Entre el viejo y el nuevo Poblenou
La lentitud de las expropiaciones del Poblenou provoca la degradaci¨®n de la zona que ocupar¨¢ el Parc Central La lentitud de las expropiaciones del Poblenou provoca la degradaci¨®n de la zona que ocupar¨¢ el Parc CentralLa lentitud de las expropiaciones del Poblenou provoca la degradaci¨®n de la zona que ocupar¨¢ el Parc Central
Toneladas de basura y escombros, casas medio derruidas y otras que se caen a pedazos, ropa tendida, una furgoneta, gatos merodeando y una perra que se llama Luisa. Este es el desolador panorama que ofrece la esquina de la calle de Pere VI con la avenida Diagonal, en el barrio del Poblenou de Barcelona, a pocos metros de flamantes nuevos edificios.
Este paraje se convertir¨¢ en una parte del Parc Central de la Diagonal, una zona verde de 45.000 metros cuadrados integrada en la reforma urban¨ªstica del barrio. Concretamente, se trata de la unidad de actuaci¨®n n¨²mero 8 del plan Diagonal-Poblenou. Pero la lentitud del proceso de expropiaci¨®n, negociado caso por caso con 204 familias y un centenar de peque?os negocios y talleres por la sociedad municipal Bagur, SA, ha supuesto que en el largo tiempo transcurrido entre la marcha de las primeras familias y el derribo total de los edificios, la zona haya ca¨ªdo en un lamentable estado de degradaci¨®n.
En estos momentos quedan tan s¨®lo cuatro familias, que no se ponen de acuerdo con el Ayuntamiento y se resisten a marcharse de sus casas, pero mientras tanto otra decena de familias de inmigrantes se ha instalado ilegalmente y en p¨¦simas condiciones en los pisos que han ido quedando vac¨ªos, pese a que las puertas fueron tapiadas con ladrillos.
Entrar en la ¨²nica casa que se mantiene en pie de lo que un d¨ªa fue la calle del Puigmal es como trasladarse a otra ¨¦poca o alg¨²n lugar en guerra. La casa permanece en pie porque una de las vecinas no acepta las condiciones del Ayuntamiento, pese a que el resto de los vecinos se marcharon en septiembre a otros pisos de la calle de Venezuela. Desde entonces, el edificio ha sido literalmente desvalijado. Los expertos en la materia comenzaron llev¨¢ndose muebles, grifos, l¨¢mparas, persianas o cualquier cosa que pudiera ser vendida. Ahora ni siquiera quedan las barandillas de la escalera, por no hablar de los balcones, las tuber¨ªas o las instalaciones el¨¦ctricas. Pero aun as¨ª, cuatro de los pisos est¨¢n habitados.
Son una treintena de personas, procedentes de pa¨ªses del Este de Europa, que viven sin agua, pinchando la electricidad y con las ventanas desnudas. Algunos llevan as¨ª dos a?os. Siempre en Barcelona, siempre en edificios pendientes de derribo y cambiando de lugar cada vez que llega la piqueta. Ayer, parte de un grupo de polacos, b¨²lgaros y rumanos mataba la ma?ana alrededor de una mesa, fumando, bebiendo vodka y coca-cola, y comiendo pepinillos. El resto del grupo, entre ellos los picolinos -los ni?os-, estaban trabajando, seg¨²n contaban: recogiendo chatarra, vendiendo La Farola o limpiando parabrisas en los sem¨¢foros.
Comparten historias parecidas que cuentan con una mezcla de espa?ol e italiano. Mitea, gitana, fue expulsada de Rumania, donde tiene tres hijos. Donato tuvo que huir de Bulgaria por razones pol¨ªticas. Marjana, polaca, lleg¨® a Espa?a con un grupo de compatriotas y un contrato para trabajar en Huelva, en la recogida de la fresa. Cuando acab¨® la temporada de la fruta decidi¨® no regresar a su pa¨ªs. Desde entonces vive con su marido en una furgoneta, con la que viajan cada a?o para trabajar a Huelva y a Francia, para la vendimia. Todos se quejan de la 'dificultad de obtener papeles para poder trabajar', pero tienen miedo a pedir ayuda a los servicios sociales por si les 'echan del pa¨ªs'. Cuando se les pregunta ad¨®nde ir¨¢n cuando llegue el momento de demoler el edificio, se encogen de hombros y se?alan la ventana: 'A otra de estas casas'. El pr¨®ximo lunes, Bagur, SA, desalojar¨¢ a los inmigrantes de la calle del Puigmal y tapiar¨¢ el edificio por tercera vez. Y as¨ª tantas veces como haga falta hasta que se pueda derribar.
'De aqu¨ª no nos movemos'
Enriqueta Marzal es la ¨²ltima inquilina que queda del ¨²nico edificio que se levanta en la calle de Puigmal. Pasa los d¨ªas 'montando guardia' en el solar, pendiente de la llegada de las excavadoras que derrumbar¨¢n el edificio donde creci¨®. Quiere impedirlo y de momento lo ha conseguido. La casa permanece en pie porque Marzal no acepta la compensaci¨®n que le ofrece el Ayuntamiento: 24.000 euros.Marzal quiere que el Ayuntamiento le facilite un piso, pero le responden que ya tiene uno de la familia en el que podr¨ªa vivir. El caso est¨¢ en los tribunales y en un plazo m¨¢ximo de dos meses se dictar¨¢ la orden de desahucio, seg¨²n explica Francesc Arrabal, gerente de la sociedad municipal Bagur, SA.Es el ¨²ltimo recurso del Ayuntamiento cuando los vecinos se niegan a abandonar sus casas. Hasta que no hay orden de un juez, no se puede derribarlas.El matrimonio formado por Pilar Pellicer y su marido, Rafael, tampoco quiere marcharse. 'De aqu¨ª no nos movemos, resistiremos'. El suyo es otro caso de falta de acuerdo entre los propietarios y el Ayuntamiento. Ellos eran propietarios de la finca n¨²mero 259 de la calle de Pere IV, de uno de los pisos del edificio y de la tienda de comestibles de los bajos, que la familia regenta desde hace 75 a?os. Vendieron la finca y ya tienen otro piso adjudicado, pero se niegan a abandonar el negocio, por el que, dicen, les ofrecen 's¨®lo 18.000 euros'. La versi¨®n municipal es otra: 'Est¨¢n pendientes de un acuerdo privado y est¨¢n forzando la situaci¨®n', asegura Arrabal. El juez decidir¨¢.
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