La m¨¢scara
El pol¨ªtico es un actor. No lo invento: se ha dicho siempre, Arthur Miller lo escribi¨® en un breve ensayo ('Sobre la pol¨ªtica y el teatro', en Al correr de los a?os, Tusquets). Ve a Bush como mal actor, pero tiene votos. En el escenario se ven malos actores que arrastran al p¨²blico. Son otros conceptos del arte los que tienen los votantes. No s¨¦ si ser buen actor (en la pol¨ªtica, en la vida) es lo peor: fingen m¨¢s, parece m¨¢s verdad su papel, traicionan mejor. El carisma debe ser eso. Ahuecar la voz: ser un personaje (de "personar", resonar: la m¨¢scara como instrumento, altavoz preelectr¨®nico). Aznar tiene varias voces en un mismo discurso: las principales son la de bar¨ªtono, que puede ser bajo abaritonado; otra, atiplada, de "castrato". ?sta la emplea para los trozos con que quiere perforar cabezas: el agudo horada mejor. En ese tono suele ser m¨¢s agresivo y repite cada frase: no quiere que se le pierda a nadie.
Nunca mueve el labio superior, el bigote, que forma parte de su caracterizaci¨®n de espa?ol, muy espa?ol: moreno, hirsuto. Es verdad que el bigote clarea, pero el pelo es negro de ala de cuervo. Dicen que la inmovilidad se debe a un labio leporino que oculta: debe ser una calumnia. De todas formas, los labios leporinos no son indicio de nada malo, y se operan. El bigote no es hitleriano: las cejas s¨ª son como aquel bigote. Como si la m¨¢scara de Hitler se disimulase en ellas. Tampoco lo digo en el mal sentido, en el de asesino de jud¨ªos y minor¨ªas: la identidad con Hitler est¨¢ en la unificaci¨®n de la patria -los "l?nder", en aquel caso-, la energ¨ªa, el mando ¨²nico, la sensaci¨®n de que encarna una magnitud superior. La misma encarnaci¨®n que en Bush o en Sadam Husein, Hitler represent¨® un papel que a m¨ª me parece el m¨¢s impresionante de su carrera: el del hombre de traje europeo, con sombrero de los flexibles -una innovaci¨®n sobre el hongo- y un fusil en la mano. Me repugna m¨¢s que de militar. Estos militares vestidos de paisano, como Sharon o Netanyahu, son m¨¢s impresionantes y m¨¢s peligrosos que Arafat, que interpreta siempre el mismo papel y va envejeciendo y haci¨¦ndose cada vez m¨¢s feo bajo su uniforme y su tocado: resulta tierno y parece inocente. Lo es, por lo que tiene de asesinado en vida.
Churchill y Roosevelt hac¨ªan lo mismo en la guerra: eran paisanos con algunas prendas militares -una capa, una gorra- para dar m¨¢s miedo.
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