Del 'laissez faire' al 'no hacer nada'
TODAS LAS REVOLUCIONES tienen su thermidor: aquel momento en el que las cosas dejan de funcionar. Los socialistas espa?oles lo notaron en dos fases: en 1993, cuando estuvieron a punto de perder las elecciones, y en 1996, cuando las urnas esquivaron definitivamente su fortuna. Ahora es el ciclo del PP. Los sondeos de opini¨®n comienzan en ser sistem¨¢ticos en la detecci¨®n de las tendencias e intenciones de los votantes: la derecha pierde posiciones y aumentan las posibilidades del PSOE.
Hay elementos cualitativos que multiplican la visibilidad del nuevo equipo dirigente socialista. Uno de ellos, muy expl¨ªcito, se dio en la conferencia que The Economist organiz¨® en Madrid sobre el crecimiento econ¨®mico. Dos jornadas, la primera de ellas dedicada a las definiciones de la oposici¨®n, y la segunda al Gobierno. El Ejecutivo, sea el que sea, dispone del Bolet¨ªn Oficial del Estado y no necesita ning¨²n plus m¨¢s para que los empresarios y los ejecutivos -el p¨²blico de ese tipo de conferencias- acuda a escuchar a sus representantes. La oposici¨®n s¨ª necesita otros elementos: la proximidad al poder, la novedad de sus caras o de sus programas, alg¨²n gancho informativo...
En esta ocasi¨®n hubo dos diferencias de forma y una de fondo en la comparecencia del PSOE en The Economist. Las de forma: mayor presencia de un p¨²blico cualificado que otros a?os, y una imbricaci¨®n novedosa de los ponentes, entre dirigentes nuevos y dirigentes cl¨¢sicos. Rodr¨ªguez Zapatero, Jordi Sevilla, Germa Bel, Carme Chac¨®n... se alternaron con los Almunia, Solchaga, J¨¢uregui, etc¨¦tera. Esta novedosa liaison multiplic¨® la efectividad del acto, como resalt¨® euf¨®rico Jorge Sempr¨²n delante de algunos socialistas europeos como Dominique Strauss-Kahn y Peter Mandelson, que hablaron del futuro de la izquierda.
La diferencia de fondo es que de las palabras de Zapatero, Sevilla y dem¨¢s comienzan a atisbarse las l¨ªneas de un futuro programa electoral. No s¨®lo las ¨¢cidas cr¨ªticas al tancredismo de Aznar frente a los problemas crecientes de la coyuntura (reducci¨®n del crecimiento, aumento del paro y de la inflaci¨®n), concretadas en una frase: el Gobierno liberal del PP ha pasado del laissez faire al no hacer nada. La productividad con empleo como modelo de crecimiento, la prioridad a una reforma del gasto p¨²blico sobre la de los ingresos, la insistencia en multiplicar las inversiones en I+D y en educaci¨®n fueron las constantes de las intervenciones socialistas, que han revindicado expl¨ªcitamente, casi un siglo despu¨¦s, al socialdem¨®crata alem¨¢n Eduard Bernstein, que dec¨ªa que el socialismo es el camino, no el final, de una sociedad perfecta.
El crecimiento de la reputaci¨®n del PSOE como alternativa de poder se comprueba en las cr¨ªticas que las palabras de Rodr¨ªguez Zapatero -como condensaci¨®n de las de los dem¨¢s intervinientes- recibieron casi instant¨¢neamente de Aznar y Rodrigo Rato. Mientras Aznar, con la simpat¨ªa que le caracteriza, dec¨ªa que Zapatero ten¨ªa que pasar por primero de Econ¨®micas y manifestaba la imposibilidad de establecer un l¨ªmite al gasto p¨²blico del 40% al mismo tiempo que se proponen iniciativas que aumentar¨¢n dicho gasto, Rato era m¨¢s fino al recordar que el tope del 40% del gasto p¨²blico ya figura en el programa actual del PP. Dos cr¨ªticas a la misma persona y a la misma idea, pero en direcciones contradictorias.
La definici¨®n de Zapatero como globo pinchado cada vez parece corresponderse menos con la realidad. De lo que se trata ahora es de discutir si la coyuntura se parece m¨¢s a la de 1993, cuando el PP se qued¨® con la miel en los labios, o a la de 1996, en la que lleg¨® a La Moncloa. Con los papeles cambiados. Tambi¨¦n veremos en las pr¨®ximas semanas la reacci¨®n del Ejecutivo a esta visibilidad multiplicada, y si es verdad -esta vez es Zapatero quien lo dice de Aznar- que el Gobierno padece "pereza reformista".
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