El d¨ªa de los grandes actores
El Real Madrid derrota al Olimpia con la brillante actuaci¨®n de todas sus figuras y los goles de Ronaldo y Guti
Con el vanidoso ego que caracteriza a los grandes actores, las figuras del Real Madrid aprovecharon su viaje a Jap¨®n para ofrecer lo mejor de su extenso repertorio. El Olimpia de Asunci¨®n, un equipo animoso, pero sin demasiadas luces, sufri¨® las consecuencias del mort¨ªfero instinto de Ronaldo en el ¨¢rea, del regreso de un deslumbrante Figo, del punzante estilo de Roberto Carlos, de la academia de Zidane y de la astucia de Ra¨²l. Hubo alg¨²n grado de diferencia en el juego de cada uno de ellos, pero estos cinco grandes del f¨²tbol dieron una sensaci¨®n de superioridad aplastante; lo que se espera de ellos, por otra parte. Si no la dan con m¨¢s frecuencia se debe a la cuidadosa administraci¨®n que hacen de su talento. Es gente que disfruta de los momentos se?alados y no de la rutina de la competici¨®n. Se aplican, en definitiva, una vieja m¨¢xima: no se puede ser sublime siempre y en todos los lugares.
REAL MADRID 2 - OLIMPIA 0
Real Madrid: Casillas; Salgado, Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Makelele, Cambiasso (Pav¨®n, m. 90); Figo, Ra¨²l, Zidane (Solari, m. 86); y Ronaldo (Guti, m. 82). Olimpia de Asunci¨®n: Tavarelli; Isasi, Zelaya, Pedro Ben¨ªtez, Jara; Orteman, Julio C¨¦sar C¨¢ceres, Enciso, C¨®rdoba (B¨¢ez, m. 65); Miguel ?ngel Ben¨ªtez (Caballero, m. 81) y L¨®pez. Goles: 1-0. M. 14. Roberto Carlos centra desde la izquierda, Ra¨²l deja pasar el bal¨®n equivocando a la defensa rival y Ronaldo quiebra con la cintura a Zelaya y bate por bajo a Tavarelli. 2-0. M. 84. Guti, de cabeza, a pase, espl¨¦ndido, de Figo desde la derecha. ?rbitro: Carlos Eugenio Sim¨®n, brasile?o. Amonest¨® a C¨¢ceres (m. 34), L¨®pez (m. 80) y Roberto Carlos (m. 89). Copa Intercontinental: 72.000 espectadores en el estadio nacional de Yokohama. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del pr¨ªncipe Takamado, presidente honorario de la Federaci¨®n Japonesa, fallecido recientemente.
Casillas intervino de forma asombrosa en tres oportunidades que pudieron cambiar el signo del encuentro
Hay una especie de ficci¨®n que alimenta el Madrid. Termina el a?o y parece que el equipo se ha movido entre sospechas, en una continua amenaza de crisis. Al Madrid se le acusa de falta de energ¨ªa, de descuidado, como si le faltara el rigor por las cosas bien hechas. Sin embargo, sus datos son tan contundentes que desmienten cualquier teor¨ªa alarmista. Este a?o ha ganado tres t¨ªtulos -la Copa de Europa, la Supercopa europea y la Copa Intercontinental- y fue finalista de la Copa del Rey, en la que cay¨® ante el Deportivo. No es el registro de un equipo cualquiera y mucho menos de uno al que se le diagnostican crisis cada cuatro d¨ªas. Ha sido un gran a?o en un ciclo casi m¨¢gico, en el que el club ha recuperado la hegemon¨ªa en Europa y se ha confirmado como el gran referente del f¨²tbol mundial.
Miles de camisetas blancas saludaron en Yokohama la presencia del Madrid, cuyo prestigio procede de su gran historia. Pero su popularidad viene de otra historia, de la constelaci¨®n de estrellas que se han reunido en el equipo. Pocas veces se han unido futbolistas de este calado y el Madrid no es nada ajeno al efecto que producen en el mundo. Hab¨ªa en el imponente estadio japon¨¦s un respeto casi sagrado por los jugadores del Madrid, que respondieron con un acusado sentido de la oportunidad.
Es muy posible que el equipo no ofreciera el partido perfecto. Para que eso suceda no se pueden conceder las numerosas ocasiones que el Olimpia estuvo muy cerca de aprovechar. Ahora bien, fue un partido tentador a la vista, muy atractivo por el despliegue de las estrellas madridistas.
Al joven Casillas habr¨ªa que incluirle en la lista. Intervino de forma asombrosa en tres oportunidades que pudieron cambiar el relajado signo del encuentro, especialmente en un remate de Ben¨ªtez a dos metros de la porter¨ªa. A Casillas es imposible discutirle el ¨¢ngel en las grandes finales. Para eso es m¨¢s divo que cualquiera.
El partido se?al¨® el regreso de Ronaldo a Yokohama, el escenario de su triunfo en la Copa del Mundo. De nuevo sali¨® como un h¨¦roe. No es que fuera el mejor del Madrid, distinci¨®n que correspondi¨® a un impresionante Figo, pero confirm¨® que tiene el plus de los jugadores irrepetibles. Marc¨® el primer gol con la serenidad del que ha visto de todo en el ¨¢rea y despu¨¦s de un p¨ªcaro amago que se comi¨® el defensa central del Olimpia. Cosas como ¨¦sta adquieren en Ronaldo un significado mayor, quiz¨¢ porque conecta como ninguno con los aficionados de todo el mundo. Hay un efecto multiplicador en todo lo que hace, de manera que le bastan cinco o seis grandes detalles para provocar el delirio. En Yokohama reparti¨® muy apropiadamente esos maravillosos momentos: el gol, un pase delicioso a Zidane, un regate sensacional con la zurda y el remate que se escap¨® por un palmo, la hermosa jugada frente al portero paraguayo que no pudieron ultimar ni Ra¨²l ni Makelele. En cada una de esas acciones Ronaldo envi¨® el mensaje del gran jugador que es.
El Madrid protagoniz¨® instantes de una belleza insuperable, jugadas vertiginosas y precisas que daban paso a periodos algo deca¨ªdos. Est¨¢ en la esencia de un equipo que parece m¨¢s preparado para elegir sus momentos que para dejarse arrastrar por la borrachera del f¨²tbol.
El m¨¢s emotivo y continuo fue Figo, autor de un partidazo, el mejor en muchos meses, uno de los mejores que ha jugado en su etapa madridista. H¨¢bil, desafiante, vertical, con un punto de velocidad que parec¨ªa perdido, Figo arras¨® ante el asombro de un p¨²blico muy sensible a los detalles.
No fue mezquino el Madrid en este aspecto, hasta el punto de que algunas de la mayor¨ªa de las ocasiones de gol del Olimpia procedieron de los excesos barrocos del Madrid. Pero, bien mirado, era el tipo de partido y de escenario que agradec¨ªa las concesiones al lujo. Porque, finalmente, no se trataba s¨®lo de ganar la Copa Intercontinental, sino de hacer parroquia en un mercado excitante. Visto lo que sucedi¨®, el Madrid estuvo irreprochable en las dos vertientes.
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