Una reducci¨®n de impuestos como jarabe para todos los males
El presidente George W. Bush afirm¨®, tras dirigir los protocolarios elogios a Snow, que la econom¨ªa estadounidense no funcionaba tan mal como pod¨ªa parecer. Destac¨® que la inflaci¨®n estaba bajo control y que la productividad hab¨ªa aumentado un 5,6% en el ¨²ltimo a?o. Como de costumbre, habl¨® como si los profesionales de la econom¨ªa, y los ciudadanos en general, desconocieran la realidad. En EE UU no hay inflaci¨®n, sino una fuerte presi¨®n deflacionista. Y la productividad aumenta con los despidos masivos: los empleados que permanecen en su puesto, normalmente los m¨¢s eficaces, asumen el trabajo de los que se van.
En la misma l¨ªnea, en los ¨²ltimos dos a?os Bush ha ido alterando las justificaciones de su reducci¨®n de impuestos, a medida que cambiaban las circunstancias. Su plan fiscal naci¨® en la mente de Karl Rove, hoy Rasput¨ªn de la Casa Blanca y entonces asesor estrat¨¦gico del precandidato Bush, que se enfrentaba en las primarias republicanas a Steve Forbes: como Forbes propon¨ªa bajar los impuestos, el d¨²o Bush-Rove decidi¨® desbordarle con un planteamiento similar, pero m¨¢s exagerado. Ya enfrentado a Al Gore en las presidenciales, Bush dijo que era razonable bajar los impuestos en un momento de gran super¨¢vit. Al poco de llegar a la Casa Blanca, con el super¨¢vit evaporado y la econom¨ªa en recesi¨®n, Bush proclam¨® que bajar los impuestos era imprescindible para reactivar el crecimiento. Una misma medicina serv¨ªa para todos los males. En gran parte, los problemas de credibilidad de Bush en materia econ¨®mica proceden de la frivolidad del mensaje emitido por la Casa Blanca.
Fomentar la demanda
Ahora, con los instrumentos monetarios de la Reserva Federal pr¨¢cticamente inservibles, la v¨ªa fiscal parece la ¨²nica disponible para estimular el crecimiento. La cuesti¨®n radica en qu¨¦ impuestos deben reducirse. Bush prefiere favorecer a las empresas y a los inversores. Los dem¨®cratas defienden una reducci¨®n de impuestos sobre las rentas m¨¢s bajas y una suspensi¨®n de seis meses en las cotizaciones a la Seguridad Social, para dejar m¨¢s dinero a los trabajadores y fomentar la demanda.
Bajar los impuestos equivale a acelerar el crecimiento del d¨¦ficit. Reagan acumul¨® una deuda enorne, pero fue lo bastante h¨¢bil como para dejar el problema a sus sucesores. Bush cree que el d¨¦ficit no estallar¨¢ antes de 2004 y que, por tanto, no le impedir¨¢ ganar la reelecci¨®n. El reci¨¦n despedido Paul O'Neill pensaba a m¨¢s largo plazo y consideraba que un descontrol de la deuda p¨²blica podr¨ªa ser fatal para la econom¨ªa de EE UU.
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