Los m¨¢s duros del equipo
Altos cargos de la Administraci¨®n Bush defienden atacar a Irak, desestabilizar a Siria y que Israel reocupe los territorios palestinos
El convencimiento de que la guerra contra Irak es inevitable y que puede ocultar el deseo de llegar a un nuevo dise?o de Oriente Pr¨®ximo se extiende en medios no s¨®lo ¨¢rabes, sino tambi¨¦n europeos y norteamericanos. Lo que causa m¨¢s impresi¨®n no es s¨®lo la coherencia y el gran activismo que despliegan en Washington los defensores de estas propuestas, que se podr¨ªan integrar en el llamado "nuevo conservadurismo americano", sino, sobre todo, la enorme presencia que han alcanzado, por primera vez en la historia, en una Administraci¨®n estadounidense, la de George W. Bush.
Miembros relevantes de este grupo llevan a?os defendiendo en conferencias y documentos que se ataque a Irak y se desestabilice a Siria e Ir¨¢n. Dos de ellos, Richard Perle y Douglas Feith, actuales presidente del Consejo de Pol¨ªtica de Defensa y subsecretario de Defensa para asuntos pol¨ªticos, respectivamente, estuvieron en el origen de un documento titulado A clean break, que caus¨® conmoci¨®n en 1996. Fue presentado por el Institute for Advanced Strategic and Political Studies, de Jerusal¨¦n, a Benjam¨ªn Netanyahu, e instaba a Tel Aviv a romper los acuerdos de Oslo.
El subsecretario de Defensa apoy¨® en 1996 que Netanyahu rompiera los acuerdos de Oslo
Perle: "Es imposible reclamar la victoria en la guerra antiterrorista si Sadam sigue en Irak"
George W. Bush dispone de un gran margen de maniobra dentro de su propia Administraci¨®n
El documento, que puede ser consultado en la web del Instituto (www.israeleconomy.org), propone claramente que Israel se deshaga de Yasir Arafat y vuelva a ocupar militarmente, y sin dudar un segundo, los territorios de Gaza y Cisjordania.
Furiosos cr¨ªticos de Isaac Rabin y de Bill Clinton, Perle y Feith consideraron terrible la pol¨ªtica de "paz por territorios", incluida la paz con Siria a cambio de las alturas del Gol¨¢n, y aseguraron que Israel ten¨ªa reclamaciones territoriales leg¨ªtimas y que deb¨ªa conservar siempre el derecho de persecuci¨®n dentro de las ¨¢reas controladas por los palestinos. Netanyahu ignor¨® en aquel momento las recomendaciones de A clean break, pero siempre mantuvo las relaciones con Perle y Feith y ha acogido ahora con alborozo su nueva y gran influencia en Estados Unidos.
La preocupaci¨®n por el trabajo que realizan Perle, Feith y otros miembros del grupo en el entorno de la Casa Blanca ha sido resaltado incluso por personalidades como Martin Indyk, que fue en dos ocasiones embajador de Estados Unidos en Israel y que colabor¨® en los ¨²ltimos esfuerzos de Clinton para lograr un acuerdo basado precisamente en "paz por territorios".
Indyk, en un reciente trabajo para el Instituto Internacional de Estudios Estrat¨¦gicos, firmado junto con Philip Gordon y Michael O'Hanlon, critica las teor¨ªas de este grupo: creen, dice, que Estados Unidos no tiene que preocuparse por la paz entre Israel y los palestinos, sino que debe provocar primero el derrocamiento de Sadam Husein como la llave para el proceso de paz posterior en Oriente Pr¨®ximo. Pero, advierte el ex embajador, esta teor¨ªa es muy peligrosa porque aun aceptando que derrocar a Sadam tendr¨ªa una extraordinaria influencia en el actual equilibrio de poderes en el mundo ¨¢rabe y beneficiar¨ªa los intereses de Washington, hacerlo sin enfriar previamente el conflicto entre Palestina e Israel acarrear¨ªa graves consecuencias a pa¨ªses aliados y amigos de Estados Unidos.
La creciente influencia de Perle y Feith, un abogado cum laude por Harvard, gran especialista en temas de desarme, se apoya b¨¢sicamente en la fuerza del d¨²o formado por el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Son ellos quienes han llevado tambi¨¦n a altos cargos del Pent¨¢gono y de otros departamentos de Washington a destacados representantes de la derecha religiosa, tanto jud¨ªa extremista como cristiana fundamentalista. Entre ellos, el brillante y bien conocido vicesecretario de Defensa, Paul Wolfowitz; el secretario de Defensa adjunto para asuntos de seguridad internacional, J. D. Crouch, y el n¨²mero tres del Departamento de Estado, John R. Bolton.
J. D.(iniciales de Jack Dyer) Crouch, profesor de la Universidad de Misuri y antiguo miembro del equipo de Dick Cheney con Bush padre, es un gran defensor de la necesidad de atacar Corea del Norte para destruir sus instalaciones nucleares. Es tambi¨¦n contrario, como Feith, a que Estados Unidos se ate las manos con acuerdos internacionales sobre armas qu¨ªmicas y, seg¨²n recogi¨® The Washington Times (29 de abril de 1999), mantiene posiciones extraordinariamente conservadoras sobre la familia y la educaci¨®n: la violencia escolar aparece, dijo, cuando "se saca a Dios de las escuelas y a mam¨¢ de los hogares".
Bolton, subsecretario para control de armamento y seguridad internacional, es, por su parte, un protegido del famoso senador Jesse Helms, y fue recomendado por Cheney a Colin Powell. Procede del ultraconservador American Enterprise Institute y est¨¢ considerado tan extremista y tan opuesto a la mayor¨ªa de los tratados internacionales que su nombramiento fue uno de los m¨¢s controvertidos. Fue confirmado por el Senado s¨®lo por 57 votos contra 43. Bolton lleg¨® a decir que Naciones Unidas no exist¨ªa: "Existe una comunidad internacional que puede ser liderada por el ¨²nico poder real que existe en el mundo, Estados Unidos".
Detr¨¢s de todos ellos se encuentra el ya mencionado Richard Perle, el hombre que en la ¨¦poca de Reagan adquiri¨® el mote de Pr¨ªncipe de las Tinieblas por sus maniobras para hacer descarrillar los acuerdos con Rusia sobre control de armamento nuclear. Ahora es el presidente del Consejo de Pol¨ªtica de Defensa, un organismo independiente que asesora al ministro, su ¨ªntimo amigo Donald Rumsfeld, y por cuyo trabajo no cobra un salario oficial.
Perle pertenece al consejo de direcci¨®n del peri¨®dico Jerusalem Post y lleva a?os vinculado a uno de los conglomerados de prensa m¨¢s importantes del mundo, la multinacional canadiense Hollinger. No ser miembro de la Administraci¨®n le permiti¨® firmar, junto con otros famosos neoconservadores como William Kristol, Francis Fukuyama o Robert Kagan, la famosa "Carta al presidente", de 20 de septiembre de 2001, solicitando medidas contra Irak y contra Siria si no romp¨ªa inmediatamente sus relaciones con Hizbol¨¢.
El presidente del CPD, que tiene despacho en el Pent¨¢gono y acceso a todo tipo de informaci¨®n confidencial, es famoso por su formidable dial¨¦ctica y la rotundidad de sus opiniones. Hace un a?o declar¨® ante la cadena de televisi¨®n PBS: "Vamos a ir contra Irak porque es imposible reclamar la victoria en la guerra contra el terrorismo mientras que el hombre que apoya el terror contin¨²a en el poder en Irak". E insisti¨®: "Llegar¨¢ la hora de Irak. Llegar¨¢, porque si no fuera as¨ª, terminar¨ªamos la guerra contra el terrorismo sin una victoria". Y cuando el periodista le pregunt¨® si detr¨¢s ir¨ªan Ir¨¢n y Siria, Perle contest¨®: "Si destruimos a los talibanes y destruimos el r¨¦gimen de Sadam, el mensaje para los otros est¨¢ claro: el pr¨®ximo eres t¨². Dos palabras [you're next] que son una diplomacia muy eficiente".
La presencia de este equipo (Perle, Feith, Crouch, Bolton) en altos cargos de la Administraci¨®n de Bush ha provocado un alud de cr¨ªticas no s¨®lo en Siria o Ir¨¢n, sino tambi¨¦n en Arabia Saud¨ª, Egipto o el Reino Unido. Incluso hay algunas voces, muy aisladas, entre los propios jud¨ªos que denuncian que A clean break puede terminar convirtiendo a Israel en el futuro en un mercenario de Estados Unidos, obligado a defender los intereses de su seguridad nacional en las zonas petrol¨ªferas del ¨¢rea.
"El amoroso abrazo de los americanos ayuda ahora a los objetivos israel¨ªes cara a los palestinos, pero ese amor puede ser en el futuro causa de graves problemas para nosotros. Uno de ellos, es la inestabilidad en la regi¨®n", escribi¨® el pasado mes de septiembre Alex Fishman en el diario israel¨ª Yediot Ahronot. "Detr¨¢s de todo esto", recelaba Fishman, "hay un plan m¨¢s grande de lo que pensamos y que no necesariamente nos har¨¢ felices".
La pregunta es casi siempre la misma: ?hasta qu¨¦ punto las opiniones de este grupo de halcones han sido asumidas por Condoleezza Rice, la poderosa y dura asesora para temas de seguridad de Bush y por el propio presidente? Nadie duda de que George W. Bush es un presidente con un extraordinario margen de maniobra personal y con una gran capacidad para moverse entre los distintos sectores de su Administraci¨®n. Bush II tiene probablemente m¨¢s poder personal que el que tuvo su padre, originado en el hecho de que ha demostrado al Partido Republicano que es ¨¦l quien recauda dinero, quien arrastra a los electores y quien conserva la popularidad.
?Hasta qu¨¦ punto permite Bush que las iniciativas de quienes forman este grupo se contrarresten con las opiniones mucho m¨¢s matizadas del secretario de Estado, Colin Powell, o de conocidos republicanos como Brent Scowcroft o James Baker? ?Quienes asesoraron a Bush padre e impusieron sus criterios sobre lo que entonces era una minor¨ªa pueden quedar ahora arrinconados? Y sobre todo, ?la guerra contra Irak contagiar¨¢ inevitablemnte a Siria e Ir¨¢n? Los aliados europeos deber¨ªan escuchar con m¨¢s atenci¨®n a Tony Blair y su decidida apuesta, defend¨ªa en un reciente editorial The Financial Times. Es mejor estar dentro e intentar influir a Bush y sobre todo, es mejor sentarse a la mesa en el caso, nada improbable, de que estos proyectos vayan adelante,
"Estados Unidos va a poner en marcha la remodelaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo m¨¢s importante desde que franceses y brit¨¢nicos parcelaron la zona, tras la guerra del 14", predice el periodista brit¨¢nico Robert Fisk. "La met¨¢stasis del conflicto una vez que las tropas norteamericanas est¨¦n en Irak es inevitable: un Irak d¨¦bil favorece a Ir¨¢n y antes o despu¨¦s Estados Unidos tendr¨¢ que lidiar con eso", asegura Michael Ledeen, del American Enterprise Institute y una de las principales firmas de la National Review. "Mejor que sea pronto", a?ade.
No todos comparten, sin embargo, esa visi¨®n en Estados Unidos. El analista Michael Young considera que en los medios pol¨ªticos y acad¨¦micos existe un debate mucho m¨¢s importante de lo que creen los europeos y una resistencia muy superior a la que imaginan frente a lo que llama "la tentaci¨®n hegem¨®nica" de los halcones civiles del Pent¨¢gono. "Los norteamericanos nunca han querido un imperio", asegura. Y, sobre todo, conf¨ªa en que Bush no haya tomado todav¨ªa una decisi¨®n sobre Oriente Pr¨®ximo.
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