Familismo
Hace una semana, en Badalona particip¨¦ como invitado a la V Conferencia Nacional de la Joventut Socialista de Catalunya, que aprob¨® las conclusiones de las Mesas de Emancipaci¨®n Juvenil dedicadas a debatir tres grandes cuestiones: formaci¨®n, empleo y vivienda. Ahorrar¨¦ contar el clima de optimismo por la inminencia electoral -aunque no por el actual estado de la juventud- que reinaba all¨ª. Pero s¨ª quiero citar la an¨¦cdota del d¨ªa que centr¨® bromas y veras, desde que Miquel Iceta (portavoz de la ejecutiva del PSC) la record¨® con iron¨ªa en sus palabras inaugurales. Me refiero al anuncio del Gobierno catal¨¢n que se propone aprobar una deducci¨®n impositiva del 1% sobre las aportaciones de los padres para comprar la primera vivienda de sus hijos. El cachondeo fue general, y alguien propuso rizar el rizo demandando completas desgravaciones fiscales para toda familia que costee la dependencia definitiva de sus hijos adultos.
El a?o que viene toca celebrar comicios locales y auton¨®micos. Y como la pol¨ªtica social est¨¢ transferida, se puede contar con que uno de los temas estrella de la pr¨®xima campa?a electoral ser¨¢ la pol¨ªtica familiar. De modo que nos espera una puja al alza por ver qui¨¦n realiza las promesas m¨¢s tentadoras. En esto es el flamante Zaplana quien se lleva la palma, pues no deja pasar d¨ªa sin que aumente su apuesta electoralista. Si abri¨® el mes anunciando una ley de familias numerosas y otra de discapacitados y dependientes, as¨ª como 400.000 plazas en guarder¨ªas, lo acaba de cerrar ofreciendo una subida del 8% en las pensiones de viudedad. El que luego no cuadren las cuentas y las promesas se aplacen sine die apenas importa, pues para eso est¨¢ la contabilidad creativa y la mala uva de Arenas y Aznar. El caso es prometer sea como sea el m¨¢s feliz futuro familiar.
La protecci¨®n a la familia forma parte del ideario conservador, sobre todo en el sur de Europa, dada la inercia del familismo latino-mediterr¨¢neo. Por eso al partido del Gobierno se le hincha la boca con proclamas sobre la familia como "c¨¦lula de estabilidad social y n¨²cleo social b¨¢sico de transmisi¨®n de valores" -seg¨²n reza el programa electoral dirigido por Mayor Oreja que fue presentado a fines de octubre en Sevilla-, proponiendo en consecuencia la devoluci¨®n a la familia -y a la sociedad civil- de las competencias estatales sobre protecci¨®n familiar, que son las m¨¢s bajas de Europa.
Pero semejante familismo resulta contraproducente porque desata una espiral de efectos perversos, entre los que destacan la reproducci¨®n de la desigualdad de oportunidades seg¨²n el origen familiar y el refuerzo de la dependencia familiar de j¨®venes, mujeres y mayores, en detrimento de su autonom¨ªa y libertad personal. As¨ª es como, en el sur de Europa, pertenecer a una familia se hace algo a la vez imprescindible -pues fuera de la familia no hay salvaci¨®n- e inaccesible -pues para acceder a ella hay que pagar un peaje dif¨ªcil de costear-. Semejante paradoja explica que, por su mismo familismo, nuestra sociedad exhiba la tasa m¨¢s baja de fecundidad.
?Y qu¨¦ puede hacer frente a ello la izquierda? ?Contestar con su antifamilismo tradicional? ?O emular a la derecha en su pol¨ªtica neoconservadora de protecci¨®n a la familia? Desde luego, resulta inexcusable potenciar la pol¨ªtica familiar, dado su ¨ªnfimo nivel actual. Pero no una pol¨ªtica de tipo familista, que protege a las familias en detrimento de las personas, sino una pol¨ªtica de ciudadan¨ªa, que proteja los derechos familiares de las personas. Pues los derechos sociales pertenecen a los ciudadanos, no a sus familias. Y por eso la pol¨ªtica familiar no debe centrarse en las familias, sino en los ciudadanos, protegiendo tanto su derecho a formar familia -algo que hoy los j¨®venes espa?oles s¨®lo pueden hacer tras superar m¨²ltiples barreras laborales e inmobiliarias- como a independizarse econ¨®micamente de ella, seg¨²n querr¨ªan hacer si pudieran tantos j¨®venes, mujeres o mayores forzados a permanecer en la dependencia familiar.
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