Diez a?os de la muerte de Lucrecia
Hoy se cumple el d¨¦cimo aniversario del asesinato de Lucrecia P¨¦rez, una dominicana de 33 a?os. Un guardia civil y tres menores la mataron y cometieron el primer crimen xen¨®fobo en Espa?a
Lucrecia lleg¨® a Espa?a buscando un sue?o: levantar una casa para su hija Kenia y pagarle una carrera. Ese sue?o se hizo realidad, pero tuvo que morir para lograrlo. Hoy hace exactamente diez a?os que Lucrecia P¨¦rez Matos muri¨® asesinada en una noche de oto?o. Recibi¨® dos disparos. La primera bala fue mortal: le entr¨® por un costado, le atraves¨® el t¨®rax, sali¨® por la axila derecha y acab¨® con sus sue?os. Sus asesinos no la buscaban a ella, sino a cualquiera que tuviera su mismo color de piel. Lucrecia hab¨ªa nacido en la Rep¨²blica Dominicana 33 a?os antes. Su muerte fue el primer asesinato xen¨®fobo de Espa?a. La mataron porque era negra. El crimen golpe¨® las conciencias de una sociedad, poco acostumbrada a la inmigraci¨®n, que se rebel¨® contra el racismo.
Tres de sus cuatro asesinos salieron en libertad el a?o pasado. S¨®lo uno sigue preso
Lucrecia s¨®lo consigui¨® su sue?o despu¨¦s de muerta: una casa nueva para su hija Kenia
Una serie de casualidades llevaron a Lucrecia y a sus asesinos, el guardia civil Luis Merino P¨¦rez y Javier Qu¨ªlez Mart¨ªnez, Felipe Carlos Mart¨ªn Bravo y V¨ªctor Flores Reviejo a coincidir en Four Roses, una discoteca abandonada de Aravaca, en la carretera de A Coru?a. Eran las nueve de la noche del 13 de noviembre de 1992. En esa zona se reun¨ªan habitualmente muchos dominicanos: una treintena dorm¨ªa entre las paredes del local y los cuatro asesinos lo sab¨ªan. Javier y Felipe, de 16 a?os, abrieron a patadas la puerta. Lucrecia cenaba una sopa caliente con tres compatriotas. Uno de ellos se tir¨® al suelo cuando vio entrar a los encapuchados y apag¨® involuntariamente la vela con la que se alumbraban. Seg¨²n la sentencia que conden¨® a los cuatro j¨®venes, Merino, de 25 a?os, empu?¨® su pistola reglamentaria, se coloc¨® en posici¨®n de tiro y dispar¨® cuatro veces.
Dos balas del calibre 9mm Parabellum alcanzaron a Lucrecia. Otra hiri¨® en una pierna a C¨¦sar Augusto Vargas, de 36 a?os, y una cuarta qued¨® incrustada en una pared de la discoteca. El lugar donde a?os atr¨¢s se reservaba el derecho de admisi¨®n fue la tumba de Lucrecia P¨¦rez Matos. Eran las cuatro de la tarde en Vicente Noble, el pueblo dominicano en el que se hab¨ªan quedado su marido y su hija, de seis a?os, la ¨²nica que le sobrevivi¨® despu¨¦s de siete partos. V¨ªctor Trinidad Carbajal, su marido, recuerda ahora que ese d¨ªa estaba trabajando en los empobrecidos campos de Vicente Noble y que la ni?a, Kenia, estaba en el colegio. Nunca pudieron despedirse de ella.
'No pude decirle adi¨®s', recuerda V¨ªctor Trinidad, 'cuando se fue a Espa?a. Ella lo ten¨ªa todo preparado para irse un martes, pero tuvo que irse un d¨ªa antes'. La mujer que la iba a introducir en el pa¨ªs ilegalmente lleg¨® un d¨ªa antes, cobr¨® medio mill¨®n de pesetas y se la llev¨® a toda prisa. 'Yo estaba trabajando. Cuando llegu¨¦ a casa, ya se hab¨ªa ido. Me sent¨ª mal, pero pens¨¦ que era lo mejor'.
Ya en Madrid, consigui¨® un trabajo en la casa de un matrimonio con tres hijos, donde durmi¨® durante 20 d¨ªas. Pero la due?a la despidi¨® porque no sab¨ªa manejar la lavadora, ni siquiera un grifo, y los dolores de cabeza le imped¨ªan trabajar. Lucrecia se refugi¨® en la discoteca. El 13 de noviembre, Luis, Javier, Felipe y V¨ªctor se reunieron por la ma?ana y se pasaron todo el d¨ªa bebiendo y fumando hach¨ªs. Uno de ellos propuso 'dar un susto a los sudacas' que viv¨ªan en el local abandonado. Conduc¨ªan un coche rojo que se salt¨® dos sem¨¢foros. Una patrulla municipal les par¨® en la plaza El¨ªptica, pero les dejaron seguir cuando Luis Merino se identific¨® como guardia civil. Un rato despu¨¦s, Lucrecia fue asesinada. Fueron detenidos a los 14 d¨ªas. Confesaron todo ante la Guardia Civil. Uno de los menores asegur¨® que, cuando se montaron en el coche despu¨¦s del crimen, Merino dijo orgulloso, refiri¨¦ndose a los dominicanos: 'Se han comido tres plomos como tres chuletas de cordero. Que se los repartan como puedan'.
Cinco a?os m¨¢s tarde, el guardia civil que la mat¨® respond¨ªa a las preguntas del periodista Jes¨²s Quintero desde la c¨¢rcel: 'Por lo que he o¨ªdo [Lucrecia] ten¨ªa que ser una excelente persona. Buena madre, buena esposa... Hab¨ªa venido a Espa?a a buscarse la vida y encontr¨® una muerte horrorosa'. Merino fue condenado el 6 de julio de 1994 a 54 a?os por el asesinato de Lucrecia y el asesinato fustrado de C¨¦sar Augusto Vargas. Ahora contin¨²a preso en la c¨¢rcel de Alcal¨¢-Meco, en r¨¦gimen de segundo grado. V¨ªctor, Felipe y Javier salieron en libertad en enero del a?o pasado, cuando entr¨® en vigor la Ley del Menor. Fueron condenados a 24 a?os por los mismos cr¨ªmenes que el guardia civil. S¨®lo cumplieron seis a?os y medio.
En 1992, 500 a?os despu¨¦s de que Col¨®n descubriera Am¨¦rica, hab¨ªa empadronados poco m¨¢s de 1.100 dominicanos en la regi¨®n. Ahora superan los 18.000: el 65% son mujeres. Los dominicanos nunca hab¨ªan tenido problemas en Aravaca hasta ese 13 de noviembre. Pero hab¨ªa pintadas ofensivas y muchos carteles xen¨®fobos que presagiaban la tragedia.
Cuando mataron a Lucrecia, los ciudadanos se echaron a la calle; la Conferencia Episcopal hizo una 'urgente llamada a la solidaridad cristiana'; los pol¨ªticos exigieron medidas contra el racismo y el Gobierno orden¨® intensificar la vigilancia contra los grupos radicales, xen¨®fobos y ultraderechistas. El balazo que recibi¨® Lucrecia fue tambi¨¦n un estallido que golpe¨® las conciencias de la sociedad. Madrid, Espa?a en general, estaba poco acostumbrada al fen¨®meno de la inmigraci¨®n, a los obreros de piel oscura y las limpiadoras de suave acento suramericano. En la regi¨®n hab¨ªa apenas 60.000 inmigrantes. Ahora, s¨®lo empadronados, se cuentan m¨¢s de medio mill¨®n. Lucrecia, una mujer de tez morena, pelo rizado, labios gruesos y ojos profundos, dej¨® de ser una inmigrante an¨®nima y se convirti¨® en una m¨¢rtir. Nueve d¨ªas despu¨¦s del crimen, m¨¢s de 12.000 madrile?os se manifestaron contra el racismo y la xenofobia. Concentraciones similares se celebraron en distintas ciudades espa?olas, como Valencia o Zaragoza. 'La muerte de Lucrecia marc¨® un antes y un despu¨¦s en la vida de los inmigrantes en Espa?a. No hizo reflexionar'. Bernarda Jim¨¦nez, presidenta de Voluntariado de Madres Dominicanas, afirma que con ese asesinato los inmigrantes comenzaron a reivindicar los mismos derechos que trajeron a Lucrecia a Espa?a. 'Fue una convulsi¨®n. Suena fr¨ªo, pero su muerte sirvi¨® para algo. La sociedad conoci¨® las condiciones incre¨ªbles en que viv¨ªan los dominicanos. Se nos empez¨® a mirar con igualdad'.
Uno de los nueve hermanos de Lucrecia, Luis, vivi¨® en Madrid los d¨ªas y los a?os posteriores al crimen: las manifestaciones, las pintadas xen¨®fobas que aparecieron en la calle insultando a su hermana -'Lucrecia, j¨®dete'-, las detenciones, el juicio. Desde Vicente Noble, adonde tuvo que volver hacia 1995, cuando le venci¨® el permiso de residencia que el Gobierno le concedi¨® a ¨¦l y su mujer 'por motivos humanitarios' tras la muerte de la hermana, Luis P¨¦rez Matos recuerda esa ¨¦poca con dolor. 'No ten¨ªamos ning¨²n problema all¨ª [en Espa?a]. Yo trabajaba en una casa, limpiando y sirviendo a los invitados'. Luis dice que su hermana era 'una personita tranquilita, callada'. Cuando supo que la hab¨ªan matado en una discoteca, no se lo cre¨ªa. 'Pens¨¦ que no era mi hermana la que hab¨ªa muerto porque ella no iba a discotecas ni bailaba. Luego ya me dijeron que estaba abandonada y supe que era ella'. Diez a?os despu¨¦s, Luis trabaja en los campos de Vicente Noble, sembrando y vendiendo la cosecha. Sue?a con volver alg¨²n d¨ªa con su mujer, Mar¨ªa Altagracia, y sus dos hijos, de 13 y 12 a?os. No tiene miedo ni rencor contra nadie, excepto contra los asesinos. 'Me quitaron a mi hermana a sangre fr¨ªa. Todos tenemos que morir, pero a nuestra hora, no as¨ª'.
Hoy, en Vicente Noble, un pueblo con 21.500 habitantes que ha visto emigrar a Espa?a a m¨¢s de 6.000, situado a 190 kil¨®metros al suroeste de Santo Domingo (la capital de la Rep¨²blica Dominicana), recordar¨¢n a Lucrecia. Luis y su familia, V¨ªctor Trinidad y su hija Kenia saldr¨¢n a la calle que lleva el nombre de Lucrecia y encender¨¢n velas en su memoria.
Al hermano de Lucrecia le qued¨® un permiso de residencia con fecha de caducidad y a su sobrina Kenia, una indemnizaci¨®n de 20 millones de pesetas, despu¨¦s de que la Audiencia Provincial de Madrid declarara al Estado responsable civil subsidiario de la muerte. Con parte de ese dinero, V¨ªctor Trinidad sac¨® a su hija de la casucha que compart¨ªan con otra familia y le construy¨® un hogar con 'tres aposentos, una sala, cocina, ba?o y marquesina [una especie de garaje]'. La casa con la que so?aba Lucrecia hace hoy 10 a?os.
El segundo sue?o de Lucrecia
Sobre la sangre de Lucrecia se levanta ahora un edificio de oficinas en construcci¨®n. La discoteca Four Roses fue un lugar de diversi¨®n de gente guapa antes de ser la tumba de una mujer dominicana. En Aravaca se reun¨ªa con otros compatriotas que, como ella, como todos los inmigrantes que buscan refugio lejos de la patria, huyeron de la miseria de su tierra. La historia se repite, y Kenia Trinidad P¨¦rez, la hija de Lucrecia, tambi¨¦n quiere huir. Su padre se cas¨® hace ya cuatro a?os con una madre de dos hijos, Sagrario Altagracia. Todos desean emigrar a Espa?a y ella quiere estudiar una carrera, matricularse en algo relacionado con el derecho internacional, pero a¨²n tiene 16 a?os. Asegura que aspira a venir a Espa?a a pesar de lo que le pas¨® a su madre. 'No tengo miedo', sentencia. Lo ¨²nico que conoce de este pa¨ªs es un plat¨® de televisi¨®n, donde le hicieron una entrevista junto a su padre a?os despu¨¦s del asesinato de su madre.Kenia es ahora una joven t¨ªmida, de pocas palabras, pero que, seg¨²n dicen los que la conocen, sonr¨ªe mucho. Y pregunta por su madre continuamente porque recuerda poco de ella. 'Se parece mucho a Lucrecia', afirma su padre. V¨ªctor Trinidad a?ade: 'No es tan buena estudiante. Este a?o est¨¢ repitiendo octavo curso porque tiene la cabeza muy dura y debe estudiar m¨¢s'. Kenia tendr¨¢ que aplicarse si quiere cumplir el ¨²ltimo sue?o de su madre.
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