Melancol¨ªa y espect¨¢culo
Cuando uno se adentra en el espacio principal de la galer¨ªa, lo primero que llama la atenci¨®n en esta muestra de Curro Gonz¨¢lez (Sevilla, 1960) es la presencia de dos grandes pinturas de m¨¢s de cinco metros de ancho por entre metro y medio y casi tres de alto. Una de ellas se titula El melanc¨®lico; la otra, Parada ciega.
Si seguimos los m¨¦todos del viejo Fil¨®strato y practicamos la ekphrasis o descripci¨®n de im¨¢genes, podr¨ªamos decir lo siguiente: la primera representa a un individuo subido a lo m¨¢s alto de un edificio, una cornisa desde la que se puede ver ah¨ª abajo el abismo de toda una gran ciudad nocturna (muchas luces, calles, rascacielos, imag¨ªnense). Podr¨ªa creerse que ese melanc¨®lico est¨¢ pensando en lanzarse al vac¨ªo a causa de su insuperable melancol¨ªa. Pero ser¨ªa una falsa impresi¨®n. Por un lado, el personaje esgrime una linterna (y nadie se suicida provisto de una linterna); por otro, la pintura es una especie de libre recreaci¨®n de la c¨¦lebre Melancol¨ªa de Durero (por eso aparecen, como volando, los m¨¢s diversos objetos ir¨®nicamente equivalentes a los que Durero represent¨® como acompa?antes del melanc¨®lico: un perro, un reloj, una esfera, unos instrumentos de carpinter¨ªa...).
PARADA MELANC?LICA
Curro Gonz¨¢lez Galer¨ªa Tom¨¢s March Aparisi y Guijarro, 7. Valencia Hasta el 10 de diciembre
A su lado, en la otra gran pintura podemos ver a una especie de multitud humana reunida a la espera de no se sabe qu¨¦ clase de espect¨¢culo. En este caso, lo curioso es que ninguna de las figuras tiene ojos. Esto podr¨ªa parecer siniestro. Pero no lo es del todo. Se trata de gente esperando que suceda algo (para proveerse de la mirada de la que carece). Eso que podr¨ªa suceder es lo que se ilustra en el resto de las obras que el artista presenta: una parada circense (monstruos, animales, juegos malabares, catafalcos ocupados por tipos raros) acompa?ada de referencias a desfiles en los que se invocan los de una especie de distorsionada disneylandia del pasado.
Como bien sugiri¨® Walter Benjamin hace ya mucho tiempo, ¨¦ste ser¨ªa el mundo del rat¨®n Mickey (met¨¢fora del sujeto del presente): "Una existencia llena de prodigios". El espect¨¢culo universal como inevitable contrapartida de la justa melancol¨ªa, o el universo de la pasividad. O m¨¢s sencillamente: ver para no creer.
La anterior exposici¨®n de Curro Gonz¨¢lez en la galer¨ªa Joan Prats de Barcelona (Strange Fruit) era negra, sombr¨ªa. Y con raz¨®n. ?sta no lo es tanto, pero como si lo fuera.
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