El equilibrio de poderes
Al inicio del siglo XXI los Parlamentos siguen siendo piezas insustituibles para la organizaci¨®n y funcionamiento de los sistemas democr¨¢ticos propios de las sociedades desarrolladas. En Espa?a, las Cortes Generales tienen una configuraci¨®n constitucional que las dotan de una especial relevancia institucional: representan al pueblo en el que reside la soberan¨ªa nacional y del que emanan los poderes del Estado. Nuestro Parlamento tiene, pues, una trascendente funci¨®n legitimadora de otros ¨®rganos e instituciones p¨²blicas, de ah¨ª que su funcionamiento sea una cuesti¨®n de especial importancia que interese tanto a los pol¨ªticos como a los ciudadanos. Pero no se debe olvidar que nuestros constituyentes decidieron abandonar el mito de la soberan¨ªa parlamentaria a ultranza para contribuir a un sistema equilibrado de poderes, en el que el papel del Legislativo es central pero no omnicomprensivo, ni pretende oscurecer -y mucho menos subordinar- al Ejecutivo.
En las consultas generales elegimos no s¨®lo a nuestros parlamentarios, sino tambi¨¦n a un determinado Gobierno con un programa pol¨ªtico. Bien es verdad que para poder llegar a formar Gobierno resulta indispensable la confianza expl¨ªcita del Congreso, inicialmente y durante todo el mandato parlamentario. Pero la legitimidad democr¨¢tica de la funci¨®n ejecutiva no cabe aislarla de la voluntad popular. La Constituci¨®n no trat¨® tanto de reforzar las funciones tradicionales que suelen encomendarse al Parlamento con el prop¨®sito de que recuperara una antigua preeminencia, como de precisar la posici¨®n que debe ocupar dentro de nuestro sistema pol¨ªtico institucional.
?ste es el verdadero sentido de la frase "el Parlamento debe ser el centro de la pol¨ªtica nacional". Con ello se quiere mantener que las Cortes Generales deben facilitar la integraci¨®n de las distintas fuerzas pol¨ªticas y sociales, y servir para poner en marcha los mecanismos de resoluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos que emerjan en la sociedad espa?ola. As¨ª se consigue aumentar el apoyo y respeto social a las principales instituciones del Estado, contribuyendo a una labor de legitimaci¨®n de todo nuestro sistema pol¨ªtico. Por supuesto que el Gobierno queda sometido a las reglas parlamentarias tanto para la elaboraci¨®n de las leyes como para el control por parte de la oposici¨®n. Y es esta funci¨®n de control la que suele quedar m¨¢s afectada por la tensi¨®n dial¨¦ctica -inevitable a veces- entre quienes gobiernan y quienes constituyen la oposici¨®n parlamentaria.
?sta, como es l¨®gico y natural, quiere dejar de serlo y convertirse en Gobierno en las siguientes elecciones. Para ello cuenta con una serie de instrumentos para criticar la actuaci¨®n gubernamental en sede parlamentaria, y desgastarle para que pierda credibilidad ante el electorado. Pero tambi¨¦n hay que entender que el Gobierno y el grupo parlamentario que lo apoya no se crucen de brazos ante esta actitud de la oposici¨®n, y asimismo utilicen esos medios parlamentarios para ofrecer su versi¨®n de los hechos y demostrar que est¨¢ cumpliendo cabalmente sus compromisos. El planteamiento de que el control parlamentario al Gobierno debe ser monopolio de la oposici¨®n es una postura doctrinal interesada, pero sin arraigo en democracias parlamentarias similares a la nuestra.
Lo que tampoco deber¨ªa hacer la oposici¨®n es jugar al maniqueo para conseguir la patrimonializaci¨®n del Parlamento mediante el c¨®modo y falso t¨®pico de que el Gobierno da la espalda a las C¨¢maras. ?Se puede hacer seriamente y con rigor esta afirmaci¨®n cuando -s¨®lo en lo que va de Legislatura y a t¨ªtulo de ejemplo- el Gobierno ya ha comparecido en 767 ocasiones ante los Plenos o Comisiones del Congreso y del Senado, ha contestado a 3.725 preguntas orales y m¨¢s de 51.000 por escrito y, por primera vez, las C¨¢maras examinan previamente a quienes han de ser nombrados miembros de ¨®rganos constitucionales? ?No cabr¨ªa imputar esta falta de respeto a la propia oposici¨®n cuando su l¨ªder se levanta como p¨¢rvulo que hace una piller¨ªa para intervenir en el debate de los Presupuestos, o cuando pretende limitar la facultad que tiene el Senado de enmendar los proyectos de ley enviados por el Congreso?
Todo lo dicho no impide que se puedan buscar f¨®rmulas de perfeccionamiento de los instrumentos de control parlamentario al Gobierno. Pero lo que siempre ser¨¢ dif¨ªcil que admita el Gobierno -no ¨¦ste, sino cualquier Gobierno- es extender sin l¨ªmite las actuales f¨®rmulas de control o reconocer otras nuevas que sean extempor¨¢neas en nuestra cultura parlamentaria consolidada. M¨¢xime, y este s¨ª es el caso actual, cuando el Gobierno est¨¢ siendo m¨¢s que fiel cumplidor de todas las previsiones reglamentarias. El Parlamento espa?ol, a pesar de todos los lamentos interesados, goza de buena salud y no necesita de ning¨²n salvador. Aunque se vista de Cromwell.
Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz es secretario de Estado de Relaciones con las Cortes.
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