La renta de Putin
Por tr¨¢gico que resulte, el presidente ruso Vlad¨ªmir Putin puede haber obtenido una excelente renta del asalto por un comando de terroristas chechenos a un teatro de Mosc¨², en el que murieron 117 rehenes como consecuencia del incompetente manejo de la situaci¨®n por parte de las autoridades. Peor a¨²n, la imposici¨®n de graves restricciones a la libertad de prensa en casos de terrorismo, aprobada por la Duma, parece que es bien recibida por la opini¨®n.
El equipo de agentes de seguridad -muchos de sus antiguos compa?eros del KGB- que rodean al presidente gozar¨¢ de un aut¨¦ntico poder de veto sobre cualquier informaci¨®n relativa a actos terroristas, al tiempo que podr¨¢ sancionar hasta con el cierre a las publicaciones infractoras. Y habida cuenta de que esa pena puede caer, como se?ala la ley, por la simple 'obstrucci¨®n' de las operaciones antiterroristas, ya sea en la guerra de Chechenia o en cualquier otro lugar del pa¨ªs, se comprender¨¢ que la aplicaci¨®n de la norma depender¨¢ del puro arbitrio del Kremlin.
?C¨®mo se explica que la sociedad rusa convalide la matanza del teatro y el asalto posterior a las libertades? Habr¨¢ quien invoque aqu¨ª el alma rusa, con su pasado de servidumbre, que prolong¨® el comunismo hasta hace s¨®lo unos a?os; o que sostenga que la Rusia asi¨¢tica y desp¨®tica ha derrotado en este caso a la Rusia europea, seg¨²n la tradicional pelea con que se presenta tan a menudo la historia de este pa¨ªs. M¨¢s prosaicamente, pensemos que es una sociedad asustada, con dosis limitadas de esperanza, que no encuentra, ni antes con Bor¨ªs Yeltsin ni ahora con Vlad¨ªmir Putin, el camino a la modernidad y a la democracia, la que hoy asume las maneras de un presidente que procede del mundo del secreto; que no comprende, de entrada, qu¨¦ significa el derecho a la informaci¨®n; y que, de salida, se felicita imp¨¢vido, sin pagar por ello ning¨²n precio, de poder yugularlo en aras de ese espejismo tras cuyo nombre se refugia tan frecuentemente la barbarie: el inter¨¦s de la patria.
Si se confirma que la opini¨®n sostiene tama?o dislate, creemos que habr¨¢ un d¨ªa en que el pa¨ªs llegue aciagamente a lamentarlo. Ning¨²n comportamiento democr¨¢tico es compatible con el apag¨®n informativo decidido desde el poder.
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