Chirac y Fischer, a su aire
Todos los l¨ªderes callaron cuando entr¨® Bush; Berlusconi le dio las gracias; y Fischer y Straw pelearon en la cumbre
Diecinueve jefes de Estado y de Gobierno, reunidos en torno a una enorme mesa redonda de madera con 38 ministros y m¨¢s de 200 colaboradores para decidir la hist¨®rica ampliaci¨®n de la OTAN, proyectan una imagen de solemnidad que a veces no se corresponde con las an¨¦cdotas que all¨ª se viven. Ocultas habitualmente a las c¨¢maras de televisi¨®n, ayer en Praga s¨ª fueron observadas directamente por un grupo de periodistas invitados de forma excepcional a la primera hora de ronda completa de intervenciones. Ver a Joschka Fischer, ministro alem¨¢n de Exteriores, repasar un amplio resumen de prensa mientras hablan los l¨ªderes, o hacer lo propio con una revista el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, son im¨¢genes inusitadas.
Entre las 45 personas sentadas en primera fila, s¨®lo dos mujeres: Palacio y Lydie Polfer
En los minutos previos a la sesi¨®n, y antes de que llegaran los l¨ªderes, los ministros de Exteriores y Defensa se saludaban y charlaban amigablemente entre ellos. Menos el brit¨¢nico Jack Straw y el alem¨¢n Fischer, que gesticulaban con aparente cierto enfado o al menos apasionamiento. ?Hablaban de Irak, un asunto en el que evidentemente discrepan? Fischer levantaba la mano derecha e iba enumerando, dedo a dedo, sus razones: uno, dos, tres... "No, no, no", se le oy¨® responder a Straw, quien levantaba sus dos manos extendidas ante la cara del alem¨¢n: "Para, para, que no es eso", parec¨ªa decirle.
Entre charla y charla, lleg¨® el primer l¨ªder, el jefe del Gobierno belga, Guy Verhofstadt, el ¨²nico puntual, que se agarraba el codo derecho, a¨²n dolorido por el atropello que sufri¨® el mes pasado cuando circulaba en bicicleta. Cinco minutos despu¨¦s se hizo el silencio. No era para menos. Entraba el l¨ªder m¨¢ximo, George W. Bush, recibido con sonrisas por los secretarios de Estado y Defensa, el moderado Colin Powell y el halc¨®n Ramsfeld. Bush s¨®lo salud¨® a su amigo y fiel aliado Tony Blair, sentado a su derecha, y a Javier Solana, situado a su izquierda.
Seguramente, Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano, sentado casi enfrente de Bush, demasiado lejos, ech¨® de menos que el l¨ªder estadounidense tambi¨¦n le dirigiera un personal saludo afectuoso. As¨ª se desprendi¨® de las palabras que el primer ministro italiano le dirigi¨® unos minutos despu¨¦s: "Gracias, presidente Bush; gracias a su gran democracia y a su pueblo". Entonces, Bush le dirigi¨® un leve saludo con una mano.
Menos atento a los detalles pareci¨® estar el secretario general de la OTAN, George Robertson, que fue dando la palabra por riguroso orden..., pero se olvid¨® de Portugal. Uno de sus ayudantes le avis¨® al final y, evidentemente azorado, pidi¨® excusas y dijo, mirando al primer ministro luso, Jose Manuel Dur?o Barroso: "Mis tres a?os en este puesto han debido afectar a mi sentido del protocolo".
Quien s¨ª protagoniz¨® los detalles m¨¢s brillantes fue, una vez m¨¢s en este tipo de reuniones, el presidente de la Rep¨²blica Checa, Vaclav Havel. Regal¨® un decorativo y art¨ªstico mazo a Robertson para dar la se?al del comienzo de las reuniones y se refiri¨® as¨ª al feo edificio donde se celebra la cumbre, usado en su d¨ªa para los actos propagand¨ªsticos del r¨¦gimen comunista checo: "Este palacio representa m¨¢s bien una repugnante reliquia del sistema totalitario y de sus oscuras ideas. Conf¨ªo en que los que aqu¨ª hablen no se dejen llevar por la atm¨®sfera del edificio".
En torno a la mesa, y en primera l¨ªnea, se situaron 43 personas: los l¨ªderes, sus ministros de Exteriores, Robertson, Solana y tres colaboradores del secretario general. De ellas, s¨®lo dos mujeres: las ministras de Espa?a y Luxemburgo, Ana Palacio y Lydie Polfer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.