Desayuno reposado con sobaos pasiegos
LA CASONA DE SAN PANTALE?N DE ARAS, hotel rural en un valle de Cantabria
A orillas del r¨ªo Clar¨ªn y junto al canal que acciona el viejo molino del valle de Aras, La Casona de San Pantale¨®n es un exponente m¨¢s de la fiebre tur¨ªstica rural, en v¨ªas de propagaci¨®n por todo el norte cant¨¢brico. Su fachada de siller¨ªa y mampuestos, as¨ª como la extensa finca ajardinada de frutales que la rodea, herencia del siglo XVII, convencieron a Rosa L¨®pez Crespo y Jos¨¦ Mar¨ªa Campa?a de lo id¨ªlico que ser¨ªa abrir otra posada de colorines en las paredes y gavillas en los centros de mesa, al uso en los folletos editados por la consejer¨ªa de turismo de Cantabria. Un ambiente r¨²stico, informal, dispuesto para ofrecer techo y s¨¢banas. Y, sobre todo, determinado por la ocupaci¨®n. Si hay suficientes hu¨¦spedes, los servicios funcionan a pleno rendimiento. Si no, el zagu¨¢n y los salones permanecer¨¢n a oscuras.
LA CASONA DE SAN PANTALE?N DE ARAS
6. Categor¨ªa oficial: 3 estrellas. Direcci¨®n: Barrio Alvear, 65. 39766 San Pantale¨®n de Aras, Voto (Cantabria). Tel¨¦fono: 942 63 63 20. Fax: 942 63 63 03. 'Web': www.casonadesanpantaleon.com. Instalaciones: jard¨ªn, sal¨®n de estar, sal¨®n con chimenea, bar, comedor. Habitaciones: cuatro dobles y tres 'suites'; todas con ba?o, calefacci¨®n, tel¨¦fono, TV color y secador de pelo. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, no admite perros. Precios: temporada alta, 87 euros + 7% IVA; temporada baja, 57 euros + 7% IVA; desayuno, 5 euros + 7% IVA. Tarjetas de cr¨¦dito: Master Card, Visa, 6000. Arquitectura ... 6 Decoraci¨®n ... 6 Estado de conservaci¨®n ... 7 Confortabilidad habitaciones ... 5 Aseos ... 5 Ambiente ... 6 Desayuno ... 7 Atenci¨®n ... 8 Tranquilidad ... 8 Instalaciones ... 4
Expresi¨®n de ese encanto de manual es su austeridad, matizada por el lenguaje de la piedra y el rigor del roble en las vigas que la sustentan. El comedor filtra la luz exterior a trav¨¦s de sendos ventanucos. Penumbra de justicia para unos desayunos caseros basados en el grosor de los sobaos pasiegos, mucho mejor elaborados que los platos fr¨ªos a que se reduce la cena.
Un lienzo de ladrillo visto bien perfilado acompa?a el ascenso hasta la segunda planta, entre muebles de anticuario, l¨¢mparas sin caperuza y otras lindezas propias del caserismo rural, como es el hecho de que los suelos de madera crujan. Crujan molestando. En esta planta y en otra abuhardillada se localizan las habitaciones, espaciosas, aunque limitadas en comodidades. La denominada Puerta de la Torre, en tonalidad a?il, esconde un arc¨®n del siglo XIX que refuerza el car¨¢cter hist¨®rico de la posada. La de la Huerta, m¨¢s rom¨¢ntica, ofrece una cama de matrimonio bajo un dosel de forja y gasas, con un balc¨®n primoroso asomado al r¨ªo y a la huerta. En coherencia con el criterio ecol¨®gico de sus propietarios, el televisor queda guardado en un caj¨®n-celos¨ªa a fin de disimular su presencia, junto a dos sillones bajitos y ciertamente inc¨®modos. Todo a media luz, sin armarios ni muebles de minibar.
Demasiado b¨¢lsamo entre fines de semana para la amable Rosa L¨®pez, sobre cuyas espaldas recae la m¨¢xima responsabilidad de la casa. ?ste es el laurel y la espina del silencio durante el invierno cant¨¢brico. La humedad de los d¨ªas se descuelga de las nubes en un incesante calabobos, mientras el jard¨ªn alrededor de la casona destila una belleza narc¨®tica. Cada cuarto de hora ta?e el carill¨®n de la iglesia vecina de San Pantale¨®n. Sobreviene la noche larga.
A orillas del r¨ªo Clar¨ªn y junto al canal que acciona el viejo molino del valle de Aras, La Casona de San Pantale¨®n es un exponente m¨¢s de la fiebre tur¨ªstica rural, en v¨ªas de propagaci¨®n por todo el norte cant¨¢brico. Su fachada de siller¨ªa y mampuestos, as¨ª como la extensa finca ajardinada de frutales que la rodea, herencia del siglo XVII, convencieron a Rosa L¨®pez Crespo y Jos¨¦ Mar¨ªa Campa?a de lo id¨ªlico que ser¨ªa abrir otra posada de colorines en las paredes y gavillas en los centros de mesa, al uso en los folletos editados por la consejer¨ªa de turismo de Cantabria. Un ambiente r¨²stico, informal, dispuesto para ofrecer techo y s¨¢banas. Y, sobre todo, determinado por la ocupaci¨®n. Si hay suficientes hu¨¦spedes, los servicios funcionan a pleno rendimiento. Si no, el zagu¨¢n y los salones permanecer¨¢n a oscuras.
Expresi¨®n de ese encanto de manual es su austeridad, matizada por el lenguaje de la piedra y el rigor del roble en las vigas que la sustentan. El comedor filtra la luz exterior a trav¨¦s de sendos ventanucos. Penumbra de justicia para unos desayunos caseros basados en el grosor de los sobaos pasiegos, mucho mejor elaborados que los platos fr¨ªos a que se reduce la cena.
Un lienzo de ladrillo visto bien perfilado acompa?a el ascenso hasta la segunda planta, entre muebles de anticuario, l¨¢mparas sin caperuza y otras lindezas propias del caserismo rural, como es el hecho de que los suelos de madera crujan. Crujan molestando. En esta planta y en otra abuhardillada se localizan las habitaciones, espaciosas, aunque limitadas en comodidades. La denominada Puerta de la Torre, en tonalidad a?il, esconde un arc¨®n del siglo XIX que refuerza el car¨¢cter hist¨®rico de la posada. La de la Huerta, m¨¢s rom¨¢ntica, ofrece una cama de matrimonio bajo un dosel de forja y gasas, con un balc¨®n primoroso asomado al r¨ªo y a la huerta. En coherencia con el criterio ecol¨®gico de sus propietarios, el televisor queda guardado en un caj¨®n-celos¨ªa a fin de disimular su presencia, junto a dos sillones bajitos y ciertamente inc¨®modos. Todo a media luz, sin armarios ni muebles de minibar.
Demasiado b¨¢lsamo entre fines de semana para la amable Rosa L¨®pez, sobre cuyas espaldas recae la m¨¢xima responsabilidad de la casa. ?ste es el laurel y la espina del silencio durante el invierno cant¨¢brico. La humedad de los d¨ªas se descuelga de las nubes en un incesante calabobos, mientras el jard¨ªn alrededor de la casona destila una belleza narc¨®tica. Cada cuarto de hora ta?e el carill¨®n de la iglesia vecina de San Pantale¨®n. Sobreviene la noche larga.
ALREDEDORES
AMANTES DE la naturaleza, del senderismo y las excursiones al aire libre encuentran en el parque natural de los Collados de As¨®n multitud de sendas y excepcionales vistas sobre el valle de Soba. Aqu¨ª nace el r¨ªo As¨®n, que se descuelga en una formidable cascada de m¨¢s de 50 metros. Siguiendo abajo el curso del r¨ªo se llega a las marismas de Santo?a, que albergan una gran riqueza faun¨ªstica. Hacia el oeste, Santillana del Mar guarda su car¨¢cter de villa medieval, pese a su arreglo de museo y a su masificaci¨®n tur¨ªstica. Ampuero, Limpias, Arredondo, Riba y el alto de Fuentelasvaras merecen un vistazo de vuelta a la casona.
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