Recuerdos
En el Encuentro literario Cernuda y los exilios, con estilo coloquial y sentido del humor, como frente a amigos, Juan Luis Panero super¨® una vez m¨¢s la timidez que se le supone y, en lugar de dar una conferencia acad¨¦mica, comunic¨® a los asistentes recuerdos personales tiernos y sugerentes. Dijo conservar dos im¨¢genes del escritor en los Estados Unidos que calific¨® de poderosas: una fue la despedida porque su familia volv¨ªa para Espa?a, cuando a su madre y a Cernuda se le saltaron las l¨¢grimas y fue la primera vez que vio llorar a adultos; la otra fue descubrir en la mesilla de noche del poeta un marco dorado, barroco, de estilo sevillano y vac¨ªo; imagen que evoc¨® como manifestaci¨®n de soledad e inmunidad.
El conferenciante afirm¨® haber participado de la ideolog¨ªa comunista durante sus primeros a?os de universidad, y haber cambiado de parecer cuando ley¨® un poema de Cernuda sobre su adolescencia; lectura a la que sum¨® una cita de Octavio Paz opinando que el poeta sevillano hablaba para cada uno que somos todos, y no para todos que somos uno. Un punto de vista que he comprobado que no fue ¨²nico en aquellos a?os, pues tambi¨¦n fue compartido por Concha M¨¦ndez cuando, a pesar de declararse partidaria de la igualdad de derechos, no supo contestar si era feminista o no porque toda idea que encerraba un sentido colectivo le repugnaba moralmente.
Fue Fernando Qui?ones qui¨¦n transmiti¨® a Juan Luis Panero la noticia de la muerte de Cernuda y qui¨¦n le prest¨® la tercera edici¨®n de su obra cuando a¨²n era dif¨ªcil encontrar nada suyo en las librer¨ªas. En esos poemas, Panero dijo haberlo descubierto tal como a Camus: como un enorme ejemplo ¨¦tico, ambos independientes, lejos de Franco y de Stalin, los dos solos y abandonados porque sus actitudes no eran gratas; m¨¢s duro a¨²n para Cernuda por estar en el exilio.
El final de la conferencia fue muy po¨¦tico: avisado por ?lvaro Mutis del lugar donde estaba enterrado en M¨¦xico, Juan Luis Panero fue con ¨¦l para poner violetas y el ¨²ltimo ejemplar de su primer libro en la tumba de Cernuda. En aquel momento se desat¨® una terrible y simb¨®lica tormenta. Sonaron muchos aplausos.
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