Totolog¨ªa comparada
Pier Paolo Pasolini, uno de los directores m¨¢s serios (trascendente, simb¨®lico, casi metaf¨ªsico) del cine italiano, dijo en una ocasi¨®n que 'un c¨®mico existe en la medida en que crea un clich¨¦ de s¨ª mismo'. La reflexi¨®n se le ocurri¨® durante el rodaje en 1965 de Uccellacci e uccellini, una especie de encuentro entre la herm¨¦tica cosmogon¨ªa del director afincado en Roma y el humor extremo de Tot¨°, incapaz de contener su desbordante gestualidad facial y corporal incluso en el papel de un monje. De hecho, el actor napolitano se consideraba a s¨ª mismo 'fr¨ªvolo', por eso se presentaba como un buf¨®n, y su extensa filmograf¨ªa (un centenar de t¨ªtulos) constituye una verdadera disecci¨®n del italiano medio del siglo XX pasado por el filtro cruel de la caricatura.
Dicen los expertos que para percibir los juegos de palabras de Tot¨° hay que ver sus pel¨ªculas entre 5 y 15 veces
Entre los italianos, tanto expertos como paganos, nadie tiene la menor duda de que Tot¨° (de nombre real Antonio de Curtis, N¨¢poles 1898) es el c¨®mico cinematogr¨¢fico por excelencia. Y esa convicci¨®n no nace tanto de la unanimidad sobre el valor de su obra como del hecho que Tot¨° ha penetrado en varias generaciones de italianos a trav¨¦s de su caracter¨ªstica m¨¢s relevante: el lenguaje. Como su colega y maestro Eduardo de Filippo, Tot¨° empez¨® como actor en el teatro hablado en napolitano, pero, a diferencia de aqu¨¦l, cambi¨® la lengua materna por el italiano en cuanto se puso delante de la c¨¢mara, a los 40 a?os. Pero el napolitano no es s¨®lo un idioma, sino una gestualidad, una m¨ªmica, un modo de entender lo social; en una palabra, es la teatralidad misma. Por eso, de la traducci¨®n mental que Tot¨° aplicaba a sus di¨¢logos naci¨® una 'no-gram¨¤tica, una oralidad, una lengua franca' (seg¨²n la definici¨®n de la profesora de semi¨®tica Anna Cicalese) que actualmente salpica el discurso de italohablantes de todas las edades. El caso es que Tot¨° viene a cuento porque la semana pasada el Instituto Italiano de Cultura de Barcelona, cuyo director, Ennio Bispuri, es un tot¨®logo conspicuo, organiz¨® un congreso titulado Lenguajes y m¨¢scaras del c¨®mico, que los ponentes rebautizaron enseguida como Totolog¨ªa comparada. El programa preve¨ªa unos cuantos t¨ªtulos de su obra en la Filmoteca, pero el verdadero espect¨¢culo estaba en la sala. Imag¨ªnense una veintena de serios y trajeados profesores de universidad (de cine, de literatura, de historia, de antropolog¨ªa, etc¨¦tera, la mayor¨ªa de la Universidad de Salerno, coorganizadora del congreso) interrumpiendo continuamente las ponencias a carcajadas. Era el efecto Tot¨°. Llegaban al aula, cada uno con su v¨ªdeo bajo el brazo, y antes o despu¨¦s la disertaci¨®n se convert¨ªa en un alborozo jaleado por las exclamaciones de los dem¨¢s, que conclu¨ªan invariablemente en un atronador aplauso. Algo as¨ª como un encuentro de tintin¨®logos pero con corbata.
Y no se crean que las intervenciones no fuesen serias o que no hubiese sonoras discrepancias. Orio Caldiron, por ejemplo, defini¨® la comicidad del actor como 'fisiol¨®gica, encaminada a desenmascarar la hipocres¨ªa de la sociedad', justo antes de ten¨¦rselas con Bispuri al respecto del inter¨¦s de Tot¨° e Peppino, divisi a Berlino. Bispuri, que no en vano es autor de una biograf¨ªa del actor, revel¨® un par de detalles clave para comprender la evoluci¨®n del personaje: que la asimetr¨ªa de su legendario ment¨®n se deb¨ªa a un golpe recibido durante un combate de boxeo y que de joven aprendi¨® a dominar la comicidad de su rostro observ¨¢ndose en el reflejo de una cuchara. Annibale Elia, por su parte, dijo que 'su cuerpo llena la escena hasta tal punto que ocupa tambi¨¦n la lengua, y en consecuencia el di¨¢logo', y que si muchos chistes de Tot¨° son dif¨ªciles de comprender es porque desmonta f¨®rmulas jur¨ªdicas, frases hechas o t¨¦rminos del lenguaje administrativo y comercial para re¨ªrse de lo que estos elementos representan.
La sesi¨®n m¨¢s concurrida, por supuesto, fue la dedicada a analizar el lenguaje de Tot¨°. Para entender hasta qu¨¦ punto es seria la totolog¨ªa, basta decir que la profesora Patricia Bianchi se pas¨® una hora desmenuzando la pronunciaci¨®n de Tot¨°, tanto en vocales como en consonantes, y tras ella Daniela Pietrini rastre¨® los napolitanismos del actor en mil ejemplos de italiano de andar por casa. Con las consiguientes risotadas del personal, ni que decir tiene. Pietrini, por cierto, sac¨® una conclusi¨®n no por obvia menos contundente: 'La napolitanidad de Tot¨° est¨¢ en su propio nombre [es el diminutivo napolitano de Antonio], cosa que ning¨²n otro actor se ha permitido'. Fabio Rossi contabiliz¨® la frecuencia de chistes en una delirante escena de Tot¨° diabolicus, lo que le permiti¨® anunciar con solemnidad perfectamente cient¨ªfica que 'para percibir la enorme cantidad de juegos de palabras de cada una de sus pel¨ªculas hay que verlas entre 5 y 15 veces'.
El milan¨¦s Roberto Escobar le puso el broche serio a la cosa incluyendo a Tot¨° en la especie antropol¨®gica de los bufones que se enfrentan al rey y conjuran la muerte con la risa: '?l descubri¨® este mecanismo a los siete a?os de edad, una ma?ana que baj¨® a jugar a la calle con unos anch¨ªsimos pantalones rojos que su madre le hab¨ªa remendado de una falda suya, como hac¨ªan todas las familias pobres. ?Qu¨¦ hacer entonces, cuando sabes que los dem¨¢s ni?os se van a re¨ªr de ti sin la menor piedad? Lo que hizo Tot¨° fue despojarse de los calzones e improvisar con ellos una sesi¨®n de marioneta. Es decir, esconderse detr¨¢s de s¨ª mismo, fabricarse una m¨¢scara. Acababa de nacer Tot¨°, el buf¨®n'.
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