Un limbo inaceptable
Casi un a?o ha pasado y ninguno de los casi 600 "combatientes ilegales" presos de EE UU en el Campo Delta de la base de Guant¨¢namo ha sido formalmente acusado de nada. Es una situaci¨®n moralmente inaceptable y jur¨ªdicamente m¨¢s que dudosa. Un tribunal federal de EE UU, con el precedente de unos alemanes capturados en China en 1950, ha rechazado que a estos presos les pueda ser aplicado el h¨¢beas corpus, por lo que en esta tierra, que formalmente no pertenece a EE UU, aunque la ocupa desde 104 a?os atr¨¢s, los presos del Campo Delta podr¨ªan permanecer indefinidamente en detenci¨®n, sin derechos, ni acusaci¨®n. Est¨¢n en un limbo legal, que m¨¢s parece la antesala de un infierno eterno, pues tampoco desde EE UU se plantea una soluci¨®n. Tanto que el alto comisario de la ONU para Derechos Humanos, Sergio Vieira de Mello, reclam¨® ayer que estos presos sean puestos en libertad o juzgados por un tribunal de su pa¨ªs de origen o de EE UU. De hecho, la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Bush sufri¨® ayer un rev¨¦s cuando un juez federal decret¨® que Jos¨¦ Padilla, de nacionalidad estadounidense, recluido en Carolina del Sur bajo sospecha de pertenecer a Al Qaeda y de intentar detonar una bomba radiactiva, tiene derecho a una defensa legal.
Washington ni siquiera quiere aplicar a los de Guant¨¢namo el duro sistema de cortes marciales decretado para la "guerra contra el terrorismo" que ha seguido al 11-S. Lo m¨¢s que lleg¨® a aceptar Bush es que estos presos fueran tratados humanamente "de acuerdo con" la Convenci¨®n de Ginebra, pero sin reconocer su obligaci¨®n de acatarla. Los abogados de un grupo de prisioneros (12 kuwait¨ªes, dos australianos y dos brit¨¢nicos) han emprendido un proceso para que al menos se acuse a estos "beligerantes" de algo y tengan un trato justo, o se les ponga en libertad. Resulta incomprensible que sus Gobiernos no hayan intervenido en defensa de sus nacionales, incluido el ceut¨ª Hamed Abderrahaman Ahmed, alias Hmido, de nacionalidad espa?ola, tambi¨¦n preso en Guant¨¢namo.
EE UU traslad¨® estos prisioneros desde Afganist¨¢n para observarlos, saber si entre ellos hab¨ªa alg¨²n pez gordo y sacar informaci¨®n sobre Al Qaeda. Era tambi¨¦n la ¨¦poca en que Washington cre¨ªa que iba a poner la mano sobre Osama Bin Laden y el mul¨¢ Omar, y pens¨® que en esa tierra podr¨ªa interrogarlos con total libertad o impunidad, indiferente al derecho internacional. Pero uno y otro se les han escapado. Y el Campo, ahora controlado ya no por tropas de ¨¦lite, sino por reservistas y la Guardia Nacional, est¨¢ cayendo en el olvido. No es ¨¦sa la manera de convencer al resto del mundo de que EE UU lucha por la justicia, adem¨¢s de por la seguridad. Todo lo contrario.
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