La vida al sol
La primera lecci¨®n para el periodista es que ninguno de los desempleados que entrevista quiere sentarse a la mesa de un buen restaurante. Todo lo m¨¢s, un men¨² en un establecimiento mediocre, un plato ¨²nico en una tasca pr¨®xima. Y ya es un lujo, por lo visto. El parado es una persona muy disciplinada, pudorosa, con gran sentido de la dignidad; que se escandaliza ante la idea de participar en lo que considera un derroche; que teme, prudentemente, los efectos an¨ªmicos de ocupar por unas horas un terreno prohibitivo, situado fuera de su alcance. 'Usted no se imagina las maravillas que yo puedo hacer con esos 30 euros que le pueden cobrar por comer ah¨ª', dir¨¢ Alfredo Vargas en Oviedo y Antonio ?lvarez en Madrid o repetir¨¢ con otras palabras Anabella Est¨¦vez en Sevilla. Los testimonios que se publican a continuaci¨®n son historias comunes del desempleo y la precariedad laboral actual: parados de larga duraci¨®n, j¨®venes, mayores de 40 a?os, mujeres solas y con hijos, parejas que luchan por crear un hogar. Es un relato que huye deliberadamente de los casos m¨¢s escabrosos, de las situaciones de marginalidad extrema, frecuentemente complicada con las drogas, la delincuencia, la enajenaci¨®n mental o la prostituci¨®n. Como no van al cine, ninguno de los protagonistas de este drama olvidado que es el paro ha visto Los lunes al sol, la pel¨ªcula de Fernando Le¨®n de Aranoa.
En las modernas relaciones laborales, el contrato indefinido aparece como una rareza en v¨ªas de extinci¨®n. Se calcula que s¨®lo el 9% de los nuevos contratos son indefinidos y a tiempo completo
Hay personas de 35 a?os que despu¨¦s de largo tiempo de actividad laboral fragmentada descubren, desde el paro, que tienen que volver a empezar desde cero
Un 20% de la sociedad sobrevive hoy con complementos de m¨ªnimos, hay 660.000 prejubilados y la pobreza empieza a estar presente en los mayores de 50 a?os
En el centro Parados Mayores de 40 a?os de Avil¨¦s hay una reacci¨®n 'como de p¨¢nico' cada vez que se recibe una llamada con una oferta particular de empleo
Desde 1984, Alfredo ha cotizado un total de cuatro a?os. En febrero ¨²ltimo consigui¨® un trabajo por 600 euros, el mismo sueldo que tuvo hace 10 a?os
El encuentro con el desempleo, el primer problema en las preocupaciones de los espa?oles, constituye para cualquier asalariado estable un brusco aterrizaje en un mundo de pobreza, aunque los damnificados oculten generalmente su situaci¨®n con la vestimenta adquirida antes del desastre y a menudo guarden para s¨ª -al periodista le consta- los aspectos m¨¢s s¨®rdidos de su situaci¨®n. Como si en la Espa?a de 2002, la pobreza s¨®lo pudiera aspirar a dar l¨¢stima; como si el paro no tuviera nombres y apellidos, ojos y cara; como si estuviera proscrito y fuera sospechoso de holgazaner¨ªa, falta de iniciativa o debilidad de car¨¢cter. Gran parte de los parados que desfilan en este reportaje, aut¨¦nticos h¨¦roes de la supervivencia cotidiana en situaciones l¨ªmites, se sienten as¨ª, bajo la sospecha general, incubando una cierta tendencia a la autoinculpaci¨®n. Piensan que son invisibles para la sociedad -'s¨®lo somos un n¨²mero'-, atribuyen su caso a la fatalidad y han interiorizado que la pobreza es como la peste, un flagelo que no conviene mostrar al vecindario y mucho menos exhibir en los medios de comunicaci¨®n.
'Parados desanimados'
Y sin embargo, la sociedad espa?ola est¨¢ m¨¢s atacada por el paro y la precariedad que la mayor¨ªa de las europeas. Desde luego, son muchos m¨¢s los heridos que los que gritan. Por encima de la evoluci¨®n coyuntural de las cifras de desempleo -2.106.100 millones, el 11,41% de la poblaci¨®n activa, seg¨²n los datos oficiales; muchos m¨¢s, hasta tres millones, si se suman los no inscritos en el Inem, lo que los sindicatos llaman los 'parados desanimados'-, los espa?oles viven hoy ¨ªntimamente preocupados por la inestabilidad laboral, por la amenaza de un panorama futuro te?ido de subempleo e incertidumbre, por la precariedad que se extiende como una mancha de aceite entre los j¨®venes y alcanza a los sectores y grupos sociales que pierden pie en los intersticios del sistema. De hecho, en las modernas relaciones laborales, el contrato indefinido aparece como una rareza en v¨ªas de extinci¨®n. Se calcula que s¨®lo el 9% de los nuevos contratos son indefinidos y a tiempo completo. M¨¢s de la mitad tienen una duraci¨®n inferior a los seis meses y un tercio est¨¢ por debajo de los 30 d¨ªas. Hay contratos por una semana, por un d¨ªa y por una hora. Cuatro millones de personas, la cuarta parte de la poblaci¨®n ocupada en Espa?a, tienen ya actualmente un contrato temporal.
El modelo de empleo estable en el que la continuidad en el tiempo jugaba a favor de las econom¨ªas m¨¢s d¨¦biles, en la medida en que posibilitaba el ahorro, pese a las estrecheces, y permit¨ªa ir progresando poco a poco en la vida (mejoras en la casa, un nuevo electrodom¨¦stico, por fin el coche, los estudios del hijo...), se est¨¢ deshaciendo a marchas forzadas con la irrupci¨®n de la precariedad. Ser pobre y trabajar han dejado de ser t¨¦rminos contrapuestos.
Justificada en su d¨ªa como eficaz incentivo para la creaci¨®n de puestos de trabajo, la temporalidad en el empleo est¨¢ minando intensamente las bases mismas del proyecto de Estado de bienestar, al tiempo que desata las desigualdades y socava las clases medias. ?Qu¨¦ consecuencias sociales est¨¢ produciendo el fen¨®meno? ?Caminamos hacia el pleno subempleo? Un 20% de la sociedad espa?ola sobrevive hoy con complementos de m¨ªnimos, hay 660.000 prejubilados y la pobreza empieza a estar presente entre la poblaci¨®n mayor de 50 a?os. La vivienda sube. ?Se est¨¢ creando una sociedad paralela de segunda divisi¨®n?
Hoy hay personas de 35 a?os que despu¨¦s de largo tiempo de actividad laboral fragmentada en contratos eventuales y forzosos periodos de desempleo descubren, desde el paro o la precariedad extrema, que tienen que volver a empezar desde cero, que siguen estando a prueba en todos y cada uno de los trabajos que les ofrecen.
Es el caso de Paloma. Madrile?a, de 34 a?os, lleva toda su vida laboral trabajando en precario y nunca ha podido irse de vacaciones. 'Me he dejado la piel en las empresas, siempre dando lo m¨¢ximo, tratando de aprender y de innovar. Total, para nada, porque el valor de la persona no cuenta. Te explotan y te enga?an en los mejores a?os'. Paloma a?ora ahora aquellos primeros empleos: el de un restaurante por el que cobraba 180 euros al mes en 1987; el de recepcionista de hotel, a?os m¨¢s tarde, que le garantizaba un sueldo de 540 euros. Secretaria de formaci¨®n, habla ingl¨¦s y franc¨¦s, y ha hecho cursos de inform¨¢tica, de fotograf¨ªa y de monitora de aer¨®bic; pero los empleos eventuales que encuentra tienen poco que ver con sus t¨ªtulos.
Curiosamente, su situaci¨®n laboral comenz¨® a empeorar el d¨ªa en que decidi¨® abandonar su empleo fijo en el hotel para aceptar un puesto mucho peor remunerado, pero que ofrec¨ªa la ventaja te¨®rica de una futura promoci¨®n profesional en una empresa importante del sector tecnol¨®gico. Tard¨® tiempo en descubrir que conceptos como los de cambio, oportunidad y novedad constitu¨ªan en su caso un espejismo. Como tantos otros j¨®venes lanzados al terreno de la competitividad, asumi¨® el riesgo convencida de que sus cualidades y su probaba capacidad de trabajo y adaptaci¨®n le habilitaban para formar parte del grupo de escogidos triunfadores de su empresa. Lo que encontr¨® fue mucha arbitrariedad, clanes de influencia, enchufes, poca solidaridad y ninguna presencia sindical.
Acumular antig¨¹edad
Tras pasar por el paro y agotarlo, Paloma acab¨® poniendo copas en los bares de fin de semana y trabajando en una discoteca en Palma para poder seguir manteniendo a su madre, sin pensi¨®n, y a un hermano sin edad todav¨ªa para trabajar. 'No ahorraba. Ten¨ªa que pagarme el alojamiento, la comida... Volv¨ª cuando a mi madre le quitaron el piso de renta antigua y tuvimos que empezar a pagar una renta normal'. Despu¨¦s de varios trabajos encontr¨® empleo en el aeropuerto de Madrid de la mano de una contrata que le renovaba el contrato de forma que no acumulara la antig¨¹edad necesaria para poder reclamar un puesto fijo. La necesidad le llev¨® a compaginar dos trabajos distintos. 'Me levantaba a las cinco de la ma?ana y muchos d¨ªas volv¨ªa a mi casa a la una de la madrugada. Nos mudamos de piso para acortar el tiempo perdido en el transporte, pero, en cualquier caso, era una vida de locos porque trabajaba entre 12 y 13 horas diarias y tampoco me estaba forrando. Con los dos sueldos sacaba a fin de mes un total de 990 euros'.
Un d¨ªa explot¨®, se encar¨® con un jefe de servicio que le amenaz¨® con reducirle las horas y pocos d¨ªas despu¨¦s cay¨® en una grave depresi¨®n que la mantuvo de baja durante cinco meses. 'El psiquiatra me dijo que necesitaba un momento para m¨ª, que hab¨ªa vivido sin una v¨¢lvula de escape. Comenc¨¦ a pintar en mis ratos libres, pero todav¨ªa me estoy recuperando. Soy muy buena en el trabajo, ?sabe?, muy profesional. Lo de independizarme de mi familia y fundar un hogar y todo eso es una quimera, claro, pero yo s¨¦ que me buscar¨¦ la vida. Estoy aprendiendo a ser fuerte, a dejar las cosas negativas para poder sobrevivir'. Paloma ha descubierto que le gusta asistir a los desfiles militares y ver ondear la bandera espa?ola en el paseo de la Castellana. 'Soy espa?ola', apunta, sin venir muy bien a cuento. Puede ser un reproche ante la sensaci¨®n de desamparo, la necesidad de reforzar su identidad. ?No dicen los entendidos que, en la sociedad actual, la p¨¦rdida del empleo conlleva la p¨¦rdida de derechos sociales y tambi¨¦n el desdibujamiento de la identidad?
Ana Mar¨ªa Mora ha pasado toda la noche limpiando en un hospital de Sevilla, su ciudad. Est¨¢ en buena racha, y quiz¨¢ por eso hoy encara el futuro con mayor optimismo. Dice que hasta es posible que ella y su novio, Juan Carlos, lleguen a casarse, despu¨¦s de todo. Tiene 35 a?os y desde hace 12 vive por y para ese objetivo supremo de hacerse con una casa propia, tener hijos..., compartido por tantas otras parejas de novios eternos que no ven la oportunidad de emanciparse. Los psic¨®logos sociales creen que la inestabilidad laboral, la flexibilidad, la movilidad obligada y los bajos salarios disocian la voluntad del compromiso y dificultan enormemente eso que llaman 'la historia vital' y el desarrollo de un 'relato de identidad'. As¨ª que Ana Mar¨ªa debe de ser una superviviente. Desde que empez¨® a trabajar, en 1991, tras dejar los estudios de magisterio forzada por las necesidades familiares, ha conseguido cotizar a la Seguridad Social un total de tres a?os y medio, cifra nada despreciable para todos aquellos que como ella viven del trabajo temporal. 'Es porque siempre he buscado como una loca y lo he aceptado todo, sin pensar si me explotaban mucho o poco'.
A pesar de esa actitud tan dispuesta, hace poco estuvo a punto de decir que no por primera vez en su vida. 'Era un trabajo de limpieza en principio bastante bueno, porque son 27 d¨ªas seguidos limpiando el Palacio de Exposiciones y Congresos. Nos hab¨ªan dicho que nos iban a pagar a 4,32 euros ( 720 pesetas) por hora nocturna, pero luego result¨® que hab¨ªa que descontar buena parte de ese dinero porque hab¨ªa una ETT [empresa de trabajo temporal] intermediaria. La gente se enfad¨® y algunas compa?eras se fueron. Yo no, yo me qued¨¦, pero casi se me saltan las l¨¢grimas cuando una de las que se iban me pregunt¨® que por qu¨¦ me quedaba; si es que estaba casada, ten¨ªa hijos o qu¨¦'.
Sucesi¨®n de empleos
A lo largo de estos a?os ha trabajado tambi¨¦n para la Junta de Andaluc¨ªa, como puericultora, en un centro de menores en Carmona; ha sido monitora en aldeas infantiles en Cuenca, camarera en Lleida, vendedora en una tienda de recuerdos en Sevilla, promotora de ventas de colonias y de una marca de sopas, y carretillera en una gran superficie, empleo este ¨²ltimo te¨®ricamente asignado a los hombres. Dice que conoce muy bien el machismo imperante en el mundo del trabajo. Su contrato m¨¢s largo, seis meses, lo consigui¨® en la Expo de Sevilla, pero lo habitual para ella son ofertas de d¨ªas o semanas, un mes todo lo m¨¢s, como sustituta en el sector de la limpieza. Ahora le parece incre¨ªble que la Junta le pagara hace 11 a?os 900 euros por trabajar de auxiliar de puericultora.
Su novio, Juan Carlos, tiene una experiencia similar, aunque ha conseguido ya hacerse con un perfil profesional m¨¢s definido, tanto de mozo de almac¨¦n carretillero como de pe¨®n electricista. Tras pasar el COU intent¨® estudiar Inform¨¢tica y Econ¨®micas antes de lanzarse a las oposiciones a funcionario de prisiones. Fueron seis a?os intensos de estudio que no tuvieron premio final porque hay muchos licenciados en Derecho que optan ahora por estos puestos y porque a Juan Carlos le fallaron dos respuestas para poder hacerse con una plaza. 'Es que nos hemos juntado dos personas en mala situaci¨®n', dice Ana Mar¨ªa, como si la fatalidad fuera resultado del azar.
Por dif¨ªcil que parezca, la pareja ha conseguido ahorrar 12.000 euros (dos millones de pesetas) en los ¨²ltimos ocho a?os y medio. 'Ahorramos porque no gastamos nada, vivimos con nuestras familias y s¨®lo nos permitimos algunos gastos para nuestras cosas cuando trabajamos los dos, y nunca por encima de los 90 euros al mes. Eso s¨ª, tuve que comprarme un coche de segunda mano para poder ir a determinados trabajos'. Jam¨¢s han tenido una paga extra ni se han ido de vacaciones, y en todos estos a?os han celebrado su aniversario en dos ocasiones. 'Lo que hacemos es comprarnos unos batidos, y ya est¨¢. Nosotros no bebemos ni salimos, como no sea para ir de vez en cuando al botell¨®n'. Ana Mar¨ªa dice que est¨¢ muy orgullosa de s¨ª misma, de esos ahorros que ella contabiliza al c¨¦ntimo que le permitir¨¢n alg¨²n d¨ªa cumplir con el sue?o de fundar un hogar. 'Encima te reprochan en la tele que las espa?olas no tenemos hijos, como si no supieran c¨®mo est¨¢ lo de la vivienda, y lo que cuestan los muebles y todo. De todas formas, yo voy a lanzarme aunque me vea hasta el cuello. Estamos muy enamorados, claro, y gracias a eso hemos podido sacar adelante nuestra relaci¨®n. Juan Carlos es muy fuerte y me ha animado mucho'.
S¨®lo de pasada, Ana Mar¨ªa indica que en estos a?os ha tenido dos intentos de suicidio. 'Tuve una temporada horrible. Me sent¨ªa impotente. No sab¨ªa qui¨¦n era. Me encerraba en mi habitaci¨®n a llorar porque me encontraba mejor llorando en casa que estando fuera. No quer¨ªa salir, y al final fue el trabajo lo que me hizo superar aquella situaci¨®n. Pero ahora estoy muy bien', afirma, animosa. 'Me he hecho fuerte, aunque siempre con la pena del trabajo. Vaya Espa?a que tenemos'.
Las ofertas que no llegan
Celia Alonso, de Bilbao, tiene 48 a?os y lleva cinco en paro preparando oposiciones a celadora, a auxiliar, a lo que sea, para el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza). Todav¨ªa espera que le llegue la primera oferta del Inem. Ha trabajado desde los 17 a?os como administrativa en la rama del comercio, pero ahora no ve pr¨¢cticamente posibilidades de poder reintegrarse al mercado de trabajo. 'A mi edad no es nada f¨¢cil. Yo me siento activa, f¨ªsicamente muy bien y tengo buen aspecto; pero hay un veto a la edad, y siendo mujer... Como no tengas alg¨²n enchufe pol¨ªtico aqu¨ª, no tienes nada que hacer. Me han robado mi espacio en la sociedad, me han condenado a vivir a expensas de mi marido. Yo he tenido la suerte de encontrar un buen hombre que lo est¨¢ llevando bien, pero psicol¨®gicamente es muy fuerte tener que vivir y depender absolutamente de otra persona'.
No tiene hijos porque dice que, en la ¨¦poca en que pens¨® tenerlos, las mujeres perd¨ªan el empleo si se quedaban embarazadas. 'Fui aplaz¨¢ndolo, aplaz¨¢ndolo y al final se me pas¨® el tiempo. La sociedad exige hijos, cosas, pero no da nada. ?Que qu¨¦ pasar¨ªa si mi marido perdiera el empleo? Pues, un poco de p¨¢nico, ?no?'. La responsable de una ETT local indica que le resulta imposible dar trabajo en una hamburgueser¨ªa a una mujer de 40 a?os.
Cuando la empresa especializada en is¨®topos radiactivos para la que trabajaba anul¨® su contrato con la Policl¨ªnica de Oviedo, el f¨ªsico nuclear Alfredo Vargas pens¨® que era una buena oportunidad para darse un respiro, seguir avanzando en los estudios de Medicina y probarse como cocinero, una faceta que siempre hab¨ªa cultivado. As¨ª que renunci¨® a las plazas en otros puntos de Espa?a que su empresa, una multinacional norteamericana, le ofreci¨® como alternativa. Se hab¨ªa casado con una estudiante de Medicina de Oviedo y ten¨ªan ya dos hijos. Hizo Turismo, en la rama de Cocina, en la Universidad de Pamplona; pero, contra lo que pensaba, las cosas se fueron torciendo fatalmente y en 1983 termin¨® trabajando en Nueva York como cocinero en el hospital Monte Sina¨ª. La muerte de su mujer le oblig¨® a volver a Oviedo para encargarse de sus tres hijos.
Ya no ha vuelto a tener un trabajo estable. Todo lo que encontr¨® a su regreso, en 1989, fueron algunas clases particulares y trabajos eventuales de cocinero, panadero, vendedor de libros, camarero o repartidor, que dif¨ªcilmente le aportan los 840 euros que necesita al mes para mantener a sus tres hijos, todos estudiantes. Tratar de ejercer su profesi¨®n de f¨ªsico nuclear es una ilusi¨®n. 'Me he quedado completamente desfasado, los conocimientos han cambiado much¨ªsimo. Ya no podr¨ªa trabajar ah¨ª'. Alfredo, de 49 a?os, limpia la casa, lava, plancha, hace las compras y cocina.
Desde 1984, Alfredo ha cotizado un total de cuatro a?os. 'En febrero ¨²ltimo', cuenta, 'consegu¨ª finalmente trabajar repartiendo productos de la tierra con una furgoneta. Me pagaban 600 euros, 100.000 pesetas, que era el sueldo que yo ganaba 10 a?os atr¨¢s como cocinero. Para m¨ª ya no hay un contrato que no merezca la pena. Yo le besar¨ªa los pies al que me diera un trabajo'.
El centro de PM 40
En el centro de PM 40 (Parados Mayores de 40 a?os) de Avil¨¦s hay una reacci¨®n 'como de p¨¢nico' cada vez que se recibe una llamada con una oferta particular de empleo. Saben que si se dirigen a ellos es porque en la mayor¨ªa de los casos se trata de ofertas infames que no ser¨ªan de recibo en ninguna otra instancia. Son ofertas del tipo '120 euros al mes por cuidar a un anciano durante ocho horas diarias', explica Blanca Fern¨¢ndez Vald¨¦s, de 58 a?os, presidenta de esta asociaci¨®n. 'Piensan que van a encontrar aqu¨ª a los m¨¢s desesperados, y lo malo es que aciertan. Las mejores ofertas son 240 euros sin seguro ni nada. Y eso que el cuidado de ancianos inv¨¢lidos es un trabajo duro. Mucha gente termina con la espalda destrozada'.
Blanca cree que en ocasiones es necesario que el parado salga a cualquier precio de su aislamiento, aunque sea a trav¨¦s de aceptar ofertas tan denigrantes. 'En seg¨²n qu¨¦ casos, puede ser peor quedarse en casa mirando por la ventana porque el aislamiento termina afectando a la salud. En esta sociedad nuestra', se?ala, 'cuando te falta el dinero, te falta todo, y tambi¨¦n te falta la salud'. Durante los 10 a?os que lleva funcionando, la asociaci¨®n PM 40 de Asturias, creada por tres mujeres y un hombre con la idea de procurarse un trabajo, ha facilitado el trabajo a unas 200 personas. Los nuevos serenos de Avil¨¦s, los empleados en el reciclaje de las basuras y los aparcacoches son los modestos -tan modestos como vitales para quienes gracias a eso han conseguido salir del pozo- yacimientos de empleo que cultiva esta asociaci¨®n, nacida de la precariedad. Nada pueden hacer por los inmigrantes sin papeles que les mandan desde C¨¢ritas.
Hay una palabra que los desempleados pronuncian repetidamente en sus mon¨®logos, una palabra, aparentemente inapropiada, a la que invocan en tono de demanda o de s¨²plica durante sus conversaciones con el periodista. Es la palabra paz, la paz entendida como un asiento m¨ªnimo material, an¨ªmico y afectivo sobre el que poder reconstruir sus vidas desarboladas por la inestabilidad permanente, minadas por la ansiedad. 'Necesito un poco de paz', concluyen, cuando las reflexiones est¨¢n a punto de ara?arles el coraz¨®n y destapar emociones m¨¢s descarnadas. Es la falta de esa paz lo que les impide muchas veces aplicarse eficazmente a la b¨²squeda de un trabajo, adaptarse a los cambios, sacar provecho de las lecturas, conciliar el sue?o, disfrutar de una cerveza con un amigo y de los rayos de sol que ba?an gratuitamente el banco del camino; gozar de un amanecer, de un gesto de cari?o, de un abrazo sincero.
Sobrevivir al reto diario
EL RETO DIARIO de Antonio ?lvarez es subsistir con los 25 euros a la semana que se ha asignado para desplazarse por Madrid, hacer frente a peque?os gastos inevitables y no renunciar enteramente a su 'vicio' del tabaco. 'La clave', subraya, 'est¨¢ en la administraci¨®n perfecta del bonob¨²s'. Hace s¨®lo tres a?os, este licenciado en filolog¨ªa alemana y espa?ola dirig¨ªa a 150 personas en el Departamento de Medio Ambiente de la Diputaci¨®n de Stuttgart (Alemania). Ganaba 2.400 euros netos al mes y viajaba frecuentemente a Francfort, M¨²nich y Berl¨ªn para asistir a la ¨®pera y el teatro, sus dos grandes pasiones. A sus 47 a?os y soltero, ten¨ªa un horizonte asegurado. Viv¨ªa muy bien, sin m¨¢s problema que el gusanillo nost¨¢lgico del regreso a la Espa?a natal que sus padres tuvieron que abandonar cuando ¨¦l ten¨ªa nueve a?os. 'Decid¨ª volver cuando murieron mis padres porque sent¨ªa que me faltaba algo y supuse que ser¨ªa la a?oranza de mi pa¨ªs, la necesidad de una forma de vida m¨¢s c¨¢lida que la alemana'. Hoy vive de la caridad, como dice ¨¦l, alojado en casa de una t¨ªa y de su prima tambi¨¦n desempleada. 'No sospechaba que la Espa?a que crece por encima de la media europea pudiera darme este trato. Tengo una vasta cultura y experiencia en el mundo de la empresa. Soy biling¨¹e en alem¨¢n y espa?ol, hablo bien ingl¨¦s y s¨¦ italiano, holand¨¦s y algo de sueco. ?De qu¨¦ me sirve todo esto en una sociedad que niega el pan y la sal a los mayores de 40 a?os? No hace mucho intent¨¦ que me dieran un trabajo en la limpieza. 'Caballero, ?c¨®mo va a hacer de interino con su curr¨ªculo y sus t¨ªtulos?', me dijo la empleada de la ETT. '?Y de qu¨¦ quiere que viva?', le contest¨¦ yo'.La jornada de Antonio empieza temprano. Se ha vuelto insomne. Ahora cuenta las horas hasta que dan las seis y es que le ha salido una clase de alem¨¢n a primera hora con una persona amiga en otro punto de la ciudad. 'Queda lejos, pero voy andando porque as¨ª me ahorro el autob¨²s. Cuando vuelvo a casa, leo los anuncios aunque s¨¦ con lo que me que voy a encontrar: ofertas para profesionales j¨®venes y telemarking, vender cosas que yo no comprar¨ªa y que todo lo m¨¢s, trabajando a tope, te permiten sacar entre 360 y 480 euros. De todas formas, como no quiero perder la esperanza sigo contestando y mandando curr¨ªculos. ?El Inem? Me han propuesto dos cosas en tres a?os. La primera vez me encontr¨¦ con que la plaza ya estaba ocupada cuando llegu¨¦ a la empresa; en la segunda empresa result¨® que en realidad no necesitaban a nadie. Al principio me dieron una ayuda temporal de retorno de 312 euros y ahora estoy cobrando 336 euros de paro porque trabaj¨¦ durante un a?o para una academia de ingl¨¦s que cerr¨®. Redondeo el subsidio con clases particulares, en negro, por supuesto, hasta llegar a los 900 euros o as¨ª.Est¨¢ pasando unos a?os 'infames', sorteando a duras penas la depresi¨®n. 'Durante el primer a?o piensas que hay un cierto horizonte; en el segundo compruebas que la perspectiva se cierra, y en el tercero ya lo ves todo negro. Ahora los signos positivos ya no me producen alegr¨ªa porque creo que he perdido la esperanza'.
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