Vicente Cacho, entre Madrid y Barcelona
Para Vicente Cacho, desaparecido hace ahora cinco a?os, hubo dos grandes respuestas a la crisis de finales del siglo XIX y comienzos del XX o, como dice ¨¦l, dos "morales colectivas", intergeneracionales y asim¨¦tricas, de "modernizaci¨®n" y "transformaci¨®n", o "regeneraci¨®n", de Espa?a, que "presentan, a la vez y de una manera sostenida, un nivel aceptable de teorizaci¨®n y un grado consistente de aceptaci¨®n social": una, en Madrid, auspiciada por Jos¨¦ Ortega y Gasset, que propuso, como v¨ªa de "modernizaci¨®n", la ciencia, y otra, en Barcelona, impulsada por Enric Prat de la Riba, que propuso la redefinici¨®n pol¨ªtica (y, en definitiva, econ¨®mica y social) de Espa?a. Dos respuestas o dos "morales" dominantes, que se suman a una tercera, que no explor¨®, la socialista, y se complementan con algunas "figuras exc¨¦ntricas", como las de Unamuno y Eugenio d'Ors, que "respond¨ªan a sugerencias nuevas, hijas de la crisis finisecular, fuese en el terreno de la conciencia o en el pol¨ªtico" y "despegaban de lo que resultaba pol¨ªticamente correcto en sus respectivos ambientes intelectuales, con los costos marginales consiguientes de una escasa hueste de seguidores, pese a su excepcional val¨ªa, y de un malentendimiento cr¨®nico de sus puntos de vista". Esta tesis central, que, de hecho, tiene su punto de arranque en sus estudios juveniles sobre la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, la desarroll¨®, con un acopio apabullante de documentaci¨®n in¨¦dita, en sus clases universitarias y en una serie de art¨ªculos que, desde 1975, fue diseminando con suma avaricia en diversas revistas y que, amenazado ya por la muerte, recogi¨® y refundi¨® en cuatro tomos, dos en cada sentido. As¨ª, fiel a su planteamiento, altern¨® en sus investigaciones Madrid, su ciudad natal, y Barcelona, que convirti¨® en su segunda residencia. Fue catedr¨¢tico de historia contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona (1976-82) y en la Complutense de Madrid (1982-97). Y, paralelamente, fij¨® su mesa de operaciones, primero, en el Ateneo de Barcelona, cuyo archivo hist¨®rico orden¨® y catalog¨® (1979-82), y, despu¨¦s, en la Fundaci¨®n Ortega, de Madrid, que hizo extensiva a la Residencia de Estudiantes, para terminar teniendo un pie en cada ciudad a trav¨¦s de la Fundaci¨®n Alb¨¦niz.
Cacho fue un aut¨¦ntico puente entre las dos culturas, la de Madrid y la de Barcelona, incluidas sus respectivas ¨¢reas de influencia. Le conoc¨ª en Barcelona hacia 1978 o 1979, cuando, convocados por la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico, Archivos y Museos, regida por Javier Tusell, y coordinados por Francesc Vicens, director de la Fundaci¨®n Mir¨®, preparamos la exposici¨®n Cien a?os de cultura catalana. 1880-1980, que tuvo lugar, en los meses de junio-octubre de 1980, en el Palacio de Vel¨¢zquez, del Retiro, con un objetivo prioritario, el de dar a conocer al p¨²blico de Madrid un corpus cultural, si no destruido, desquiciado por el franquismo, que aprovechamos para reordenarlo de forma nueva y coherente. Cacho, con Josep Termes, se ocup¨® de fijar el marco hist¨®rico; Albert Manent y yo, la producci¨®n escrita; Roger Alier, la musical; y Pep Corredor y Francesc Fontbona, con la ayuda pr¨®xima de Vicens y la m¨¢s lejana de Joan Ainaud y Alexandre Cirici, la m¨¢s voluminosa, la arquitect¨®nica y pl¨¢stica. Las reuniones peri¨®dicas que celebramos en la Fundaci¨®n Mir¨® y que rematamos, en un largo fin de semana, en las soledades conventuales de Montserrat, no s¨®lo sirvieron para trazar el argumento, establecer la selecci¨®n y dise?ar el cat¨¢logo, de casi trescientas p¨¢ginas, con m¨¢s letra menuda que ilustraciones, sino que las convertimos en una mesa permanente de debate pluridisciplinar en las que dimos la vuelta, cada uno con sus armas espec¨ªficas, a ideas y conceptos, a la "filiaci¨®n" de nombres y obras, a las relaciones, por ejemplo, con el Modern Style ingl¨¦s o con el Surrealismo de Breton, a los intentos de institucionalizaci¨®n (e instrumentalizaci¨®n) pol¨ªtica y cultural, a la lucha entre el individualismo anarquizante y el fervor republicano, o entre ¨¦ste y el liberal o el carlista, etc¨¦tera. Y, de manera especial, a los desajustes entre Madrid y Barcelona y a la necesidad de establecer unas conexiones m¨¢s o menos estables.
Probablemente, uno de los proyectos en los que Cacho puso m¨¢s empe?o fue el "Programa Joan Maragall", que se inici¨®, no s¨¦ si a instancia suya, a finales de los ochenta gracias al acuerdo entre la Fundaci¨®n Ortega y la Fundaci¨®n de la Caixa de Barcelona y que desgraciadamente se frustr¨® a mediados de los noventa con la fusi¨®n de las dos cajas, la de Barcelona y la de Ahorros, y con la jubilaci¨®n, al frente de la Fundaci¨®n Ortega, de do?a Soledad Ortega y la muerte de su director, Manuel Fern¨¢ndez-Miranda. Para m¨ª, el "Programa" constituy¨® una de las operaciones m¨¢s positivas de acercamiento de las dos grandes capitales de cultura espa?olas, una operaci¨®n planteada en r¨¦gimen de estricta igualdad y abierta a todos los vientos. El comit¨¦ cient¨ªfico, paritario y con reuniones peri¨®dicas en ambas ciudades, fue cambiante con el paso de los a?os, pero recuerdo, entre otros, adem¨¢s de Cacho, a Manuel Fern¨¢ndez-Miranda, Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron, Pepe G¨®mez Navarro, Joan Rigol, Josep Termes y Borja Riquer. Y su verdadero motor fue Cristina Dupl¨¢a, disc¨ªpula directa de Cacho, que ejerci¨® el papel de coordinadora y que, un buen d¨ªa, desahuciada por las circunstancias, se march¨® a la Universidad de Dartmouth, en donde profes¨® cultura castellana y catalana y en donde muri¨® hace un par de a?os despu¨¦s de una larga agon¨ªa.
El programa cumpli¨® unos objetivos muy concretos: conceder becas para que los j¨®venes investigadores madrile?os trabajasen en Barcelona, y a la inversa: a los catalanes, para que trabajasen en Madrid. Convocar coloquios y mesas de debate, organizar conferencias y cursos interuniversitarios de doctorado (hice, por ejemplo, uno sobre el surrealismo catal¨¢n, en la Fundaci¨®n Ortega, para todas las universidades madrile?as en la que, entre otros, asistieron los hoy profesores Juan Ribera y Julia Buti?¨¢, Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, que fue director del Instituto Cervantes).
Vi a Cacho por ¨²ltima vez en Barcelona, si no me enga?an mis notas, el 30 de julio de 1997, ya muy derrotado por la enfermedad, cuando, no s¨¦ si decir que cumpliendo un ritual, se iba despidiendo uno por uno de los lugares (y amigos) que hab¨ªan configurado su universo personal. Fue en una de las reuniones de trabajo de un congreso internacional sobre el 98, que quer¨ªamos plantear, no como "otro" congreso, sino como un congreso "otro", organizado por la "Comissi¨® 98", creado por el Departamento de la Presidencia de la Generalitat de Catalu?a. En su comit¨¦ cient¨ªfico, Cacho form¨® pareja con Josep Termes, como especialistas en historia intelectual; Jos¨¦ Carlos Mainer y yo mismo, como especialistas en literatura; mi hermano Isidre, del pensamiento pol¨ªtico, y Francesc Fontbona, de arquitectura y artes pl¨¢sticas. Cacho, que falleci¨® en los ¨²ltimos d¨ªas de noviembre de 1997 (recib¨ª por correo, cuando ya hab¨ªa fallecido, uno de los primeros ejemplares de Repensar el 98 con una firma desmantelada y fecha del d¨ªa 22), no pudo asistir a las sesiones que tuvieron lugar en Barcelona el mes de abril del a?o siguiente, pero intervino de forma decisiva en las l¨ªneas maestras de su planteamiento y, sobre todo, en la fijaci¨®n de su filosof¨ªa, que sintetizamos en el t¨ªtulo general: "Crisi d'identitat i modernitzaci¨®", es decir, crisis de la idea tradicional de Espa?a y, por lo tanto, an¨¢lisis de las propuestas formuladas para una redefinici¨®n y, de manera correlativa, de los intentos de ingresar en la modernidad. Pese a todo, su presencia flot¨® en las sesiones, y Octavio Ruiz Manj¨®n seleccion¨® y ley¨®, en un plenario, un fragmento in¨¦dito de su libro El nacionalismo catal¨¢n como factor de modernizaci¨®n, que vio la luz al cabo de unos pocos meses.
Joaquim Molas es catedr¨¢tico em¨¦rito de Literatura Catalana.
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