨¦todos y estilo period¨ªsticos (v¨¦anse sus libros El misterio de Ori¨®n, Guardi¨¢n del G¨¦nesis -con Graham Hancock, buscador del Arca de la Alianza en Etiop¨ªa- y La c¨¢mara secreta, y su p¨¢gina oficial).
Bauval, que ha utilizado como trampol¨ªn de sus revelaciones investigaciones egiptol¨®gicas modernas (por ejemplo las de Hawass), no ha dudado en revolverse contra ¨¦ste y contra Lehner cuando ambos se han espantado ante el cariz de sus afirmaciones. As¨ª, no ha dudado en montar una campa?a contra Hawass acus¨¢ndole de antisemita y denosta a Lehner aireando la antigua relaci¨®n del norteamericano con las teor¨ªas del visionario Edgard Cayce.
Pese a los esfuerzos de la ciencia, en fin, las pir¨¢mides, con su aspecto de atalayas de la eternidad, siguen siendo grandes catalizadores de inquietudes existenciales. Y, desgraciadamente, parece que continuar¨¢n animando elucubraciones fant¨¢sticas mientras, como dice Lehner, exista gente necesitada de grandes revelaciones para alimentar su sed espiritual.
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