Ana Mar¨ªa Matute reivindica el sentido del humor para la literatura espa?ola
La escritora Ana Mar¨ªa Matute (Barcelona, 1926) intervino ayer en el ciclo de conferencias Mujeres: puente de igualdad, que viene celebr¨¢ndose desde el mes pasado en el Palacio de la Diputaci¨®n de C¨¢diz. En su charla, la autora de Olvidado rey Gud¨² reivindic¨® el sentido del humor en la actual literatura espa?ola: 'Creo que el humor es lo que nos salva de caer muchas veces en la desesperaci¨®n y la tristeza. Una buena carcajada a tiempo es como una rosa en el desierto que te ayuda a seguir la traves¨ªa. Lo echo de menos en la literatura espa?ola, donde somos tan serios, tan altos, tan cetrinos...', ironiz¨® la escritora.
Matute repas¨® asimismo sus comienzos en el oficio de las letras: 'Desde ni?a, me hab¨ªan dicho siempre que yo era mala y lo ten¨ªa asumido. Mi madre me met¨ªa en el cuarto oscuro, que me encantaba. Al cabo de un ratito, yo iba descubriendo la luz, el contorno de los armarios. All¨ª pod¨ªa ser mil personas. Ya era escritora. Con cuatro o cinco a?os le¨ªa en los cuentos el nombre de Hans Christian Andersen y entend¨ªa Ana Mar¨ªa Matute. Escribir fue desde entonces una forma de magia para m¨ª, sin ella la literatura ser¨ªa una notar¨ªa'.
Matute record¨® tambi¨¦n a su primera profesora, Mar¨ªa Jes¨²s Castilla. 'Nos habl¨® de Lorca, de Alberti, de Gabriela Mistral... Nos puso a hacer unos trabajos que nada ten¨ªan que ver con las porquer¨ªas que nos mandaban las monjas. Ella me anim¨® a escribir un cuento. Por primera vez, algo que yo cre¨ªa consustancial a mi vida, era valorado por alguien. Personas como ella no se mueren nunca, jam¨¢s, son como los grandes escritores. ?sa es la eternidad, la supervivencia, la otra vida', a?adi¨® Matute.
Finalmente, la escritora aludi¨® a los cuentos de hadas, que para ella son 'cuentos feroces, nunca escritos para ni?os'. 'El ogro, ?qu¨¦ era?, el se?or feudal. Todos nos hemos acostado alguna vez con el lobo, lo que nunca podemos hacer es confundirlo con la abuelita', brome¨®. 'Por eso me anim¨¦ a escribir el verdadero final de La bella durmiente, que, despu¨¦s del besito que le da ese mamarracho del pr¨ªncipe azul, se deja llevar al castillo de su suegra, que era una ogresa'. 'Los cuentos hacen que el ni?o se despierte a la imaginaci¨®n. Los cuentos que nos leen de peque?os son algo que nunca se va', concluy¨®.
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