El Oriente
Por la Alhambra pas¨® Jatam¨ª, presidente de Ir¨¢n, una hora, del aeropuerto al palacio y otra vez al aeropuerto, Jatam¨ª y su s¨¦quito de hombres, dos docenas de hombres, s¨®lo hombres (me record¨® la foto de los jefes de la Uni¨®n Europea en Sevilla). Son una tradici¨®n las fotos de los pr¨ªncipes en la Alhambra, desde que la Alhambra alcanz¨® la categor¨ªa de moda en el siglo XIX, pero la presencia de Jatam¨ª indigna a una amiga m¨ªa de M¨¢laga, que abomina del protocolo de los iran¨ªes: el presidente no asistir¨¢ a comidas con vino y, seg¨²n la amiga irritada, quiere velo en las cabezas de las mujeres que se le acerquen. ?Y las mujeres tienen prohibido tocar a Jatam¨ª!
Este hombre sacerdotal, Jatam¨ª, con turbante, ha a?adido una excelente imagen a la iconograf¨ªa tur¨ªstico-pol¨ªtica de la Alhambra, y, sobre todo, ha servido de apuntalador de nuestros principales prejuicios. No soportamos las man¨ªas culinarias que son distintas a las nuestras, y he o¨ªdo alguna vez historias de risa contadas por se?oras de su casa que enga?an a la criada musulmana con el cerdo, y ahora encontramos inadmisible que este hombre no quiera vino en su mesa. Pero s¨®lo es una autoridad que evidentemente elude infringir en p¨²blico las reglas de su religi¨®n, como un gobernante de aqu¨ª, sin necesidad de ser sacerdote, no se sentar¨ªa c¨®modo a una mesa bien servida de hongos alucin¨®genos y hierbas fumables ilegales. No es lo mismo, lo s¨¦. Nuestras costumbres son mejores que las de los que no son nosotros, o, como dec¨ªa un alem¨¢n muy listo, los errores de nuestros enemigos son siempre peores que los de nuestros amigos.
Y el velo, ?qu¨¦?, dice mi amiga. Ya nos escandaliz¨¢bamos cuando unas ni?as moras fueron al colegio con la cabeza tapada. ??ramos conscientes de que aquel esc¨¢ndalo era extranjero e importado, de Francia, donde la escuela es laica y el velo puede ser entendido como una bandera religiosa? El velo que podr¨ªa habernos asombrado en nuestras escuelas es el de muchas profesoras, monjas pagadas por el Estado aconfesional. En Espa?a el problema, si hay alg¨²n problema, no es el poder isl¨¢mico, sino el cat¨®lico. Y, adem¨¢s, ha resultado un bulo que las mujeres que se acercaran al presidente de Ir¨¢n hubieran de ir veladas.
?Y eso de que las mujeres no puedan tocar al presidente? Le pregunto a mi amiga si conoce el protocolo para acercarse a los Reyes de Espa?a. S¨ª, me figuro que ser¨¢ igual para hombres y mujeres. En Ir¨¢n siguen aplicando la doctrina cristiana del ap¨®stol Pablo (Jatam¨ª ha recordado estos d¨ªas la herencia griega y romana, no se ha atrevido a decir jud¨ªa, del islam): 'la mujer llevar¨¢ sobre la cabeza una se?al de sujeci¨®n'. (Aparecieron en la Alhambra dos francesas que fueron tocadas por Jatam¨ª para felicidad de los espectadores en general.) Pero ?sigue siendo Ir¨¢n un lugar donde se aplica fan¨¢ticamente un c¨®digo religioso, con amputaciones y ejecuciones p¨²blicas, mientras su presidente admira el arte nazar¨ª de los palacios de Granada? Los gobernantes de la Rep¨²blica Isl¨¢mica lo niegan y dicen defender los derechos humanos en un pa¨ªs codiciado por los reyes occidentales del petr¨®leo, y con m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n analfabeta y m¨¢s mujeres que hombres en las universidades.
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