Daniel Lindenberg acusa de reaccionarios a muchos grandes intelectuales franceses
El historiador socialista publica un panfleto que cuestiona las viejas ideas de la izquierda
Daniel Lindenberg es profesor de Ciencias Pol¨ªticas, colaborador de la revista Esprit e ide¨®logo del Partido Socialista, pero su actual popularidad deriva de un librito -94 p¨¢ginas- en el que critica al mundillo intelectual franc¨¦s desde una ¨®ptica: ?qui¨¦nes son los que traicionan los viejos ideales liberal-libertarios de Mayo del 68? La lista re¨²ne a quienes detestan la cultura de masas, a quienes defienden los viejos valores meritocr¨¢ticos de la Rep¨²blica, a quienes arrugan el ce?o ante el multiculturalismo y a quienes creen que el islam no es soluble en la democracia.
El texto de Lindenberg tiene un t¨ªtulo transparente, Le rappel ¨¤ l'ordre. Enqu¨ºte sur les nouveaux r¨¦actionnaires [La llamada al orden. Informe sobre los nuevos reaccionarios] y arremete contra el fil¨®sofo Alain Finkielkraut -su La derrota del pensamiento (Anagrama), viene a decir, debiera ser el misal de todo aquel que a?ore un funcionamiento de la instituci¨®n escolar que s¨®lo presta atenci¨®n a los mejores-, el novelista Michel Houellebecq -considera que su actitud ante los accionistas austriacos y sus performances sangrientas es digna de Stalin-, el soci¨®logo Pierre Andr¨¦ Taguieff -interpreta su escepticismo sobre la fusi¨®n de las culturas como una defensa ciega de Occidente- o el actual ministro de Educaci¨®n Luc Ferry, que en su d¨ªa escribi¨® contra los peligros del antiautoritarismo de Mayo del 68. La lista es mucho m¨¢s larga e incluye otros escritores -Renaud Camus, Maurice Dantec, Phillippe Muray-, fil¨®sofos -Marcel Gauchet, Alain Renaut, Pierre Manent- o especialistas en ciencias sociales como Paul Yonnet, Fran?ois Richard, R¨¦gis Debray o Jean Claude Milner.
Lo cierto es que la fractura en el mundo intelectual ya no es la de los dos campos cl¨¢sicos, la izquierda y la derecha, ni tampoco estos campos se subdividen entre fascistas y liberales en un caso y marxistas y no marxistas en el otro. Hoy las fallas son transversales y atraviesan campos antes irreconciliables. Por ejemplo, Finkielkraut ha le¨ªdo a Marx pero a¨²n m¨¢s a Peguy o Levinas, o denuncia la xenofobia y defiende al mismo tiempo el nacionalismo de los peque?os. La guerra en los Balcanes, el autorizar o no el llevar el pa?uelo o velo isl¨¢mico, el querer resolver la violencia en los suburbios a base de empleos de baja calificaci¨®n, la americanizaci¨®n del mundo, la actitud ante el Estado de Israel o el odio profundo contra las emisiones de televisi¨®n m¨¢s populares enfrentan a los intelectuales de manera m¨¢s sustancial que el optar por Chirac o Jospin.
Los "nuevos reaccionarios" de Lindenberg son projud¨ªos, nacionalistas franceses, autoritarios, elitistas y al¨¦rgicos al feminismo y a los discursos internacionalistas. Muy a menudo sus argumentos est¨¢n bien elaborados y mejor fundados, como cuando denuncian que la defensa de los derechos humanos no puede suplantar una pol¨ªtica de Exteriores, o cuando ponen en cuesti¨®n el llamado colegio ¨²nico. El problema est¨¢ en la lista de Lindenberg, que agrupa a intelectuales y artistas, a gente muy rigurosa y a otra m¨¢s aproximativa y, sobre todo, a personalidades que si bien son tajantes en su negativa al velo o pa?uelo isl¨¢mico como s¨ªmbolo religioso aceptan la tonter¨ªa institucional de la televisi¨®n o, justo lo contrario, se indignan cuando alguien defiende los valores de la manipulaci¨®n gen¨¦tica al tiempo que asumen el turismo de masas. En el fondo se dibuja otra cosa, un modelo de izquierda ortodoxa, liberal, enfrentada a otra izquierda, dividida. La de Lindenberg asume a Tocqueville o los an¨¢lisis de Furet sobre el comunismo, surge de dos clubes de pensamiento -la fundaci¨®n Saint Simon, el centro Raymond Aron- y de la logorrea populista de un Pierre Bourdieu.
El panfleto de Lindenberg tiene el inter¨¦s de constatar la divisi¨®n del campo de la izquierda as¨ª como la transformaci¨®n misma del mundo. No es un buen libro, pero tiene la virtud de obligar a definir a cada uno por lo que hace y lo que piensa, por lo que escribe y lo que dice y no por la muy c¨®moda pertenencia a una capilla, grupo o partido. Claro, la cr¨ªtica de la cultura de masas puede convertirse en elogio del elitismo o la n¨¢usea ante el mestizaje de Bennetton puede abrir la puerta al racismo, pero la mayor¨ªa de los intelectuales que Lindenberg trata de "nuevos reaccionarios" son s¨®lo gente inteligente y reflexiva y, sobre todo, harta de espejismos y palabrer¨ªa.
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