Un Borges 'pop'
Ampliadas y revisadas, las historias encerradas en el volumen La velocidad de las cosas que Rodrigo Fres¨¢n (Buenos Aires, 1963) public¨® hace cuatro a?os en Tusquets Argentina vuelven a ver la luz en la edici¨®n que nos ocupa. Como confiesa el autor en una nota preliminar, si su libro anterior, Mantra (2001), 'relata el modo en que los muertos contemplan a los vivos, ¨¦ste se ocupa de la manera en que los vivos intuyen a los muertos', p¨¢gina 12, y el hecho de que el hilo de Ariadna de estas 13 historias resulte ser la muerte da pie a pensar en un ir¨®nico y p¨®stumo homenaje a la tanatofilia de las vanguardias, manipuladas y asumidas todas en las p¨¢ginas del libro desde la atalaya de la parodia posmoderna.
LA VELOCIDAD DE LAS COSAS
Rodrigo Fres¨¢n Mondadori. Barcelona, 2002 511 p¨¢ginas. 19,50 euros
?La velocidad de las cosas, un Borges pop? Tal vez Borges y pop formen un ox¨ªmoron y resulte m¨¢s prudente hablar, en todo caso, de un Borges elevado a la en¨¦sima potencia, de una hipertrofia borgesiana que el lector advierte en cada desdoblamiento ir¨®nico del narrador ('yo no soy el que cuenta todo esto pero, por unas pocas p¨¢ginas, me convierto en la voz y en la vida de quien lo cuenta', p¨¢gina 162), en cada alusi¨®n a Henry James, en cada muestra de anglofilia, en la invenci¨®n l¨²dica de heter¨®nimos, instancias narrativas y autores reales de ficci¨®n, emparentando su Benjam¨ªn Federov, de 'Sin t¨ªtulo: nuevas disquisiciones sobre la vocaci¨®n literaria', con el Pierre Menard del autor de El Aleph. La filiaci¨®n posmoderna de Fres¨¢n sigue la de Borges, pero se afianza en la de Nabokov a trav¨¦s de los juegos de palabras, los puns, los constantes juegos especulares y motivos del universo del cazamariposas ruso ('razono frente a los espejos de los cuartos de hotel', p¨¢gina 154), y las seductoras muestras de autoconsciencia del narrador ('pero, otra vez, me estoy alejando todav¨ªa m¨¢s de lo que quiero contar. Estoy un poco apurado, tengo pocas ganas de escribir', p¨¢gina 164), enfrascado, como tantos ¨¢lter ego de Nabokov, en reflexionar acerca del hecho de escribir. La tensi¨®n que atraviesa el libro entre la escritura y la lectura, seguramente no del todo resuelta en favor de la primera, remite, como los cap¨ªtulos 'Apuntes para una teor¨ªa del lector' y 'Apuntes para una teor¨ªa del escritor', Escila y Caribdis del volumen, al Morelli de la Rayuela de Cort¨¢zar, empecinado en redactar un fragmentario tratado de narratolog¨ªa que justifique la narraci¨®n que le da cabida.
En las proteicas p¨¢ginas
de La velocidad de las cosas se descubre la entrop¨ªa de Pynchon, del mismo modo en que la idea de relato como experimento, como proceso, la trascendencia bajo la aparente banalidad de personajes e historias, y hasta los gui?os a las piscinas ('la chica que cay¨® en la piscina aquella noche'), remiten a John Cheever. A m¨¢s de un lector la h¨¢bil mezcolanza de t¨¦cnicas, voces y g¨¦neros le traer¨¢ a la memoria p¨¢ginas de su admirado Vonnegut, y la convivencia de la cultura popular, oculta en referencias cin¨¦filas, musicales o comerciales, con la tradici¨®n m¨¢s culta remite a autores como Don DeLillo. Fres¨¢n escribe aqu¨ª ad libitum, atravesando l¨ªmites de toda suerte, como un joker que se pasea jocoso a lo largo y ancho de la partida literaria, prodig¨¢ndose en bromas metaficcionales, pastiches, tematizaciones par¨®dicas del autor, gui?os (en 'Apuntes para una teor¨ªa del lector', un viejo hombre de letras parecido a don Adolfo Bioy, en h¨¢bito de Caronte, a bordo del S. S. Neptuno rumbo, si acaso, al ¨²nico destino perdurable, el de la memoria escrita) y artificios, sinti¨¦ndose heredero universal de todo y de todos.
Ep¨ªtome de s¨ª mismo, La velocidad de las cosas, inteligente y lib¨¦rrimo, explora sus propias posibilidades a la vez que confiesa sus imposibilidades, conforme a aquel nihilismo epistemol¨®gico que de acuerdo con Calinescu, m¨¢s all¨¢ de recursos y t¨¦cnicas, revisten los textos verdaderamente posmodernos.
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