Islamizaci¨®n y democracia
A un observador europeo le resulta dif¨ªcil entender la dureza con que el Ej¨¦rcito turco, en funciones de albacea testamentario de Kemal Ataturk, interviene una y otra vez para bloquear un ascenso del islamismo pol¨ªtico que a su juicio pone en peligro la clave laica del proyecto de modernizaci¨®n kemalista. El m¨¢s reciente episodio ha sido la inhabilitaci¨®n del l¨ªder islamista Tayyip Erdogan, art¨ªfice de la victoria electoral del domingo 3 de noviembre. Y todo por haber le¨ªdo en p¨²blico un poema que incitaba en apariencia a la confrontaci¨®n religiosa.
Posiblemente, los versos le¨ªdos en 1999 por el ex alcalde de Estambul no justificaban tama?a respuesta, a pesar del militante laicismo del Estado turco, pero su mensaje no era precisamente de paz social y merece ser recordado: 'Los minaretes son nuestras bayonetas; las c¨²pulas, nuestras corazas; las mezquitas, nuestros cuarteles, y los creyentes, nuestros soldados'. El ejercicio de declamaci¨®n de Erdogan constitu¨ªa el anuncio inequ¨ªvoco de una contienda pac¨ªfica dirigida a movilizar los recursos del mundo musulm¨¢n del pa¨ªs con un solo objetivo: la islamizaci¨®n de la sociedad turca.
El episodio no es irrelevante, como tampoco lo fue que en 1996 el partido-abuelo del actual Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) plantease la reconversi¨®n del museo de Santa Sof¨ªa en mezquita, un golpe de importancia simb¨®lica decisiva al laicismo heredado de Kemal Ataturk, o que en la alcald¨ªa emblem¨¢tica del resurgimiento islamista, en los suburbios de Ankara, se organizara en enero de 1997 un homenaje a la resistencia armada en Palestina con participaci¨®n del embajador de Ir¨¢n y un clamor por la implantaci¨®n de la ley cor¨¢nica. Gilles Kepel lo refiere detalladamente en su Yihad.
Conviene recordar asimismo que ese moderado partido islamista de hoy, el PJD, naci¨® hace un a?o de otro grupo, el Partido de la Virtud, prohibido entonces, despu¨¦s de que en 1997 lo fuera el Partido del Bienestar de ese todoterreno del islamismo que es Necmettin Erbakan, el mismo que en los a?os setenta lograra la primera presencia de su corriente en el Gobierno, entonces bajo las siglas de Partido de la Salvaci¨®n Nacional. Resulta l¨®gico pensar que ante la muy visible desconfianza del Ej¨¦rcito kemalista, el islamismo se ha visto obligado a moderar al m¨¢ximo su mensaje, proclamando por encima de todo que respetar¨¢ el principio de laicismo vigente en el orden constitucional turco. Es la ¨²nica forma de escapar a la sombra de una prohibici¨®n tantas veces reiterada. La citada serie de partidos islamistas turcos se sit¨²a en la estela trazada por los Hermanos Musulmanes egipcios, con acentos por fuerza a¨²n m¨¢s cautelosos, y el encubrimiento de las acciones, incluso de la propia militancia, constituye una se?a de identidad que incide en el mismo sentido. La paciencia es una virtud del creyente y ahora lo que cuenta es ver reconocida la ocupaci¨®n del poder.
En todo caso, la actualizaci¨®n llevada a cabo por Erdogan ah¨ª est¨¢, con la f¨®rmula de un islamismo abierto, respetuoso del orden laico, con corbatas en vez de turbantes, sin alusiones a la shar¨ªa y con la propuesta de un modo de comportamiento y de gesti¨®n isl¨¢mico, moral y solidario, en el lugar del tradicional anuncio de fines y normas de car¨¢cter represivo. No estar¨ªamos ante una 'democracia islamista', contradicci¨®n en los t¨¦rminos, ya que la forja de una sociedad desde los criterios islamistas requiere el fin del pluralismo, sino ante la depuraci¨®n de la democracia por un partido de creyentes, un islam integrado en la democracia, algo que tendr¨ªa una enorme importancia tanto para el mundo musulm¨¢n como para Europa. Ahora bien, a la vista de los antecedentes, no resulta aconsejable echar las campanas al vuelo, sino m¨¢s bien abrir un comp¨¢s de espera con la expectativa razonable de que se traduzca en t¨¦rminos de actuaci¨®n pol¨ªtica la sensibilidad mostrada por Tayyip Erdogan en el curso de la campa?a.
Otro tanto cabe decir de la apertura hacia Europa, y hacia Grecia, en los ant¨ªpodas del discurso nacionalista y belicista que luciera anta?o Necmettin Erbakan, el fundador. Esa vocaci¨®n europe¨ªsta responde a los intereses acuciantes de la econom¨ªa turca, contra las cuerdas desde la crisis del 2001, y tambi¨¦n a los planteamientos m¨¢s inteligentes del islamismo -lo que no supone precisamente los m¨¢s progresistas-, que ven en la Uni¨®n Europea, no el tradicional enemigo, dar al-harb, sino dar as-shahada, un espacio de expansi¨®n para el islam, respetando de entrada los ordenamientos constitucionales vigentes. Tal es la posici¨®n defendida por el m¨¢s activo de los seguidores en Europa de la l¨ªnea de los Hermanos Musulmanes, Tariq Ramadan, en su Ser musulm¨¢n en Europa, y por su amigo el patr¨®n del integrismo en Sud¨¢n, Hasan al-Turabi, en El Islam, porvenir del mundo: el marco de libertades debe servir para una implantaci¨®n progresiva de la umma o comunidad de los creyentes de inspiraci¨®n unitaria. Tambi¨¦n en este punto la orientaci¨®n que pudiera tomar el Gobierno inspirado por Erdogan ser¨ªa de primera importancia. La integraci¨®n de los musulmanes activos pol¨ªticamente en una democracia laica convertir¨ªa a Turqu¨ªa en un punto de referencia esencial para la otra integraci¨®n, la de los musulmanes europeos en la pol¨ªtica democr¨¢tica del continente. Por el contrario, la articulaci¨®n en Europa de una umma de fondo integrista, con casi setenta millones de turcos que hicieran de sus minaretes bayonetas del islamismo, atendiendo al famoso poema, es una perspectiva preocupante. Y no porque Europa deba reducirse, en los t¨¦rminos que censura nuestra ministra de Exteriores, a ser 'un club cristiano', sino porque hasta ahora ha sido, y debe seguir si¨¦ndolo, un orden laico, sin hiyab ni mantillas, con el Cor¨¢n o el Opus Dei en su lugar de las creencias individuales, y no como rectores de los comportamientos colectivos.
Si el Ej¨¦rcito lo permite, Turqu¨ªa puede as¨ª convertirse en un campo de experimentaci¨®n decisivo en cuanto a las relaciones entre islam y democracia, que hasta ahora solamente contaban con el complejo antecedente iran¨ª, cuyo balance a estas alturas resulta tan favorable como insatisfactorio. Favorable, ya que desde la llegada de Jatam¨ª a la presidencia se ha abierto el espacio para la entrada en juego de una sociedad civil que utiliza hasta los menores resquicios para avanzar hacia el pluralismo y la democracia. A pesar de todas las cortapisas que Jomeini y los suyos pusieron en la Constituci¨®n de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, subordinando las instituciones representativas al control de los hombres de religi¨®n y garantizando el acatamiento por medio de la violaci¨®n sistem¨¢tica de los derechos humanos, la propia din¨¢mica de las elecciones y de la movilizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, ha generado el proceso del que Jatam¨ª fue a la vez protagonista e instrumento. En sentido contrario, justamente porque la apertura reformista con Jatam¨ª ha evidenciado que el componente democr¨¢tico puede manifestarse, pero no lograr un equilibrio de fuerzas con la c¨²pula teocr¨¢tica, dispuesta hasta ahora a todo, represi¨®n de masas y crimen pol¨ªtico incluidos, para defender el sistema de poder cuando ¨¦ste es seriamente amenazado (revuelta estudiantil de 1999, elecciones parlamentarias de 2000). En el excelente libro que acaba de publicar Azadeh Kian-Thi¨¦baut sobre el ascenso bloqueado de las mujeres en la sociedad iran¨ª actual, se consigna un diagn¨®stico dif¨ªcilmente discutible: 'Veintid¨®s a?os despu¨¦s de su establecimiento, la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n ha de afrontar una sociedad, compuesta mayoritariamente de j¨®venes, que no se identifica con el proyecto de sociedad de los partidarios del islam pol¨ªtico'. La islamizaci¨®n generalizada que buscaron los ayatol¨¢s tropieza, como prueban las elecciones, con una voluntad mayoritaria de vivir sin una represi¨®n permanente y de acuerdo con el principio de separaci¨®n de Iglesia y Estado. Se trata de una aspiraci¨®n que cada acto represivo del Gu¨ªa de la Revoluci¨®n y de sus Guardianes viene a reforzar, demostrando que el a?adido de 'isl¨¢mica' simplemente destruye el fundamento de la democracia, sepultada adem¨¢s en este caso por un poder hierocr¨¢tico, el de una casta sacerdotal estrechamente vinculada al poder econ¨®mico y dispuesta a todo para mantener su preeminencia, como prueba la condena a muerte del escritor que se ha atrevido a ponerla en cuesti¨®n. Cualquiera que sea el desarrollo ulterior de los acontecimientos en Ir¨¢n, los t¨¦rminos del problema resultan inequ¨ªvocos. La 'revoluci¨®n bajo el velo' tuvo lugar a fuerza de latigazos y prisiones de las infractoras, y basta con seguir las publicaciones feministas o la producci¨®n cinematogr¨¢fica iran¨ª para apreciar que la sociedad civil lo tiene bien presente y es ya post-isl¨¢mica en su mentalidad, aun cuando nuestras islam¨®logas prefieran ignorarlo.
Ahora bien, si el triunfo de los ayatol¨¢s sirvi¨® de referente esencial para el auge del islamismo pol¨ªtico en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, no parece que el anquilosamiento del sistema iran¨ª pueda servir de ant¨ªdoto. Los ¨²ltimos ¨¦xitos electorales del islamismo, en Turqu¨ªa, en Pakist¨¢n o en Marruecos, ponen de manifiesto que la imagen que de s¨ª mismos dan estos partidos, como reductos de honradez, esp¨ªritu de justicia, vocaci¨®n asistencial y solidaridad con los despose¨ªdos, est¨¢ llamada a encontrar un eco cada vez m¨¢s amplio en sociedades dur¨ªsimamente golpeadas por la crisis econ¨®mica, la desigualdad y la corrupci¨®n de los equipos de gobierno. No es el islamismo el que ha progresado en Turqu¨ªa, sino la izquierda democr¨¢tica la que se desplom¨® en su intento de fiarlo todo a un 'enriqueceos' propiciado por las relaciones con Europa y el FMI. Y en ¨²ltimo t¨¦rmino, no cabe olvidar el papel desempe?ado por la pol¨ªtica de Bush despu¨¦s del 11-S. Los primeros vaticinios alud¨ªan a una respuesta de masas a lo Peshawar, que no alcanz¨® las dimensiones esperadas. Pero la ola de fondo es innegable. Los acontecimientos en Palestina y la acci¨®n exterior de los Estados Unidos han reforzado el sentimiento identitario en unas sociedades musulmanas que tienen ante s¨ª sobrados ejemplos de que la distancia con Occidente ha crecido, sin que por el momento se adivinen puentes, y s¨ª abismos, como la invasi¨®n prevista de Irak. Claro, que para Bush, con tener bases militares disponibles, todo lo dem¨¢s sobra.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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