Ocho l¨ªneas de enciclopedia
Tengo ante m¨ª una fotograf¨ªa tomada en Ciudad de M¨¦xico el d¨ªa de Santa Cecilia de 1979, hace hoy justamente 23 a?os. Un grupo de personas toma otanas en un t¨ªpico restaurante mexicano, lugar de muerte del general Obreg¨®n. Docenas de faroles el¨¦ctricos que penden como machetes nopaleros iluminan un mariachi charro que empu?a violines y trompetas. Un enorme letrero en la pared advierte con fingida cortes¨ªa: "Ev¨ªtenos la pena de negarle el servicio si viene armado". Tapa el letrero, de vez en cuando, una poderosa cabeza a¨²n cubierta de ondulada cabellera, ya blanca, que cobija un ancho rostro en el que campea una rotunda uve que dibujan dos cejas circunflejas y una nariz sensualmente encarnada. La uve ha de ser por fuerza cursiva, pues una l¨ªnea recta la subraya: es el negro bigote colonial, perfilado en blanco, de don Juan. De don Juan Grijalbo Serres, quien celebra esa noche, con sus colaboradores, sus 40 a?os de editor, los que van desde El mot¨ªn del Caine hasta El vampiro de la colonia Roma, primer premio Juan Grijalbo, concedido esa misma tarde. Pero don Juan no acaba de ser feliz. Le falta para ser un gran editor -me dice tras un largo trago de herradura reposado y con una sonrisa de complicidad- publicar una enciclopedia. Le veo venir y me arrepucho. Cuando le digo que ya hay muchas en el mercado, me replica veloz y taimado: "Mire, con las enciclopedias pasa como con los abrigos de pieles, siempre se venden". No me libr¨¦ de su tes¨®n: cuatro a?os m¨¢s tarde, dirig¨ª para ¨¦l el gran Diccionario enciclop¨¦dico Grijalbo (DEG) en seis vol¨²menes, con un prefacio de Jorge Luis Borges, que le hizo inmensamente feliz. Releo ahora la entrada "Grijalbo i Serres, Joan" y veo que s¨®lo le conced¨ª ocho escuetas l¨ªneas y ninguna ilustraci¨®n. Jam¨¢s me lo reproch¨®. En la nota editorial que escribi¨® para el DEG, del que dec¨ªa sentirse orgulloso y satisfecho, declaraba: "Nuestro apoyo al director ha sido total y le hemos demostrado constantemente nuestro entusiasmo dej¨¢ndole absoluta libertad de acci¨®n. No hemos hecho recomendaci¨®n alguna para poner, suprimir o rectificar. El DEG es lo que su director ha querido que sea". As¨ª se comport¨® en su vida profesional: cuando daba su apoyo, lo hac¨ªa sin reparos, cuando se entusiasmaba ante un proyecto dejaba completa libertad para actuar y jam¨¢s impon¨ªa su criterio en cuestiones editoriales. Me dec¨ªa a menudo que su falta de formaci¨®n universitaria le forzaba a ser modesto, y aunque yo le llevaba inmediatamente la contraria desbarrando desaforadamente contra la mediocridad de la Universidad y la sublime estupidez de las minucias que nos ense?aban en ella, ¨¦l respond¨ªa invariablemente, sacudiendo la cabeza: "S¨ª, pero usted fue a la Universidad y yo pas¨¦ de largo". Nunca le hizo falta a don Juan ir a la Universidad: le ense?o, m¨¢s, la necesidad. La que le llev¨®, en buen hora, por el camino de la edici¨®n que, en su caso, fue extenso y fecundo en el tiempo y en el espacio.
Gonzalo Pont¨®n es editor
Babelia
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