Leer entre l¨ªneas
Leer entre l¨ªneas fue lo que se propusieron Victoria P¨¦rez-Ratton y Santiago del Olmo, con el prop¨®sito de organizar y al mismo tiempo argumentar la exposici¨®n que ahora puede verse en La Casa Encendida de Madrid y de la que ambos son los comisarios. Leer entre l¨ªneas supone leer lo que las l¨ªneas de un texto no dicen porque lo encubre, disimula u oculta. Leer es tambi¨¦n descubrir las verdaderas intenciones del autor si es que hay autor, si es que el autor no es m¨¢s que un efecto del texto como afirmaban los estructuralistas radicales. Y el texto que estos dos comisarios leyeron es el del discurso actualmente dominante en el arte contempor¨¢neo no tanto para poner en evidencia sus verdaderas intenciones sino para forzarlo a aceptar en su seno el arte que todav¨ªa se ocupa de cuestiones sociales y pol¨ªticas y no de las puramente est¨¦ticas. El prop¨®sito me parece obviamente respetable, s¨®lo que el resultado de esta peculiar lectura entre l¨ªneas es una exposici¨®n en la mayor¨ªa de las obras expuestas tienen una relaci¨®n muy poco clara con dichas cuestiones. O por lo menos as¨ª debe parecerle a quienes piensan que la pol¨ªtica se reduce al Parlamento y a los partidos pol¨ªticos y que no aceptan que se politicen cuestiones como las relaciones entre los sexos, la violencia familiar, el consumo de sustancias psicotr¨®picas, el turismo, la publicidad infantil o el cambio clim¨¢tico. Para quienes se niegan a aceptar expansi¨®n, aparente o realmente incontrolada del campo pol¨ªtico, esta exposici¨®n puede resultar un aut¨¦ntico galimat¨ªas: es pol¨ªtica seg¨²n sus autores intelectuales, aunque la mayor¨ªa de las obras expuestas no permiten entender claramente por qu¨¦.
ENTRE L?NEAS
La Casa Encendida Ronda de Valencia, 2. Madrid Hasta el 5 de enero de 2003
El problema es que no s¨®lo
los nost¨¢lgicos de la edad de oro del parlamentarismo tienen problemas con esta muestra. Sospecho que tambi¨¦n la tienen los partidarios de la teor¨ªa del campo expandido de la pol¨ªtica a quienes, como es mi caso, nos queda dif¨ªcil aceptar que suponga alguna cr¨ªtica de esa ¨ªndole la obra de Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez del Paso, incluida en esta muestra, que consiste en una serie de jardineras de metal con flores de pl¨¢stico dispuestas en diversos sitios de La Casa Encendida, y acompa?adas de cuadros colgados en los muros pertenecientes al g¨¦nero de los floreros. Omito aqu¨ª mi evaluaci¨®n est¨¦tica de esta obra porque prefiero decir que para m¨ª son completamente incomprensibles las razones por las que los comisarios le han atribuido alg¨²n contenido pol¨ªtico. Y me da igual que sea parlamentario o extraparlamentario.
El extremo opuesto, o sea, el de la evidente carga pol¨ªtica, lo representa la obra de Elena de Rivero dedicada a Ground Zero, la Zona Cero, sobre la que todav¨ªa abren las ventanas de su estudio en Manhattan y que ella ha reconstruido con unas megafotos en blanco y negro del entorno de la misma, pegadas a la pared de una estancia cuyo suelo est¨¢ rodeado de ladrillos y recubierto con lentejuelas y perlas de bisuter¨ªa. Cerca de la puerta de la misma, un monitor ofrece im¨¢genes de una performance de la artista arrullada por la canci¨®n Imagine de John Lennon. Aqu¨ª s¨ª que es evidente la pol¨ªtica, como no cesan de recordarlo los portavoces y los altavoces medi¨¢ticos del imperio que vuelven una y otra vez intencionada e incluso malintencionadamente a la escena del gran crimen que, seg¨²n ellos, los exonera de antemano de la responsabilidad en los cr¨ªmenes que en adelante cometa. El problema es que lo que hace Elena del Rivero es poco m¨¢s que reproducir esa escena, tan pol¨ªticamente decisiva.
En cambio, la obra que yo prefiero, que es la de Teresa Margolles, es muy intensa y perturbadora y sin embargo no s¨¦ todav¨ªa si es pol¨ªtica o no. Se trata de una habitaci¨®n completamente cerrada y situada en la azotea, a la que se accede cruzando una barrera de tiras de metacrilato y en donde el espectador se sumerge en una masa informe de vapor azul que pronto le irrita la garganta. Ese vapor ha sido liberado por cien litros de agua usados para lavar cad¨¢veres en la morgue de Ciudad de M¨¦xico. E irrita y desconcierta: esos muertos an¨®nimos se incorporan sin permiso en nuestro cuerpo, en nuestra vida. ?Pero es esto pol¨ªtica? ?O siquiera, cr¨ªtica social?
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