Diez horas y decenas de llamadas por una di¨¢lisis
Los enfermos de ri?¨®n sufrieron horas de espera y la ansiedad de desconocer si podr¨ªan ser atendidos
Un peque?o piso de Vallecas, un enfermo renal sin di¨¢lisis desde el s¨¢bado, su esposa, 500 ambulancias en huelga y una ayuda que nunca llegaba. ?stos fueron ayer los protagonistas y el escenario de una jornada de angustia, miedo, tensi¨®n y desesperaci¨®n.
Jos¨¦ Luis A. R. tiene 54 a?os. Ayudado con unas muletas, apenas es capaz de dar unos pasos seguidos y esto, al vivir en un tercer piso sin ascensor, limita mucho su movilidad. Hace cuatro a?os le extirparon el colon, pero su enfermedad se extendi¨® a los ri?ones. Desde entonces, acude tres d¨ªas por semana a las sesiones de di¨¢lisis del hospital Doce de Octubre.
Ayer se levant¨® a las cinco de la ma?ana, como hace habitualmente. 'Tiene la sesi¨®n a las ocho y media y la ambulancia suele venir hacia las siete', seg¨²n explic¨® su mujer, Mar¨ªa del Carmen.
Pero ayer, a las siete la ambulancia no lleg¨®. S¨ª son¨® el tel¨¦fono, pero eran los trabajadores en huelga para explicarle que no iban a ir a recoger al enfermo. Un escalofr¨ªo de ansiedad recorri¨® el cuerpo de la mujer.
'Mi marido se dializ¨® el s¨¢bado por ¨²ltima vez, hace ya dos d¨ªas. Si hoy no va al hospital, puede darle una crisis y ponerse muy grave. ?Qu¨¦ voy a hacer aqu¨ª en casa, sola, si adem¨¢s las ambulancias no vendr¨¢n porque est¨¢n en huelga?', exclam¨® la mujer, angustiada, a las 12 del mediod¨ªa.
El matrimonio no tiene hijos, y tras cinco horas de espera infructuosa, la tensi¨®n empez¨® a hacer mella en ellos. Jos¨¦ Luis ya no pod¨ªa aguantar su enfado por m¨¢s tiempo y Mar¨ªa del Carmen llamaba sin cesar a los servicios de emergencias.
'He llamado al 061 y al 112 muchas veces. Ellos son muy amables, pero no aportan ninguna soluci¨®n. Yo sigo aqu¨ª, sin saber qu¨¦ hacer. Si pudiera me lo llevar¨ªa en taxi, pero ?c¨®mo le voy a hacer bajar tres pisos si el pobre casi no se aguanta en pie?', segu¨ªa la mujer.
A esa misma hora, los empleados de la unidad de nefrolog¨ªa del hospital Doce de Octubre ya estaban preocupados por Jos¨¦ Luis. Todos los dem¨¢s pacientes hab¨ªan suplido la ausencia de ambulancias con un taxi o con coches de familiares. 'Lo de este hombre no tiene nombre. Es inv¨¢lido, vive con su mujer y no tienen hijos. ?No ha sido posible encontrar una ambulancia para ir a atenderle?', se interrogaba una trabajadora del hospital.
A primera hora de la ma?ana, los culpables de la situaci¨®n de Jos¨¦ Luis eran los trabajadores: 'No se puede hacer una huelga as¨ª de salvaje. Los trabajadores pueden tener raz¨®n, pero no pueden hacer esto as¨ª', exclamaba la mujer durante las primeras horas de la ma?ana. Sin embargo, al mediod¨ªa, ella y algunos empleados del hospital ya apuntaban m¨¢s alto en sus cr¨ªticas. 'Alguien tiene que poner soluci¨®n a esto. No puede permitirse esto. Si hay huelga, bien; pero el Gobierno tendr¨ªa que asegurar el servicio'.
A las tres de la tarde, el matrimonio segu¨ªa sin saber si alguna ambulancia iba a atenderles. 'Hace tres d¨ªas que no se dializa. No puede pasar de hoy', insist¨ªa la mujer. Una nueva llamada al 061 le hab¨ªa dicho que, con un poco de suerte, la ambulancia vendr¨ªa a primera hora de la tarde. Los m¨¦dicos intentaban tranquilizarla: 'Me dicen que est¨¦ con ¨¦l todo el rato y que llame enseguida si empieza a encontrarse mal'.
Faltaban pocos minutos para la cinco de la tarde cuando la ambulancia finalmente lleg¨®. Era una del Summa (dependiente del Gobierno regional). Cansada, pero m¨¢s tranquila, Mar¨ªa del Carmen cre¨ªa que todo hab¨ªa terminado. 'En el hospital todo el mundo se ha portado de maravilla. Tambi¨¦n los de la ambulancia han estado muy pendientes de ¨¦l todo el rato', record¨® la mujer anoche. Sin embargo, sus problemas a¨²n no hab¨ªan terminado.
'No hab¨ªa ambulancias para volver a casa. Ha tenido que esperarse una hora en urgencias y la ambulancia segu¨ªa sin venir'. Eran ya las diez y media de la noche y Mar¨ªa del Carmen estaba decidida a ir a 'dormir a casa'. Como ¨²ltimo recurso, la pareja cogi¨® un taxi. 'He tenido que pedir al taxista y a tres vecinos que subieran a mi marido con una silla de madera hasta casa. Despu¨¦s de todo el d¨ªa de nervios y habi¨¦ndose levantado a las cinco, estaba tan cansado que s¨®lo ha podido dar dos pasos'.
Mar¨ªa del Carmen se acost¨® anoche con un solo deseo: que el jueves, pr¨®ximo d¨ªa de di¨¢lisis para su marido, la huelga ya no exista. Que cuando hoy se despierte, lo ocurrido no sea m¨¢s que un mal sue?o.
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