Reflexiones en el and¨¦n

Hoy ha muerto una persona. Como ayer, como ma?ana, como cada d¨ªa. Y sin embargo, hoy lo he sentido m¨¢s cercano. Un tren la ha atropellado en una estaci¨®n de cercan¨ªas en Barcelona. ?Suicidio, accidente, imprudencia ...? Ahora ya no importa demasiado. R¨¢pidamente se fueron acumulando viajeros en el and¨¦n: eran las cinco y media, hora de vuelta a casa para muchos. Los comentarios no tardaron en aparecer, salpicando charlas por el tel¨¦fono m¨®vil: 'Estoy aqu¨ª en Gav¨¤, parados (...) nada, un payaso que se ha tirado a la v¨ªa'. Un poco m¨¢s lejos, alguien opinaba que 'si se quer¨ªa matar, al menos que no lo haga en hora punta...', o que 'se pod¨ªa haber tirado por un barranco'.

Oscurec¨ªa, y la circulaci¨®n de trenes empezaba ya a resentirse, al mismo ritmo que empezaban a endurecerse las opiniones. Ya lo he dicho antes: hab¨ªa muerto una persona. Una persona que tal vez tuviese problemas, amigos, familiares que le estar¨ªan esperando ... o tal vez no, y quiz¨¢ fuese alguien desquiciado y a quien ya s¨®lo le estaba permitido escoger c¨®mo y d¨®nde detener una bajada sin fin.

Sin embargo, en aquel and¨¦n, la ¨²nica preocupaci¨®n era saber cu¨¢ndo llegar¨ªa el pr¨®ximo tren y el retraso que ya acumulaba. Tal vez me equivoqu¨¦ al principio, y no hab¨ªa muerto nadie. Tal vez s¨®lo hubo un corte de corriente.