"Para estas Navidades, carb¨®n l¨ªquido"
Rabia, tristeza y resignaci¨®n entre los mariscadores que se quedan sin trabajo en la ¨¦poca m¨¢s productiva
Las pe?as del cabo de O Roncudo revientan del percebe famoso en Galicia entera. Juan Jos¨¦ Gonz¨¢lez, Maso para todo el pueblo de Corme, se agacha en la primera roca que encuentra y arranca un pu?ado. "?M¨ªralos, qu¨¦ gordos!", exclama mirando para su colega Suso Lista. "?stos se iban a pagar a 14.000 pesetas el kilo". Pero esos percebes que rebosan carne ya no sirven para nada. Una tenue pel¨ªcula de color cobrizo los cubre de arriba abajo. "F¨ªjate cuando viene el mar", dice Lista. "Ya no abren la u?a. Est¨¢n medio muertos". Para descubrir la causa s¨®lo hay que fijarse en las pe?as m¨¢s metidas entre las olas, que ahora parecen grandes bloques de asfalto.
Nadie en Corme hab¨ªa tocado un percebe de O Roncudo desde el verano, a la espera de que llegasen bien crecidos a diciembre, cuando los precios se disparan. "Ya sabemos lo que nos traer¨¢n los Reyes estas navidades: ?carb¨®n l¨ªquido!", sentencia Lista. Si en la temporada baja un kilo se paga a 3.000 pesetas, a finales de a?o llega hasta las 15.000. Y durante una semana, cada percebeiro puede recoger hasta seis kilos por d¨ªa. La campa?a de Navidad es indispensable para unos mariscadores atados a una precaria econom¨ªa de subsistencia. "Es ahora cuando se hacen cuatro duros", explica Maso. "El resto del a?o, sacas lo justo, y algunos meses, ni para salir de marcha el fin de semana".
Los datos oficiales dan la raz¨®n a Maso. El centenar de mariscadores censados en la cofrad¨ªa de Corme no factura m¨¢s que 100 millones de pesetas al a?o. Y la quinta parte se recauda s¨®lo en la semana de Navidad. Cuando Maso y Lista se enteraron el s¨¢bado de que el fuel del Prestige hab¨ªa alcanzado la costa y o¨ªan a la gente gritando "?qu¨¦ desgracia!" por todas las esquinas del pueblo, no quisieron ni acercarse a O Roncudo. Ayer por la ma?ana, con el drama m¨¢s digerido, sucumbieron a la tentaci¨®n. Los dos son solteros y relativamente j¨®venes, de los pocos que no se han ido lejos de casa. Sentados sobre una roca, s¨®lo les queda refugiarse en la iron¨ªa y esperar a que llegue el subsidio de la Xunta. "El mayor ingreso de este pueblo son las pensiones de jubilaci¨®n. Ahora, tambi¨¦n nosotros somos jubilados", concluyen ahogando una carcajada. Como a otro millar de mariscadores y pescadores de bajura de la Costa da Morte, el Prestige' los ha varado en tierra por una larga temporada.
En los d¨ªas normales, el puerto de Laxe est¨¢ a primera hora de la tarde en plena actividad, a la espera de que empiecen a llegar los barcos con las capturas del d¨ªa. Pero ayer no hab¨ªa los camiones de costumbre y la lonja permanec¨ªa abierta de par en par mostrando un paisaje vac¨ªo. Los pescadores y algunas de sus mujeres se arrimaban a la barandilla que da al mar, discutiendo a voces sobre su futuro. En cuanto aparecen los periodistas, la indignaci¨®n se desata. Tres barcos han quedado excluidos de las ayudas de la Xunta porque no cumplen la condici¨®n de faenar con las llamadas artes menores. Se supone que los que usan la volanta, como ellos, pescan en altura, pero estos tres buques de Laxe no salen de la costa, donde capturan merluza, abadejo o jurel. "El viernes salimos al mar y alzamos los aparejos llenos de petr¨®leo. Eso puede inutilizar una red que cuesta tres millones de pesetas", comenta Manuel Toja, incapaz de contener la ira. "Nos dicen que podemos faenar igual, pero ?qui¨¦n nos va a comprar este pescado? ?C¨®mo le voy a dar de comer a mis dos hijas? ?Y c¨®mo le explico yo al banco que no puedo pagar la hipoteca? No vuelvo a votar en mi vida. Aqu¨ª, meten al capit¨¢n del petrolero en la c¨¢rcel, pero nadie m¨¢s se hace responsable".
En medio del barullo, pasa un vecino y dice a modo de saludo: "Tendremos que re¨ªrnos un poco, porque si no...". Estalla una carcajada general, pero el ambiente est¨¢ muy caldeado y ahora les toca desahogarse a las mujeres. Son Teresa, Julia, Tocha y Bego?a, esposas de pescadores y rederas, trabajadoras aut¨®nomas que cada tarde bajan al puerto a recoger el aparejo para su mantenimiento diario. A ellas tampoco les alcanzan las ayudas. "?Qu¨¦ pobreza para la Costa da Morte! ?Por qu¨¦ nos toca siempre tanta negrura?", murmura Julia. "?Somos tan sufridos!", suspira Teresa. A Julia se le humedecen los ojos: "?C¨®mo es posible que sigan pasando esos demonios de petroleros por delante de nosotros? Esto ha arruinado a todo el pueblo, que no vive de otra cosa: los pescadores, nosotras, los que venden el hielo, los transportistas, los comercios, los bares...".
En O Roncudo, casi todas las piedras tienen nombre, y algunas se lo deben al percebeiro que se llev¨® el mar mientras trabajaba en ellas. Suso Lista y Maso perdieron un compa?ero hace tres meses. "Lo ¨²ltimo que vimos de ¨¦l fueron sus zapatos", recuerdan. Aunque saben que su vida siempre est¨¢ en juego, eso es ahora lo que menos les preocupa: "Peleamos contra el mar, contra la burocracia y contra los petroleros. Pero el mar, por lo menos, nos tiene avisados".
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