Que se vayan todos a cazar
ES QUE NO LO PUEDE disimular. Cuando le preguntaron por su jornada cineg¨¦tica en los Pirineos se le puso cara de que iba a hablar de los GAL; o m¨¢s exactamente, se le puso cara de que iba a recitar todo el rosario de cat¨¢strofes que se abatieron sobre Espa?a mientras el partido socialista se mantuvo en el poder. Las gentes de Galicia se afanaban sacando a pu?etazos toneladas de un producto negro y viscoso y ¨¦l volv¨ªa de una jornada de caza; pero nada, puso cara de que iba a hablar de los GAL y habl¨® de los GAL, y de Filesa, y de la corrupci¨®n, y del tiro en la nuca, y de la cal viva. De todo, menos de que ¨¦l, ministro de Fomento, responsable de la Marina Mercante, se hab¨ªa ido de caza a los Pirineos mientras en el otro extremo de Espa?a la gente andaba recogiendo con sus manos aquella marea negra que estaba a punto de arruinar las econom¨ªas de miles de familias gallegas.
Ir de caza siendo ministro trae recuerdos, qu¨¦ le vamos a hacer, de los llamados eufem¨ªsticamente otros tiempos, conocidos tambi¨¦n como r¨¦gimen anterior. Y lo curioso del caso es que otro protagonista principal de esta historia directamente venido del r¨¦gimen anterior tambi¨¦n sali¨® de cacer¨ªa y a la vuelta tampoco pudo disimular. Cuando fue preguntado por su jornada cineg¨¦tica del s¨¢bado o domingo mismo en que la marea alcanzaba su tierra, se le puso cara de que iba a responder con un exabrupto y ni corto ni perezoso respondi¨® con un exabrupto doblado de una mentira: patra?as, dijo el hombre, y se qued¨® tan ancho. Patra?as, las informaciones sobre su excursi¨®n cineg¨¦tica por tierras de Castilla mientras las gentes esperaban entre el temor y la impotencia la llegada de aquel cuerpo negro y viscoso que se extender¨ªa en breve como un sudario por las playas de Galicia.
Cuando un Estado pone de manifiesto tan elocuentemente, y tan a la vista de todo el mundo, su incapacidad para hacer frente a una cat¨¢strofe de la magnitud de la que se les ha venido encima a los gallegos, lo menos que puede pedirse a un Gobierno es que no pierda su sitio, que se comporte. Este Gobierno, sencillamente, ha perdido o, mejor, no ha encontrado su sitio, con lo cual ha agravado todav¨ªa m¨¢s la impotencia del Estado. Dice con su habitual gracejo el se?or vicepresidente primero que ning¨²n Estado del mundo dispone de todos los medios necesarios para afrontar una situaci¨®n como ¨¦sta. Tiene raz¨®n: ning¨²n Estado dispone de todos, pero ocurre que el Estado espa?ol ha demostrado no disponer de ninguno, que no es lo mismo. Un mont¨®n de Estados de lo que ahora llamamos ufanos nuestro entorno dispone al menos de uno y hasta de dos: Italia, Francia, el Reino Unido, B¨¦lgica, Holanda, Noruega y Alemania han enviado al menos un barco cada uno para recoger lo que se pueda del veneno negro.
Aqu¨ª, sin embargo, no tenemos m¨¢s que manos para enrollar el chapapote como si fuera un manto de c¨¦sped. Pero entonces, cuando se trata de recoger con las manos, el sitio del Gobierno es suplir con su presencia las carencias del Estado. El problema es que esta cat¨¢strofe ha demostrado que nuestro Estado sigue siendo una chapuza en cuanto surge un problema grave, y que el Gobierno, cuando tal cosa ocurre, ni est¨¢ ni se le espera: no hay barcos para sacar el fuel, no hay mascarillas, no hay capacidad para movilizar al ej¨¦rcito hasta que la cat¨¢strofe es irremediable; al ej¨¦rcito, hombre, que los pa¨ªses de nuestro entorno ponen a trabajar nada m¨¢s que amenaza una inundaci¨®n. No hay nada excepto declaraciones en las que no se sabe qu¨¦ admirar m¨¢s, si la supina ignorancia que revelan o la rutina descalificatoria en la que se obstinan.
Hay ocasiones en que las cat¨¢strofes dan la medida de los gobernantes: ocasiones en que aparece alguien dotado de energ¨ªa y capacidad de movilizar recursos para hacer frente con eficacia a lo que la globalizaci¨®n, antes providencia, tuviera a bien enviarnos para ponernos a prueba. Esta vez, la marea negra se ha llevado al fondo del mar el poco cr¨¦dito que le quedaba a este Gobierno cuando debe hab¨¦rselas con crisis imprevistas y demuestra no tener mejor ocurrencia que entrar en miserables batallas con la oposici¨®n encendiendo la gramola para repetir como un disco rayado que, cuando los otros, las cosas se hac¨ªan peor. Es, de verdad, para darles el pasaporte y que se vayan todos por ah¨ª de cacer¨ªa.
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