'Si uno no afronta con valent¨ªa la posibilidad del fracaso jam¨¢s lograr¨¢ nada'
Posiblemente la clave del poder de seducci¨®n que ejercen las ins¨®litas ficciones de Peter Carey (Victoria, Australia, 1943) resida en su capacidad para combinar su fe ciega en los poderes de la imaginaci¨®n con la conciencia pol¨ªtica de ser un novelista que escribe en la ¨®rbita poscolonial del antiguo Imperio Brit¨¢nico. El lector se sumerge en un universo narrativo donde casi todo es posible: conversar con unicornios, dejarse arrastrar por los embustes de un narrador de 139 a?os, pasear por Londres con la reencarnaci¨®n de Charles Dickens, o ser testigo de los pensamientos m¨¢s ¨ªntimos del legendario Ned Kelly, h¨¦roe nacional de su pa¨ªs. Autor de una docena de libros, Carey ha recibido por partida doble el prestigioso Booker Prize (por ?scar y Lucinda, en 1988, y por La verdadera historia de la banda de Kelly, en 2001).
PREGUNTA. Tiene fama de ser un escritor muy arriesgado.
RESPUESTA. De lo contrario escribir ser¨ªa aburrid¨ªsimo. S¨®lo si hay riesgo siento que tengo la energ¨ªa necesaria para crear, aunque tambi¨¦n me asusta, ya que ello implica tensi¨®n, dudas y la posibilidad del fracaso.
P. ?Es eso lo que le ocurri¨® con La vida ins¨®lita de Tristan Smith?
R. Si lo es, al menos es un fracaso interesante. Reconozco que hay errores, pero no son formales, ni son atribuibles a la imaginaci¨®n o al tema. M¨¢s bien, hubo algunos lectores -sobre todo hombres- que ten¨ªan serios problemas de identificaci¨®n. Les resultaba muy dif¨ªcil aceptar un protagonista que padece una deformidad f¨ªsica tan acusada. De todos modos lo importante es que si uno no afronta con valent¨ªa la posibilidad del fracaso, jam¨¢s lograr¨¢ hacer nada. A los artistas hay que permitirles que fracasen. Si un artista trabaja con miedo al fracaso, ha fracasado de antemano.
P. El libro m¨¢s largo de toda su carrera, El embaucador, se lo confi¨® a un narrador que es 'un mentiroso profesional de 139 a?os'. ?Por qu¨¦?
R. Siempre descubro el tema de un libro a medida que lo voy escribiendo. En el caso de El embaucador, me invent¨¦ un protagonista que era la elaboraci¨®n imaginaria de ciertos rasgos tomados de mi abuelo paterno. S¨®lo que a medida que escrib¨ªa el personaje cobr¨® tanta vitalidad y me acab¨® gustando tanto, que no pod¨ªa consentir de ning¨²n modo que se muriese. Adem¨¢s, su personalidad me permit¨ªa explorar a fondo el mecanismo de la mentira.
P. Alcanz¨® el reconocimiento internacional con ?scar y Lucinda, pero despu¨¦s de esa novela hizo unas propuestas narrativas muy diferentes.
R. Siempre me llam¨® la atenci¨®n la reacci¨®n que suscit¨® ?scar y Lucinda. Despu¨¦s del ¨¦xito de ese libro, me dije: la siguiente novela no tendr¨¢ lugar en el siglo XIX. Voy a escribir algo rabioso sobre el presente. El resultado fue La inspectora de tributos. Por aquel entonces yo viv¨ªa en Sydney. La novela transcurre all¨ª, en un negocio de coches de segunda mano. Toco temas dif¨ªciles y la reacci¨®n al libro fue bastante hostil.
P. Despu¨¦s vino La vida ins¨®lita Tristan Smith, ?qu¨¦ se propon¨ªa con ese libro?
R. Me interesaba explorar la relaci¨®n entre Estados Unidos y Australia. Lo que me dio el arranque emocional fue un hecho hist¨®rico, la ca¨ªda del Gobierno laborista australiano, en 1974, un asunto muy turbio, a¨²n sin resolver. Muchos australianos pensaron que el Gobierno estadounidense estaba implicado de manera semejante a lo que ocurri¨® con la ca¨ªda de Allende. Mi tratamiento del tema es totalmente imaginario. Me invent¨¦ los pa¨ªses, incluso un lenguaje. Quer¨ªa evitar una lectura que permitiera identificarlos con Australia o Estados Unidos. En fin, tanto La inspectora de tributos como La vida ins¨®lita de Tristan Smith tuvieron resultados comerciales catastr¨®ficos. Menos mal que con el siguiente libro, Jack Maggs, me fue bien. Si no, hubiera tenido que vender mi casa.
P. En esa novela se atrevi¨® a rescribir Grandes esperanzas, de Charles Dickens, desde el punto de vista de un convicto que es deportado a Australia.
R. M¨¢s que rescribirla, lo que hice fue crear un protagonista, Jack Maggs, basado en un personaje de Dickens, Abel Magwich. Al analizar a Magwich en Cultura e imperialismo, Edward Said afirma algo capital: que s¨®lo puede seguir siendo ingl¨¦s con tal de que no se le ocurra poner un pie en Inglaterra, porque si lo hiciera lo ahorcar¨ªan. Me di cuenta de la posibilidad, espl¨¦ndida, de escribir una novela totalmente nueva, desde el punto de vista de Magwich, desplazando as¨ª el centro de gravedad de Inglaterra a Australia. Maggs nace en Londres; la sociedad jam¨¢s le da una oportunidad. Lo ¨²nico que le es dado conocer es el mundo del hampa. Lo torturan, lo condenan, lo destierran a Australia. All¨ª tiene la posibilidad de hacerse rico, pero ¨¦l s¨®lo sue?a con volver a Inglaterra, donde ha dejado a su hijo. La idea central del libro, la tragedia de Jack Maggs, es que el hijo idealizado encarna la clase social que acab¨® con ¨¦l. Su hijo es tambi¨¦n su verdugo. Algo que me divirti¨® bastante fue dar cabida en la novela al propio Dickens. A trav¨¦s del personaje de Tobias Oates, toco temas y momentos clave de la vida del escritor.
P. Con su ¨²ltima novela, recibe por segunda vez el Booker. Otra gente hab¨ªa escrito sobre Ned Kelly, ?qu¨¦ le motiv¨® a dedicarle una novela?
R. Ned Kelly est¨¢ muy presente en la conciencia colectiva de los australianos. Para entender por qu¨¦ despierta tanta devoci¨®n un personaje as¨ª hay que volver a los d¨ªas en que Australia era una colonia penitenciaria. La pregunta es: ?c¨®mo puede existir una sociedad decente en un lugar que debe su origen a la presencia de unos convictos? Es en ese contexto donde surge Ned Kelly. Y el motivo por el que se le admiraba es que era m¨¢s inteligente y moralmente superior a quienes lo persegu¨ªan.
P. ?Cu¨¢nto hay de realidad y cu¨¢nto es pura invenci¨®n?
R. La funci¨®n de la literatura es dar con algo que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de los datos, en eso consiste la verdad de la ficci¨®n. Como novelista yo ten¨ªa que mantener un dif¨ªcil equilibro: siendo fiel a la historia, ten¨ªa que imaginar qu¨¦ hab¨ªa pasado, adentr¨¢ndome en los enormes claros que nadie se hab¨ªa atrevido a explorar. Puse a prueba a los personajes, tratando de ver si se comportaban en la ficci¨®n como se dec¨ªa que lo hab¨ªan hecho en la realidad. Ten¨ªa que hacerlo as¨ª. La ¨²nica manera que ten¨ªa de intentar llegar al significado profundo de la historia, era mantenerme fiel al poder de la imaginaci¨®n.
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