Todos son h¨¦roes en Pedri?a
Un alba?il rumano, dos 'sin papeles' lituanos, un estudiante japon¨¦s de espa?ol, pelean codo con codo junto a los espa?oles
Amanece y la marea ha bajado en el acantilado de Pedri?a (A Coru?a). Como cada d¨ªa desde hace dos semanas, lo ha hecho dando un brochazo negro a las rocas que el d¨ªa anterior limpiaron los voluntarios. Pero Antanas Viscontas y Jaunius Skarbalius no desesperan. Y repiten su rutina matutina de los ¨²ltimos 15 d¨ªas: recogen su equipo y se dirigen sin vacilar hasta el charco de masa negra que queda tras bajar la marea.
"S¨®lo ellos dos trabajan como 18 personas juntas", explica una de las voluntarias que recoge fuel a su lado. Los lituanos ponen toda su habilidad en la limpieza de las piedras. Enrollan el chapapote como si fuera una alfombra y lo cortan con las manos para despu¨¦s meterlo en los cubos. "El trabajo les cunde much¨ªsimo", explica la voluntaria. "Mientras todos tardamos un buen rato en llenar cada cubo, con un solo trozo que echen ellos ya hay que llev¨¢rselo porque no cabe m¨¢s".
Masahire Ando lleg¨® a Mux¨ªa desde Catalu?a gui¨¢ndose con los mapas de los peri¨®dicos
Antanas Viscontas y Jaunius Skarbalius se niegan a trabajar s¨®lo cuatro horas
Ovidiu Rares lleg¨® en tren desde Roma y ahora espera poder quedarse en Espa?a
Antanas, de 42 a?os, abandon¨® hace seis meses Lituania. Emigr¨® para cambiar su puesto de mec¨¢nico chapista en un taller de Vilna, por el de vendedor de caracoles en la provincia de Huesca. Hace tres meses conoci¨® a su compatriota Jaunius. Al enterarse de la tragedia del Prestige y decidieron viajar hasta Galicia. Aqu¨ª vieron una oportunidad para conseguir trabajo. Y tal vez los ansiados papeles que legalicen su situaci¨®n.
"Desobedecen nuestras recomendaciones y trabajan m¨¢s de cuatro horas al d¨ªa" dice, sin ocultar su admiraci¨®n, uno de los miembros de Protecci¨®n Civil de Mux¨ªa. "En cualquier trabajo la jornada dura ocho horas, ?por qu¨¦ aqu¨ª no?", le replica Antanas.
"?Vac¨ªos, necesitamos cubos vac¨ªos!", gritan desde el enorme charco de chapapote. En lo alto del acantilado un voluntario descarga los cubos llenos de fuel en un contenedor y los devuelve a la cadena humana para que los vuelvan a bajar hasta el charco de Pedri?a. De mano en mano, el recipiente desciende hasta que alguien lo deja a la vera de Ovidiu, mientras ¨¦ste introduce sus manos en el engrudo pegajoso.
"Vivo a 100 kil¨®metros del castillo del conde Dr¨¢cula", bromea Ovidiu Rares, alba?il de Cluj Napoca (Rumania), que como los lituanos, tiene vocaci¨®n de emigrante. "Estaba en Roma de vacaciones cuando vi por televisi¨®n las im¨¢genes de la marea negra. S¨®lo me cost¨® un d¨ªa tomar la decisi¨®n de venirme", explica el rumano.
Dos trenes le bastaron para plantarse en A Coru?a. El martes ya estaba en Predri?a y desde entonces no ha parado de trabajar. "Quiero quedarme aqu¨ª cuando todo esto acabe", afirma el rumano, que con su empe?o trata de demostrar que merece la regularizaci¨®n que pide.
Con los d¨ªas de trabajo, los voluntarios de Pedri?a han mejorado sus t¨¢cticas para luchar contra la mancha que cada ma?ana el mar coloca en el mismo sitio. El combustible se extiende por toda la zona que deja la marea baja. Es como un tapete negro que flota sobre el agua. Y los voluntarios reci¨¦n llegados tratan de levantarlo arranc¨¢ndolo con las manos.
Pero Javier Garc¨ªa, que trabaja en el acantilado desde el pasado martes, cree que ¨¦se no es un buen m¨¦todo. "Cuando has sacado los trozos, la pasta se te queda pegada a los guantes y ya no puedes hacer nada m¨¢s porque se te salen de los dedos o se rompen", cuenta este voluntario, que tras varios a?os trabajando en la construcci¨®n, acaba de empezar sus estudios de filosof¨ªa en Salamanca.
Desde que lleg¨®, Javier Garc¨ªa ha perfeccionado su manera de luchar contra el fuel. Los utensilios m¨¢s extra?os le sirven para recoger el chapapote. "Al principio probamos con las palas, pero es muy cansado porque despu¨¦s de sacar un trozo de petr¨®leo se queda pegado a ella y tienes que despegarlo con las manos", explica Garc¨ªa, quien hace s¨®lo unos d¨ªas dio con la herramienta m¨¢s adecuada: "Me encontr¨¦ en la basura la tapadera de una olla".
El voluntario explica c¨®mo se utiliza la improvisada herramienta: "La coges con las dos manos como si fuera el volante de un coche y la clavas en la mancha. Despu¨¦s haces palanca y sacas un trozo de fuel. Trabajas mucho m¨¢s r¨¢pido porque no se pega", asegura ¨¦l, que est¨¢ planeando con un amigo pedir unas cuantas tapas de olla para que los dem¨¢s puedan tambi¨¦n utilizarlas.
Todos los voluntarios de Pedri?a rondan los 20 a?os, menos Jorge Sed¨®, que con 64 asegura ser el m¨¢s viejo de todo el acantilado. Lleg¨® el lunes desde Barcelona. "Mi mujer y yo hemos hecho varias veces el Camino de Santiago y cada vez que lo acabamos continuamos hasta Mux¨ªa para ver el santuario de la virgen de la Barca", cuenta el catal¨¢n. "Cuando vimos las im¨¢genes por la tele no pudimos resistirnos y nos vinimos. Un vecino nos dej¨® su casa por s¨®lo seis euros al d¨ªa", concluye.
Masahire Ando, un estudiante japon¨¦s de Yokohama, tambi¨¦n viene desde Barcelona, donde pasaba unos meses con la intenci¨®n de aprender espa?ol.
"Nos enteramos por los medios de lo que estaba ocurriendo y mi compa?ero de piso y yo decidimos venir para ac¨¢", explica el japon¨¦s, que asegura que los mapas publicados en los peri¨®dicos le sirvieron para encontrar el camino hasta Mux¨ªa.
"Aqu¨ª lo que se necesita es alguien experto que nos coordine a todos", se queja Carlos G¨®mez, un empleado de Iberia que ha venido con su mujer y sus dos hijos aprovechando el puente. Con su mono blanco manchado hasta la cintura, asegura: "No puede ser que haya gente rascando las rocas. Alguien les tiene que decir que eso no sirve para nada, que lo que hay que hacer es sacar la mancha que flota sobre el agua y que esta tarde levantar¨¢ la marea".
G¨®mez est¨¢ encantado con el trato dispensado por los vecinos del pueblo de Mux¨ªa. "Nos han dejado un cuarto para mis hijos que est¨¢n de ex¨¢menes", explica el voluntario madrile?o. "En cuanto terminemos aqu¨ª ellos dos se van para all¨¢ a estudiar".
"?Venga, todos fuera, se acab¨® por hoy!", gritan los miembros de Protecci¨®n Civil que coordinan cada d¨ªa a los voluntarios del acantilado de Pedri?a. Tres franceses se quedan para ver c¨®mo sube el mar. "Ma?ana comenzaremos otra vez desde cero", comenta uno de ellos.
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