La gloria en la Puerta del Sol

Sali¨® Serrat reverenciando a la Bendita m¨²sica y el filamento que le une a su p¨²blico se encendi¨® como si se apretase un interruptor. Se encendi¨® de admiraci¨®n, mientras el artista deambul¨® con su voz de timbre tan especial entre las aventuras bajo tierra de La Bella y el Metro y la tierna compasi¨®n por los despose¨ªdos de Benito. Sonaba la primera ovaci¨®n, cuando se asom¨® al abismo de los que pierden en el amor y en todo con Sin Piedad, pero pronto volvi¨® a su tema favorito: las mujeres, aprehendido su enjundioso concepto en forma de Mu?eca rusa. Un gui?o a la nostalgia con Los Fantasmas del Roxy y otro a la cordura en Cuando estuve loco dejaron paso a la poes¨ªa de otros musicada por ¨¦l. Machado reviv¨ªa en la ir¨®nica Llanto y coplas por la muerte de Don Guido y Benedetti en el vibrante Defensa de la alegr¨ªa. Despu¨¦s sonar¨ªa la maravillosa Los Recuerdos, con mucho la pieza m¨¢s conseguida de su ¨²ltimo disco Versos en la boca. El tramo final habr¨ªa de servir a la embelesada concurrencia momentos de belleza extrema, como la tradicional Can?o del Lladre, la esperada Mediterr¨¢neo, la optimista Hoy puede ser un gran d¨ªa y, para cerrar, Fiesta. En sendos bises, volvi¨® Serrat a homenajear a Machado en Cantares y a su mejor elep¨¦ con Luc¨ªa y Aquellas peque?as cosas. El aplauso del p¨²blico puesto en pie agradeci¨® a Serrat ser como es, cantar como canta y acercar a su p¨²blico a la gloria sin moverlos de la Puerta del Sol.