Ni?as como mariposas
En La Habana de antes hab¨ªa una librer¨ªa belga que vend¨ªa libros franceses. Yo la visitaba a menudo porque ellos importaban tambi¨¦n un magazine que era una avanzada de los fanzines, dada a los chismes del cine. Se llamaba Cinemonde y al mismo tiempo vend¨ªan una revista con toda la seriedad y capacidad cr¨ªtica comunes pero que parece exclusiva de los franceses. Se llamaba, se llama todav¨ªa, Cahiers du Cinema. Como en un acto de paciencia el librero me dijo algo que nunca me hab¨ªa dicho antes: "Aqu¨ª hay un libro que le va a interesar". Para a?adir lo que crey¨® un cebo seguro: "Acaba de salir en Par¨ªs". (Lo dijo como si dijera "Par¨ªs bien vale una misa negra"). Con las mismas me entreg¨®, no me dio, un tomito verde de una editorial que no conoc¨ªa con un t¨ªtulo inusitado y el nombre de su autor, un desconocido. Eran la Olympia Press, Lolita y Vladimir Nabokov, ya lo habr¨¢n adivinado. Lo compr¨¦. Mejor dicho, los compr¨¦, porque eran dos tomos. No supe ni s¨¦ todav¨ªa qu¨¦ me impuls¨® a comprar esa novela. Tal vez fue porque los dos vol¨²menes (es un decir, porque eran m¨¢s bien delgados) se vend¨ªan un poco m¨¢s caro pero no demasiado caro. Los libros en esa librer¨ªa eran siempre caros. (Como ven, hablo mucho del precio posible de un libro que, luego, me result¨® inapreciable). Acababa de tomar contacto por primera vez con Vladimir Nabokov. Tiempo despu¨¦s le¨ª una cr¨ªtica de Saul Bellow, que todav¨ªa no era novelista, haciendo un elogio cr¨ªtico de Lolita. Pero para entonces yo ya hab¨ªa quedado prendado del encanto del libro y la frescura, en todos los sentidos de la palabra, de Lolita, el objeto de su narraci¨®n, porque el narrador era la pieza importante a cobrar, ese Nabokov que desde entonces se convirti¨® en uno de mis autores favoritos.
Vladimir Nabokov (entonces ni siquiera sab¨ªa c¨®mo se pronunciaba su nombre: Nabokoff o N¨¢bokov) era no un emigrado ruso, sino un exiliado del comunismo en todas partes. Pero su estilo era tan novedoso y demencial como se dice en su falso pr¨®logo escrito por un falso cr¨ªtico con un nombre falso. Pero aun en esa introducci¨®n (que tiempo despu¨¦s supe que era el propio Nabokov con un seud¨®nimo impropio) hab¨ªa frases que fueron favoritas ya desde su t¨ªtulo: "Lolita o las confesiones de un viudo blanco y var¨®n". Eran perlas preciosas acerca del seudoautor Humbert Humbert. Pero ya desde la invocaci¨®n aparecen frases como "Siempre hay que contar con un asesino para tener un estilo fantasioso". O cuando el autor, el propio H. H., cuenta c¨®mo muri¨® su madre: "En un raro accidente (picnic, rayo)" o: "Conoc¨ª a Annabel antes de conocer a Lolita... Cuando la evocas instant¨¢neamente, con los ojos cerrados, en el interior oscuro de tus p¨¢rpados, el objetivo, la absoluta r¨¦plica de un rostro amado, un fantasmita de colores naturales (y es as¨ª como yo veo a Lolita)".
?sta es la visi¨®n de Humbert Humbert, pero hay que ver c¨®mo opina el autor de ambos: "Dir¨ªa que de todos mis libros es el que ha dejado en m¨ª un resplandor mas placentero, tal vez porque es el m¨¢s puro de todos, el m¨¢s abstracto y cuidadosamente urdido". Para confesar: "Probablemente sea yo el responsable del hecho extra?o de que la gente ya no llame Lolita a sus hijas". Pero Vladimir Nabokov, o el naturalista experto en mariposas al que llaman Vlad el Empalador, es el culpable de que el nombre propio haya pasado a ser un nombre com¨²n, y ya se habla de "una Lolita" o de las lolitas posibles entre unas cuantas muchachas capaces de dar el s¨ª de las ni?as a las que VN llama ninfitas. Recuerdo, a prop¨®sito, una de las primeras pel¨ªculas pornogr¨¢ficas exhibidas en el cine habanero apropiadamente llamado el Niza -que se titulaba Mariposas mancilladas-.
Lolita la novela o la "confesi¨®n de un macho viudo y blanco" o como se llame esta obra maestra, es una de las novelas m¨¢s complejas, de estilo, y m¨¢s amena, de personajes, y m¨¢s c¨®mica y m¨¢s terrible y m¨¢s triste que conozco en las que todos mueren: su protagonista, su supuesto autor H. H., su verdadero autor Vladimir Nabokov y su villano Clare Quilty, al que asesinan no s¨®lo Humbert, sino tambi¨¦n Humbert, con sus balas certeras y terriblemente personales. Pocas novelas de ese siglo XX de varia invenci¨®n de las novelas que se llaman Ulises, Siempre sale el sol, La monta?a m¨¢gica, Las palmeras salvajes, La muerte de Virgilio, Los idus de marzo, para nombrar m¨¢s que una media docena de lo que puede ser, ya se ver¨¢ en este siglo, la apoteosis del g¨¦nero. ?Habr¨ªa que a?adir En busca del tiempo perdido y otras obras completas?
Lolita es la cris¨¢lida de donde surgen la paronomasia y la parodia (notablemente la de Mi¨¦rcoles de ceniza de T. S. Eliot) y las descripciones como la de esta pelea confusa: "Le ca¨ª arriba, nos ca¨ªmos arriba, le ca¨ª abajo, nos ca¨ªmos abajo los dos", que es descacharrante y pat¨¦tica a la vez -como toda la novela-.
Precedida y seguida por el esc¨¢ndalo (la Olympia Press se dedicaba al comercio carnal de la pornograf¨ªa suave), se trata de un libro, como dice un personaje de Dublineses de Joyce, para gozar con las aves (raras) azules. Aunque el verde es el color de la colecci¨®n Olympia, como el cuento es verde, en espa?ol, cuando es descrito con ese cr¨¦dito de descr¨¦dito que es la literatura sical¨ªptica -pero todo es azul en ingl¨¦s cuando es verde cuando todo verdor perecer¨¢-.
Esta novela de un ped¨®filo lleva un exergo digno de Groucho Marx: pederastas de todos los pa¨ªses, un¨ªos. No ten¨¦is nada que perder m¨¢s que la virginidad ajena. La novela verde puede considerarse como los libros v¨ªrgenes de antes, que hab¨ªa que abrir sus p¨¢ginas con un objeto penetrante, como se practica una desfloraci¨®n. Que abandonen todo prejuicio los que entraren.
Babelia
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