Rawls y la justicia
John Rawls, uno de los grandes fil¨®sofos pol¨ªticos del siglo XX, ha muerto el pasado domingo. Su mujer, Mardy, estaba a su lado, como era habitual desde 1995, cuando el filosofo de Harvard sufri¨® su primer ataque cardiaco. Pocos d¨ªas antes de su fallecimiento, Rawls hab¨ªa recibido de manos de su amigo Samuel Freeman las primeras copias de un notable volumen editado por Cambridge, en el que muchos de los mejores fil¨®sofos contempor¨¢neos examinaban su obra. Y a pesar de que desde hace unos a?os su salud no le permit¨ªa dedicarse intensamente a la actividad acad¨¦mica -actividad que desarroll¨® monacalmente durante m¨¢s de 50 anos-, Rawls se alegr¨® al conocer el volumen, en el que trabajaron tantos compa?eros suyos. Postrado y enfermo, pero con su curiosidad habitual, el fil¨®sofo interrog¨® a su amigo acerca de los detalles de cada uno de los art¨ªculos compilados.
Nacido en 1921, Rawls publico su primer libro -la Teor¨ªa de la justicia- a los 50 a?os, con el que cambi¨® la historia de la filosof¨ªa pol¨ªtica contempor¨¢nea. Su obra, le¨ªda y comentada con admiraci¨®n por fil¨®sofos, abogados, economistas y cientistas pol¨ªticos, giraba fundamentalmente alrededor de una intuici¨®n de ra¨ªces profundamente igualitarias. La intuici¨®n era la siguiente: dado que nadie es responsable de las circunstancias -sociales, personales- en las que le toca crecer, nadie merece ser recompensado ni castigado a resultas de las mismas. Hechos tales como que una persona nazca con buenas o malas condiciones f¨ªsicas, que sea mujer o var¨®n, que pertenezca a tal o cual raza resultan, finalmente, circunstancias que dependen de la "loter¨ªa natural", del "azar de la naturaleza". Nadie ha hecho nada para merecer las ventajas o desventajas con las que ha nacido (algo que Rawls aprendi¨® a valorar en vida propia, sobreviviendo a una enfermedad que afect¨® a su hermano, y que a ¨¦l le dej¨® indemne). Seg¨²n el profesor de Harvard, no tiene sentido protestar contra la naturaleza o contra nuestro destino por la situaci¨®n que nos ha deparado, pero s¨ª existen buenas razones para criticar al sistema institucional que, en lugar de contrarrestar tales hechos, transforma las ventajas o desventajas "naturales" en ventajas o desventajas "sociales". Para decirlo de otro modo: una cosa es que alguien nazca con una lamentable discapacidad f¨ªsica, o en un medio ambiente pobre, y otra muy diferente que, en raz¨®n de ello, el sistema institucional lo condene a la miseria (o a luchar toda la vida para superarla), o le impida el acceso a las ventajas que reserva para otros. Nada justifica que el sistema institucional victimice (o premie) a una mayor¨ªa de personas a partir de cuestiones que dependen exclusivamente de su suerte o desgracia. ?Por qu¨¦ responsabilizar a alguien como resultado de situaciones que una persona no ha elegido? Un sistema institucional que act¨²a de ese modo, nos dir¨¢ Rawls, es un sistema fundamentalmente injusto, uno que no nos respeta en nuestra igual dignidad moral.
Contra dicho panorama habitual, la Teor¨ªa de la justicia de Rawls representa un extraordinario esfuerzo destinado a pensar cu¨¢les podr¨ªan ser los rasgos distintivos (o, m¨¢s espec¨ªficamente, los principios fundadores) de un sistema institucional justo. Seg¨²n se describe all¨ª, el sistema justo ser¨ªa aquel que no asigna premios ni castigos en raz¨®n de criterios moralmente irrelevantes (la raza, la clase social, el g¨¦nero de cada persona). En ¨¦l, los datos biogr¨¢ficos b¨¢sicos de cada persona son puestos entre par¨¦ntesis (o, de acuerdo con el lenguaje de la obra, bajo un "velo de ignorancia"): las personas son tratadas y juzgadas exclusivamente conforme con las decisiones que toman. Defendiendo esta distinci¨®n entre "circunstancias" y "elecciones", notablemente, Rawls pudo afirmar y expandir, por un lado, las preocupaciones habituales de la izquierda acad¨¦mica -orientadas a condenar e impedir el sufrimiento de toda persona- "blindando" a las mismas, a la vez, de las cr¨ªticas habituales del conservadurismo. En efecto, los conservadores no pueden argumentar contra su posici¨®n -como lo han hecho siempre contra la izquierda- que la misma pretende ayudar a cualquier persona a cualquier costo, y aun cuando uno fuera el ¨²nico responsable de sus padecimientos (por ejemplo, por haber dedicado al juego todos sus recursos). La Teor¨ªa de la justicia de Rawls se propone, al mismo tiempo, mostrar la injusticia de un sistema institucional que permite que algunos sufran y otros gocen en raz¨®n de su mala o buena suerte, a la vez que argumenta en favor de una alternativa pol¨ªtica capaz de convertir a cada uno en responsable de su propio destino.
Esta brev¨ªsima s¨ªntesis permite ya distinguir el car¨¢cter radicalmente igualitario de la teor¨ªa de Rawls. Conviene prestar atenci¨®n a los alcances de dicho igualitarismo: la Teor¨ªa de la justicia condena, obviamente, todas las medidas orientadas a favorecer o castigar a alguien en raz¨®n de su g¨¦nero o raza, pero tambi¨¦n el hecho de que determinadas sociedades (de hecho, la mayor¨ªa de las que conocemos) permitan que los m¨¢s pobres reciban, por caso, una educaci¨®n o una atenci¨®n sanitaria peor, por el mero hecho de serlo. Rawls critica las discriminaciones legales evidentes, pero tambi¨¦n a la m¨¢s generosa idea de igualdad de oportunidades, que cree que con una ley "ciega" al color, al g¨¦nero, o a la clase social de cada uno, se acaba con las desigualdades injustificadas (ignorando, por ejemplo, que los m¨¢s desaventajados van a seguir si¨¦ndolo, mientras no se tomen medidas especiales capaces de "arrancarlos" de la situaci¨®n de desventaja en la que han nacido). Condena asimismo las desigualdades que todo el progresismo condena, pero tambi¨¦n -notablemente- las que se originan en las diferentes habilidades o capacidades intelectuales de cada uno (en definitiva, nos preguntar¨¢ Rawls, por qu¨¦ es que alguien merece ser recompensado como resultado del haber nacido con m¨¢s o menos habilidad o inteligencia que otros).
Al tiempo que desarrollaba esta corrosiva cr¨ªtica a una mayor¨ªa de instituciones y creencias contempor¨¢neas, Rawls supo desafiar a las teor¨ªas de justicia m¨¢s en boga en su tiempo, como la teor¨ªa utilitarista, que justifican la producci¨®n actual de desigualdades o injusticias, bajo la promesa de generar mayor riqueza o beneficios en el futuro. Contra este tipo de visiones, la teor¨ªa de Rawls vino a afirmar que ning¨²n arreglo institucional es justo si el mismo no se destina fundamental y prioritariamente a mejorar la suerte de los que est¨¢n peor. Decididamente kantiana -en la idea de que nadie debe ser utilizado por los dem¨¢s como un "mero medio" y de que hay que tomar a cada uno como "un fin en s¨ª mismo"-, su teor¨ªa condena la idea que subyace habitualmente bajo una mayor¨ªa de programas econ¨®micos, y que propone o acepta el sacrificio presente de algunas personas o grupos (normalmente, los m¨¢s vulnerables de la sociedad), en pos de ventajas colectivas futuras -la "tierra prometida" del capitalismo "maduro"-. Este tipo de arreglos institucionales (que toman a algunos individuos como "meros medios") es injusto, nos dir¨¢ Rawls, como mantener el statu quo que permite que los m¨¢s aventajados obtengan beneficios recurrentes, aprovechando los padecimientos de los m¨¢s d¨¦biles.
Profundo humanista, admirador de Kant tanto como de Abraham Lincoln, Rawls conoci¨® de cerca los extremos de la crueldad humana combatiendo en la Segunda Guerra Mundial. La guerra, la discriminaci¨®n racial, la intolerancia religiosa, la injusticia social fueron sus fuentes de preocupaci¨®n permanente. Y aunque Rawls no se dedic¨® a escribir directamente sobre los m¨¢s acuciantes problemas de su ¨¦poca, todos sus escritos tuvieron por destino ¨²ltimo la forja de una sociedad diferente, en la que cada persona fuera respetada como un igual. A lo largo de toda su vida intelectual, Rawls destac¨® tambi¨¦n por la coherencia que supo mantener entre sus ideas y su vida pr¨¢ctica. Enemigo de los privilegios, rechaz¨® todo tipo de honores y distinciones que se le concedieron; modesto en extremo, pr¨¢cticamente no concedi¨® una entrevista en toda su vida. Tal vez el mejor ejemplo de su actitud humilde, tolerante y respetuosa hacia sus cr¨ªticos lo sea su segundo gran libro, Liberalismo pol¨ªtico (publicado en 1991, es decir, 20 a?os despu¨¦s de su obra cumbre). ?ste representa un cuidadoso recorrido a lo largo de las cr¨ªticas recibidas por su escrito anterior. Rawls elogia en ella a una mayor¨ªa de sus cr¨ªticos, y en lugar de negarse a reconocer sus propios errores, los resalta, y cuida siempre de poner las cr¨ªticas que recibe a su mejor luz. De hecho, el motivo principal de su nueva obra parece ser el de criticarse a s¨ª mismo. Se pregunta Rawls: ?tiene sentido insistir en la defensa de una Teor¨ªa de la justicia como la presentada a comienzos de los setenta, cuando vivimos en medio de sociedades quebradas por diferencias m¨¢s bien irreconciliables, resultado de la existencia de m¨²ltiples -y, en una mayor¨ªa de casos, "razonables"- visiones acerca de c¨®mo debe vivirse? M¨¢s precisamente, ?por qu¨¦ razones y de qu¨¦ forma puede justificarse el uso de los poderes coercitivos del Estado, teniendo en cuenta estas radicales diferencias que nos separan? El libro Liberalismo pol¨ªtico, as¨ª como unos pocos art¨ªculos escritos con posterioridad al mismo (en especial The idea of public reason revisited), procuran avanzar alguna respuesta al respecto, reflexionando acerca de la posibilidad de establecer un punto de encuentro entre las m¨¢s que diversas visiones del bien existentes en la actualidad.
La vida y la obra de Rawls representan un ejemplo de c¨®mo pensar y ejercer los valores de la tolerancia y la igualdad. Es responsabilidad nuestra -la de quienes tenemos alta estima por su trabajo- ayudar a transformar su filosof¨ªa en pol¨ªtica.
Roberto Gargarella es profesor de Teor¨ªa Constitucional y Filosof¨ªa Pol¨ªtica y autor de Las teor¨ªas de la justicia despu¨¦s de Rawls (Paid¨®s).
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