Camus y los impostores
Hace dos semanas asist¨ª en Par¨ªs, en el Centro Pompidou, a un encuentro titulado Albert Camus et le mensonge. Una idea bonita, es decir, provocativa: avecinar en la misma reflexi¨®n el nombre de uno de los intelectuales del siglo pasado m¨¢s impecablemente veraces -y que no dej¨® de pagar por ello- con la mentira, esa copiosa tarea a la que tantos intelectuales antes y ahora dedicaron esfuerzos y sacrificaron su honradez. Entendamos por mentira no s¨®lo la deformaci¨®n culpable de la verdad conocida, sino tambi¨¦n la desinformaci¨®n culpable, la sesgada y culpable selecci¨®n de lo que se dice y lo que se calla, el silencio culpable. El enga?o, la desinformaci¨®n y el silencio que esclavizan, lo que avasalla entre trompetas de emancipaci¨®n falsificada. El empe?o opuesto a aquello en lo que reside la grandeza de este oficio, seg¨²n lo defini¨® Camus en su discurso de Estocolmo: "Aceptar la doble carga, en tanto se pueda, del servicio a la verdad y a la libertad". Palabras que pueden parecer altisonantes -a pesar de ser tan sencillas- si no las respalda la ejecutoria de toda una vida, como ocurre en el caso de Albert Camus.
En los ¨²ltimos tiempos he recordado y rele¨ªdo muchas veces a Camus. Por supuesto, no por af¨¢n infantil de buscar un "padre" intelectual ilustre para corroborar batallas que no fueron la suya: es dif¨ªcil imagin¨¢rselo como "intelectual-padre", pero en cambio resulta grato y estimulante recordarle como lo que quiso ser para tantos desde su relativa soledad, un buen compa?ero. He pensado a menudo en su desgarramiento durante el conflicto argelino, en su permanente esfuerzo por ser justo con todos que le enfrent¨® acerbamente a unos y a otros. Y en su permanente esfuerzo por no amparar las ideolog¨ªas de la violencia, por hablar claramente hasta cuando ello m¨¢s deb¨ªa desacreditarle ante los profesionales del embrollo sofisticado que tanto prestigio consigue en este gremio. Permaneciendo fiel a lo que uno de sus personajes dice en La peste: "He escuchado tantos razonamientos que han estado a punto de hacerme perder la cabeza y que se la han hecho perder a otros hasta hacerles consentir el asesinato, que he comprendido que toda la desdicha de los hombres proviene de que no tienen un lenguaje claro. He tomado entonces el partido de hablar y actuar claramente para ponerme en el buen camino. Por consecuencia, digo que hay plagas y que hay v¨ªctimas, y nada m¨¢s".
Cuando estaba a punto de comenzar nuestro encuentro parisino, me hicieron llegar la pastoral que el subcomandante Marcos ha enviado (si no he comprendido mal) a un rockero globalof¨®bico madrile?o que ha inaugurado aqu¨ª un chiringuito de ese corte con la asistencia de varias personalidades de la cultura global, pero f¨®bica. En la ep¨ªstola se hacen varias bromas de retrete sobre Aznar y el Rey, se llama payaso a Garz¨®n por haber conseguido unas "vacaciones con los gastos pagados" a Pinochet (?ojal¨¢ que duren!) y se le tacha nada menos que de "fascista" por haber obstaculizado la lucha por la "causa leg¨ªtima" del pueblo vasco al perseguir la trama mafiosa de Batasuna. En el fondo, todo bastante candoroso. En sus momentos m¨¢s osadamente vanguardistas, el tono de Marcos se parece al de Shin Chan, esos escandalosos dibujos animados japoneses de caca, pis y co?o protagonizados por un perverso polimorfo de cinco a?os; en los m¨¢s cl¨¢sicos, vuelve a la fuente segura de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, para asegurarnos que "cuando han estado ac¨¢ los hermanos del Pa¨ªs Vasco se han portado con dignidad, que es como de por s¨ª se portan los vascos". Muy tranquilizador: los vascos son dignos, los ind¨ªgenas ancestrales, las barbas luengas, los incendios voraces y el imperialismo depredador. En fin, no entro en detalles porque me dispensa de ello la excelente respuesta que le dio Carlos Monsivais en el diario mexicano La Jornada, donde tambi¨¦n apareci¨® in extenso la carta apost¨®lica de Marcos. Lo verdaderamente insufrible de ¨¦sta resultan ser los arrebatos po¨¦ticos. En un animado di¨¢logo con su escarabajo Durito -¨²nica y no demasiado venturosa aportaci¨®n de los Beatles a la rebeli¨®n chiapaneca-, y tomando como inspiraci¨®n al indefenso Bernardo Atxaga, perpetra rapsodias como ¨¦sta: "La Rebeld¨ªa es como esa mariposa que dirige su vuelo hacia ese mar sin islas ni rocas. Sabe que no habr¨¢ donde posarse y, sin embargo, su vuelo no titubea". Vaya por Dios. Como le escribi¨® el elegante suicida Petronio a Ner¨®n, seg¨²n Quo vadis, "quema Roma, asesina a tu madre, acu¨¦state con tu hermana, haz lo que quieras... ?pero no odas!". Eso: no odas, Marcos.
Personalmente, a m¨ª lo que Marcos diga o deje de decir sobre casi todo cuanto va m¨¢s all¨¢ de Chiapas me trae al pairo. Como subproducto subversivo del subdesarrollo, el subcomandante es aceptable y ¨²til; como subterfugio para subalternos europeos con mala conciencia subrepticia, roza lo subnormal. Pero la impostura que me importa no es la suya, sino la de los corifeos que le jalean y acompa?an en la legitimaci¨®n o trivializaci¨®n de los cr¨ªmenes cometidos en mi tierra en nombre de una pretendida "causa justa" que no sabe hacerse escuchar sin ellos ni quiere esperar a que ellos acaben para hacerse o¨ªr. Estamos rodeados de almas solidarias de izquierda que sienten como suyos -y hacen bien- los agravios cometidos contra los ind¨ªgenas de Chiapas, pero consideran que la delincuencia totalitaria en el Pa¨ªs Vasco es culpa de Aznar y, por lo visto, tambi¨¦n de Garz¨®n. Nunca se les ocurrir¨ªa ir en peregrinaci¨®n solidaria a Andoain o Mondrag¨®n, como van a Chiapas. O pasan por alto el asunto: no recuerdo, por ejemplo, que Noam Chomsky, cuyos art¨ªculos reproduce con entusiasmo Kale Gorria, haya nunca aplicado sus dotes antimixtificatorias que tanto ejerce contra la propaganda de Bush a la deformaci¨®n de la historia y la manipulaci¨®n informativa proetarras. La culpa de los atentados, que se deploran convencionalmente, recae sobre sus v¨ªctimas porque son de derechas, conservadoras, antirrevolucionarias. Son procedimientos que ya hemos visto antes, el siglo pasado, antes de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn.
En el coloquio del Pompidou, Jean Daniel record¨® que a final de los a?os cuarenta y comienzo de los cincuenta del pasado siglo, la gente como Milosz, que hu¨ªa del estalinismo, o como Octavio Paz, que de
nunciaba los campos de concentraci¨®n sovi¨¦ticos, eran aislados como pest¨ªferos por la intelligentsia progresista parisina... con la casi exclusiva excepci¨®n de Albert Camus. Y en una charla particularmente interesante, la profesora Brigitte S?ndig, de la Universidad de Postdam, record¨® lo que Camus hab¨ªa significado para los grupos de oposici¨®n de Hungr¨ªa, Rumania, Checoslovaquia o Alemania del Este en una ¨¦poca en la que muchos antiimperialistas (algunos hoy todav¨ªa en ejercicio) veraneaban a cuerpo de rey en esos pa¨ªses sometidos y colaboraban a que el autor de El extranjero fuese elevado a la dignidad de "bestia negra" por los bur¨®cratas que les subvencionaban. Remarc¨® sobre todo el inter¨¦s de Camus por informarse bien de lo que ocurr¨ªa, sin dejar que anteojeras dogm¨¢ticas o partidistas enturbiasen su visi¨®n de realidades atroces. Los atropellos nunca le encontraron predispuesto a la legitimaci¨®n o a la excusa. Y recuerdo de nuevo, tan actuales, las palabras que Camus escribi¨® al comunista Emmnuel d'Astier de la Vigerie: "Tengo horror a la violencia confortable. Tengo horror a todos aquellos cuyas palabras van m¨¢s lejos que sus actos. En eso me separo de algunos de nuestros grandes intelectos, de los que dejar¨¦ de despreciar sus llamadas al crimen cuando sean ellos mismos quienes empu?en los fusiles de la ejecuci¨®n". No, no olvidaremos la lecci¨®n de Albert Camus.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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