La bota y el botiqu¨ªn
Los depauperados titanes de Vicente del Bosque abandonan precipitadamente el botiqu¨ªn para viajar a Barcelona. Esta vez, el cuadro blanco es un cuadro cl¨ªnico. Con sus ri?ones al rojo vivo, Zidane, el nuevo rey del lumbago, consigue estirarse un poco entre pinchazo y pinchazo. Dividido entre el ¨¢rea y el retrete, Ra¨²l se repone de sus des¨®rdenes g¨¢stricos, maldice para siempre los laxantes y gana peso libra a libra. Muy cerca, en el contraluz del gimnasio, Ronaldo pierde peso gramo a gramo, rompe con la b¨¢scula y con los hidratos de carbono, y hace un definitivo intento de reconocer en el orondo tipo de madera que le mira desde el espejo al exuberante deportista de goma que lleg¨® de Brasil. Al fondo, en la banda derecha, Figo trata de deshacerse de su pesimismo portugu¨¦s, de su bota ortop¨¦dica y del miedo a la venganza catalana. Mientras Hierro cuida lo mejor que puede su tobillo de corcho, su asistente Makelele, tan cargado de cartas y paquetes como de costumbre, no puede con su alma. En realidad tiene pocas razones para lamentarse; como abnegado centrocampista arrastra la fatiga del repartidor, pero el problema de su socio Cambiasso es mucho m¨¢s grave: todo indica que ha sufrido un nuevo ataque de amnesia.
Por si faltasen penas, distintas figuras de la casa padecen los efectos del llamado virus FIFA, ese corrosivo microbio que suele atacar cuando alguien se salta los husos horarios: unos acusan el jet lag, otros viven en un interminable bostezo y el resto de la compa?¨ªa muestra visibles s¨ªntomas de desorientaci¨®n. Se dir¨ªa que son los ¨²ltimos supervivientes de una epidemia. M¨¢s que pretendientes al Bal¨®n de Oro parecen portadores del bal¨®n de plomo.
Por imperativos de mercado y de calendario, estos chicos bajos en calor¨ªas deben jugar ma?ana el primero de los seis o siete partidos del siglo. Puesto que no queda tiempo para reponerse ni para entregarse, s¨®lo pueden compensar la depresi¨®n con un argumento: si consideramos indistintamente la ausencia de Luis Enrique y la peste viajera que tambi¨¦n han soportado Saviola, De Boer, Reiziger, Cocu, Bonano o Kluivert, ambos equipos partir¨¢n con una misma desventaja.
Es probable sin embargo que, a falta de tono muscular, todos nuestros fr¨¢giles campeones, los blancos y los blaugrana, tengan el coraz¨®n caliente y el orgullo intacto, as¨ª que al menos este derbi de convalecientes ofrecer¨¢ el morboso encanto de los duelos al borde en la extenuaci¨®n. En los primeros minutos quiz¨¢ podamos apreciar alguna distancia de disciplina y libertad entre la libreta de Van Gaal y la pizarra de Del Bosque; la misma que media entre un dibujo y una tabla de logaritmos. Pero finalmente toda especulaci¨®n ser¨¢ vana.
Como siempre, el desenlace llegar¨¢ cuando aparezcan juntas la fuerza del talento y la fuerza de voluntad.
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