Llueve
Llueve como llovi¨® en Egipto durante las maldiciones b¨ªblicas: con ganas. Hay mayores que dicen que es as¨ª como antes llov¨ªa: una lluvia de verdad, dicen. Como nevaba tambi¨¦n "de verdad" antes. No como "ahora" (el antes y el ahora son polimorfos y valen para todos los tiempos). No lo s¨¦. El caso es que ahora llueve que empapa, que acongoja, que quita las ganas de salir de casa.
Tambi¨¦n a los gallegos les ha ca¨ªdo una buena (lluvia, digo). Y, lo del Prestige, y, lo del presidente de la Xunta cazando perdices. Autoridades irresponsables las ha habido siempre y en todas partes. Tambi¨¦n males que hacen estremecerse a toda una comunidad. Pero ellos, los del terru?o, han reaccionado, han salido a la calle. "Nunca m¨¢s", se atreven a decir. Y, aunque ca¨ªan chuzos de punta, ellos estaban all¨ª el domingo para pedir dimisiones, enfadarse y protestar.
Lo pasar¨¢n mal, sin duda. Habr¨¢ familias que no lo soportar¨¢n (como ya ocurri¨® antes). Pero les queda el coraje suficiente para ponerse de pie en el desastre y la esperanza de que nunca m¨¢s suceda (siempre resulta estimulante pensar razonablemente que el futuro puede reparar males de hoy). ?Queda aqu¨ª, en nuestro peque?o pa¨ªs, energ¨ªa suficiente para ello? S¨®lo un fuerte precipitado de indignaci¨®n colectiva puede remover la marea roja y negra de sangre y desesperanza que nos devasta. As¨ª, literal. Algo como lo de julio de 1997 tras el primer asesinato abiertamente cruel y genocida, pero con consecuencias pol¨ªticas. (Que, tras la propuesta Ibarretxe, tiene un perfil bien distinto.)
Por eso entiendo al ex diputado general de ?lava por el PNV, Emilio Guevara, cuando el pasado domingo sostuvo que el nacionalismo "soberanista e independentista" del Gobierno vasco "debe ser derrotado en las urnas". Algo de esto se viene diciendo desde las elecciones auton¨®micas de mayo de 2001. Pero no se ha articulado seg¨²n un discurso razonable que el electorado entienda. No, al menos, hasta hoy -y confiemos en que se vaya articulando-.
La situaci¨®n con la gesti¨®n de Juan Jos¨¦ Ibarretxe ha pasado a ser verdaderamente amenazante. Hemos pasado de ser asediados por una marea roja de sangre, luto y miedo, a ser v¨ªctimas, adem¨¢s, de una marea negra. Hace mucho que las v¨ªctimas "son tratadas como cosas", como ha dicho la ararteko (las v¨ªctimas gallegas dejar¨¢n de coger percebes, las vascas, pasan a criar malvas). Pero no se acababa de percibir en la calle la marea de exclusi¨®n xenof¨®bica (contra el no abertzale, como puede ser los nacionalistas Guevara o Arregi), y la p¨¦rdida de posiciones de progreso, de pobreza, que implica apoyar una pol¨ªtica as¨ª.
La sociedad est¨¢ moralmente desarmada. Las instituciones mismas han sido puestas en entredicho por quienes ostentan su representaci¨®n (?gobierna el lehendakari, o realiza una campa?a de marketing por aquellos pa¨ªses del Sur? Me consta que no caza perdices). No hay una cultura democr¨¢tica, constitucionalista o autonomista. La propia democracia est¨¢ en peligro. Por eso debe ser derrotado en las urnas (cuesti¨®n de vida o muerte) el nacionalismo iluminado y excluyente (heredero del hermano loco, Luis Arana). Pero el discurso debe articularse en una sociedad democr¨¢tica en marcha, que aspira adem¨¢s al progreso.
De ah¨ª que fracasara la alianza Mayor-Redondo en 2001 (simple democratismo). De ah¨ª que sea incomprensible el antinacionalismo de Basta Ya, de ah¨ª que no sirvan terceras v¨ªas a lo Elkarri y Od¨®n Elorza. La propuesta, mientras llueve a c¨¢ntaros -como "antes", como lo hac¨ªa con Franco, pero estamos a 2002-, ha de ser un paraguas de tolerancia, firmeza de convicciones, integraci¨®n de toda la ciudadan¨ªa, y de buena gesti¨®n (leyes sobre la ordenaci¨®n del territorio, la hacienda, el ferrocarril y Europa, la integraci¨®n de las ciudades, la reindustrializaci¨®n de la Margen Izquierda, etc.). ?ste, y no otro, es el desaf¨ªo.
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