Sin guardia
Guardias armados custodiaron las entradas para no dejar pasar ni al p¨²blico cr¨ªtico ni a la prensa al edificio donde se reuni¨® la Convenci¨®n de Filadelfia en 1787 para modificar los art¨ªculos de la Confederaci¨®n de la que sali¨® la Constituci¨®n de unos Estados Unidos federales. Estos d¨ªas, a las puertas de la gran ampliaci¨®n de la UE que se debe sellar esta semana en Copenhague, est¨¢n lloviendo propuestas sobre la Convenci¨®n que preside Giscard d'Estaing para elaborar un Tratado Constitucional europeo. La importancia de estos debates est¨¢ creciendo tanto que se est¨¢n apuntando cada vez m¨¢s ministros a la Convenci¨®n. Quiz¨¢s tenga raz¨®n Ana de Palacio al considerar que es la primera vez que se est¨¢ elaborando derecho internacional p¨²blico de forma abierta y no en c¨®nclaves secretos, aunque lo que se est¨¢ creando es derecho interno europeo. Pero sin guardias a las puertas. Aunque s¨ª puede haberlos en las grandes reuniones europeas frente a los movimientos antiglobalizadores. Est¨¢ en las manos de los Gobiernos lograr que la UE deje de ser objetivo de estos movimientos devolvi¨¦ndole el alma extraviada.
La UE se adentra en la aventura hist¨®rica de la primera unificaci¨®n pac¨ªfica y jur¨ªdica del Viejo Continente. Pero mal preparada. De Copenhague saldr¨¢, previsiblemente, una ampliaci¨®n prendida con alfileres, puesto que pr¨¢cticamente ning¨²n candidato cumple con algunos m¨ªnimos exigibles. Baste un ejemplo que se baraj¨® en el coloquio del 10? aniversario de la Academia Europea de Derecho (ERA) en Tr¨¦veris: la falta de formaci¨®n de jueces en los futuros nuevos miembros que habr¨¢n de aplicar desde el primer d¨ªa la mayor parte del acervo comunitario, miles y miles de p¨¢ginas m¨¢s que cuando Espa?a ingres¨® en 1986. Y muchos de estos pocos jueces disponibles, en sus pa¨ªses o para el Tribunal de Justicia comunitario, son del antiguo r¨¦gimen en el Este. As¨ª, a los nuevos miembros se les dejar¨¢ entrar, bajo custodia, con todo tipo de salvaguardias: en el Tratado de Niza por si hay retrocesos democr¨¢ticos, o en los tratados de adhesi¨®n por si no cumplen las reglas del mercado ¨²nico, o de control de fronteras. Es casi pedirle peras al olmo cuando alg¨²n pa¨ªs b¨¢ltico ni siquiera cuenta con puestos fronterizos o tiene claramente delimitadas sus fronteras con Rusia.
La Convenci¨®n, tercera reforma de los tratados desde Amsterdam en 1997, refleja que la UE no se hab¨ªa preparado suficientemente para esta ampliaci¨®n. Hasta ahora, todas las ampliaciones han ido acompa?adas de mayor integraci¨®n. ?Y esta vez? En su discurso la semana pasada ante la Asamblea Nacional francesa, Giscard hizo una sorprendente afirmaci¨®n: "No hemos escuchado por parte de los miembros de la Convenci¨®n ninguna demanda para transferir nuevos campos de competencias hacia la Uni¨®n desde las pol¨ªticas interiores". Y a?ad¨ªa: "Vamos a poder confirmar y precisar en la Constituci¨®n las que figuran en los tratados". ?No m¨¢s Europa, sino, si acaso, una mejor Europa? En Tr¨¦veris, el ministro irland¨¦s de Justicia, Michael McDowell, sin duda bajo el choque de los referendos en su pa¨ªs sobre el Tratado de Niza, habl¨® como un euroesc¨¦ptico, para alegr¨ªa de alg¨²n brit¨¢nico presente. Ni un paso m¨¢s para Irlanda, sobre todo en materia fiscal o militar. Y los nuevos, que acaban de recuperar su soberan¨ªa, no parecen tampoco entusiasmados por compartirla. Desde luego la pol¨ªtica de defensa la har¨¢n los que quieran, incluso uni¨¦ndose en una nueva alianza de defensa mutua como propone Prodi para todos (no inventa nada, las bases jur¨ªdicas de la UEO siguen all¨ª). De momento, lo que hace la ampliaci¨®n de la UE es reforzar el atlantismo en Europa. Sin embargo, a escala europea, las encuestas muestran que el ritmo percibido por los ciudadanos de la integraci¨®n en los Quince (con excepciones) es inferior al deseado.
La Uni¨®n que salga de esta ampliaci¨®n ha de ser diferente, en un mundo tambi¨¦n cambiante. Habr¨¢ un tiempo de confusi¨®n o caos en la UE, y por eso es b¨¢sico que al menos algunos tengan claro hacia d¨®nde navegar y sepan aguantar el palo.
aortega@elpais.es
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