Rabinos y mezquitas en Mombasa
Paseo por el escenario del atentado del hotel Para¨ªso y por los templos musulmanes de la ciudad keniana
Un batall¨®n de soldados kenianos, sudorosos, se sit¨²a frente a la entrada del hotel Para¨ªso, pero ya no hay mucho que vigilar. No desde luego para los ciudadanos de Kenia: incluso la cinta que a¨ªsla el lugar del atentado tiene letras escritas en hebreo. La polic¨ªa de Mombasa no ten¨ªa ese tipo de material o ni siquiera hab¨ªa pensado en aislar el escenario del atentado y, en los primeros momentos, periodistas y curiosos se agolparon sobre el escenario de la cat¨¢strofe pisoteando posibles pistas y huellas.
Los voluntarios de la Cruz Roja se cruzaban por entre los escombros con los pol¨ªticos de visita. Pas¨® incluso un candidato presidencial (se vota el pr¨®ximo 27 de diciembre) acompa?ado de un Ej¨¦rcito de polic¨ªas y escoltas con walkie-talkies.
El trabajo m¨¢s serio ya estaba hecho. Durante cuatro horas una veintena de investigadores y rabinos llegados desde Israel, muchos de ellos en uniforme militar, hab¨ªan escudri?ado el lugar palmo a palmo, recogiendo hasta el m¨ªnimo resto humano que estuviera perdido entre las ruinas del hotel. Los rabinos estaban cumpliendo con la obligaci¨®n religiosa que exige la sepultura de todos los restos, incluso el m¨¢s diminuto. Los investigadores buscaban en cambio cualquier pista que pueda permitir la identificaci¨®n de los responsables del atentado suicida. Tambi¨¦n pasaron tres personas de la Embajada de EE UU en Nairobi. Bajaron del coche, tomaron fotos y se marcharon.
Los israel¨ªes hab¨ªan llegado horas antes con los mismos aviones H¨¦rcules que han regresado despu¨¦s a Israel con los tres muertos, los heridos y los turistas todav¨ªa conmocionados. No queda ni un s¨®lo turista israel¨ª. Si se recorre, uno por uno, los hoteles de la zona desde Kikambala hasta Bamburi no se encuentra ni uno. Se han ido a toda velocidad, indignados, de esta costa que tan lejos parec¨ªa estar de las angustias de casa y que en cambio les ha estallado encima.
Hay decenas de soldados armados, vigilados a su vez desde los tejados por otros hombres vestidos de civil con ametralladoras de proporciones colosales. Ayer, ¨²ltimo viernes de Ramad¨¢n, las mezquitas llamaban a la oraci¨®n. Pintadas de azul y blanco, las peque?as mezquitas llevan siglos desde que los mercaderes ¨¢rabes de especias y de carne humana -han sido ellos los ¨²ltimos grandes esclavistas de ?frica- colonizaron estos barrios.
Mujeres con el rostro cubierto caminan por las calles pero llevan el velo de una forma que no esconde ni humilla su belleza. Se trata de un islam que ha aceptado desde siempre la presencia occidental, que vive del turismo, que convive con todos los grupos que van y vienen a trav¨¦s de Mombasa, el gran puerto de Kenia.
Y, sin embargo, ha sido aqu¨ª donde el atentado ha tenido lugar. Los investigadores kenianos dijeron desde un principio que los terroristas, tanto los del hotel Para¨ªso como los del avi¨®n que estaba despegando, ten¨ªan facciones ¨¢rabes. Entran dudas de si esta descripci¨®n es objetiva o se desprende del deseo de alejar de Kenia, de alejar de una ?frica que jam¨¢s ha practicado el terrorismo esta terrible responsabilidad. "Es gente venida de fuera. Nosotros somos pac¨ªficos". Van directamente del rezo a un mitin. El orador habla de agua corriente, de electricidad, de colegios. Del atentado no dice ni una palabra.
? La Repubblica / EL PA?S
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