Tele-responsabilidad
Los espa?oles ven de promedio tres horas y media de televisi¨®n cada d¨ªa. Esta sola cifra hace razonable cualquier apelaci¨®n a la prudencia y al buen sentido de los responsables de programaci¨®n de las cadenas p¨²blicas y privadas. Una comisi¨®n asesora del gobierno conservador franc¨¦s acaba de recomendar, en un informe sobre la difusi¨®n de programas violentos o pornogr¨¢ficos, la prohibici¨®n de im¨¢genes de este tipo entre 7 de la ma?ana y 10.30 de la noche, es decir, el horario en el que los ni?os pueden estar viendo la pantalla.
Sin duda, la programaci¨®n televisiva pendiente de cualquier movimiento del aud¨ªmetro plantea cuestiones serias sobre los l¨ªmites de lo que se puede difundir. A la masiva presencia de hechos violentos en la pantalla -los espa?oles, dice la Asociaci¨®n de Telespectadores y Radioyentes, al alcanzar la mayor¨ªa de edad han visto 200.000 actos de agresividad extrema- hay que a?adir el constante recurso a lo escatol¨®gico, lo soez y lo obsceno, en los programas de la llamada televisi¨®n basura y una tendencia cada vez m¨¢s incontrolada al sensacionalismo, sin reparar en gastos ni l¨ªmites.
Los problemas de la programaci¨®n televisiva son reales. Pero las responsabilidades son de todos, porque nadie est¨¢ obligado a ver la televisi¨®n. Est¨¢ en manos de los padres apagar el televisor cuando consideren que sus hijos no tienen que ver un determinado programa. Y si ciertas cosas se programan es porque hay gente que las ve. Este argumento no es una justificaci¨®n, sino una descripci¨®n de la realidad.
En principio lo que deber¨ªa defenderse es que las televisiones ofrecieran la m¨¢xima amplitud de registros y temas posibles y que cada ciudadano pueda escoger a su gusto y conciencia. La realidad, sin embargo, es que la oferta se inclina del lado de la violencia y la basura. Y ante ello, ?qu¨¦ hay que hacer? Siempre hay moralistas que en lo primero que piensan es en prohibir.
El propio ministro de Cultura franc¨¦s, Jean-Jacques Aillagon, se ha mostrado m¨¢s partidario de la "concertaci¨®n" que de una "prohibici¨®n brutal". Ese debe ser el criterio. El debate debe servir para crear una cierta conciencia en la sociedad y para promover iniciativas de autorregulaci¨®n. Se trata de ser conscientes de lo que ofrece la televisi¨®n hoy, de despertar el sentido cr¨ªtico y de apelar a una cultura de la prudencia y de la autorregulaci¨®n. Todo tiene su p¨²blico, pero no todo puede ser para todo el p¨²blico.
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