La naturaleza, el Gobierno... ?y el olvido?
El estado de la naturaleza sigue sin ser una de las grandes preocupaciones de la ciudadan¨ªa. As¨ª lo dicen los sondeos y los montes y las playas transitados. El urbanita no conoce los nombres de los ¨¢rboles que bordean el asfalto. Viaje usted en tren o en autob¨²s y f¨ªjese en los pasajeros: pocos miran el paisaje. Hace muchos a?os, mi universidad neoyorquina me ofreci¨® la direcci¨®n de un curso en Granada y acept¨¦. Los estudiantes eran j¨®venes de Queens y de Puerto Rico. El programa inclu¨ªa algunos viajes por Espa?a y uno a Marruecos. Los hac¨ªan durmiendo. La noche previa al salto a Marruecos pernoctamos en un hotel tur¨ªstico con mucha marcha. Mis estudiantes de ambos sexos se pasaron la noche bailando y bebiendo y, la hora del alba ser¨ªa, fraguaron una conspiraci¨®n: renunciar¨ªan al viaje a Marruecos y se quedar¨ªan en el hotel. Me despertaron, me lanzaron la oferta y me negu¨¦ en redondo. Diablos, me jugaba el cargo en Granada y en Nueva York. En Marruecos no mostraron el menos inter¨¦s ni por la ciudad ni por el campo. En Xauen tuve que abortar otra rebeli¨®n. Quer¨ªan volverse. Ya. Y hacer escala un par de noches en el hotel de sus licencias.
En licencia termin¨®, con el paso del tiempo, el ecologismo de San Benito de Nursia y sus monjes, los benedictinos. Luego, el intenso amor pante¨ªsta de San Francisco de As¨ªs (las piedras le conmov¨ªan) resisti¨® cada vez m¨¢s adulterado hasta desembocar en la falsa y rid¨ªcula literatura pastoril. La naturaleza es pagana y el cristianismo est¨¢ por su domesticaci¨®n, sin que, hist¨®ricamente, le haya hechos muchos ascos al garrotazo y tente tieso. "Quien ha visto un ¨¢rbol los ha visto todos", dijo Ronald Reagan, no sin buena parte de raz¨®n. Personalmente creo, aunque sin convicci¨®n ni inter¨¦s en tenerla, que me gusta m¨¢s un monte calvo que arbolado. Con todo, admiro y defiendo el ecologismo, si bien no me agrada cuando se pone l¨ªrico. La naturaleza tira a borde y es prudente no tocarla en caso de duda. Y fomentarla en la medida en que sea bueno para los seres humanos. No se hace. De aquellos mis estudiantes, alguno puede que sea hoy armador y, por supuesto, podr¨ªa ser ministro de Medio Ambiente o de Fomento. Y m¨¢s.
Y m¨¢s y m¨¢s y m¨¢s. ?El coste del transporte mar¨ªtimo del petr¨®leo abarata el precio en unos c¨¦ntimos? Pues vamos all¨¢. Pero al parecer, ni siquiera este mecanismo tan sencillo y a la vez tan perverso es trigo limpio. A menudo, tal tr¨¢fico es innecesario y, por lo tanto, m¨¢s caro. Hay cambalache.
?Sabe el lector que muchos petroleros zarpan con su carga sin saber su puerto de destino? As¨ª lo dice Michel Girin, un experto franc¨¦s, director de la instituci¨®n Cedre, dedicada al estudio del estado de salud del mar. Navega el petrolero sin rumbo fijo, baraja las ofertas que le van llegando y finalmente recala, bien para descargar, bien a la espera de comprador conveniente. Subasta en alta mar y de puerto en puerto.
Escuchamos las opiniones de varios expertos en una tertulia televisada. Uno dijo que el doble casco sirve de poco en aguas alborotadas, pues si cede una plancha, la otra no tarda en perforarse tambi¨¦n. Exhibi¨® una lista de naufragios y figuraban en ella m¨¢s petroleros de doble casco que de monocasco. El mismo contertulio u otro, qu¨¦ m¨¢s da, afirm¨® que la edad de la nave es un mito. Nueva lista, y, vaya todo por Dios, seg¨²n ¨¦sta se hunden m¨¢s petroleros j¨®venes que viejos. Otro se?or neg¨® la existencia de petroleros con bandera de conveniencia o que los tales se beneficien de unas normas m¨¢s laxas y de exenciones fiscales y ambientales. Un subsecretario derroch¨® esfuerzos para tranquilizarnos y entre otras cosas dijo, tras reconocer que Espa?a s¨®lo posee un buque anticontaminaci¨®n (?o eran dos?) que estaba prevista la construcci¨®n o compra de no se sabe cu¨¢ntos m¨¢s. El poder siempre dispone de expertos capaces de demostrar que lo blanco es negro; y adictos a la exasperante pol¨ªtica del "haremos".
Si todos, digo todos, estuvi¨¦ramos muy conscientes de la importancia de no provocar insanamente a la naturaleza, estas cosas no ocurrir¨ªan. El medio ambiente figurar¨ªa, junto al paro, en primer lugar de las preocupaciones ciudadanas. Los gobiernos son muy sensibles a los sondeos, pues tanto les va en ello. Y si el paro sigue su marcha ascendente no es porque ah¨ª nos las den todas, sino por un c¨²mulo de factores externos e internos. De los externos l¨ªbrenos Dios; de los internos, el Gobierno, que lo intenta, pero sin fortuna. Por ejemplo, expertos hay seg¨²n los cu¨¢les las privatizaciones s¨®lo han servido para enriquecer a una ¨¦lite y para fomentar la inflaci¨®n.
Con toda la falta de inter¨¦s general por la naturaleza, la campanada de Galicia ha despertado a los votantes de Fraga, al ¨²ltimo de los peninsulares y al mundo entero. Si este brusco despertar es el mal sue?o de una noche o produce insomnio, est¨¢ por ver. Hall¨¢ndose la pelota en alero peligroso, de estar yo en la piel del se?or Aznar, me desembarazar¨ªa de Fraga, de ?lvarez Cascos, de Matas y acaso tambi¨¦n de Rajoy. De este ¨²ltimo admiro la infinita capacidad para sostener el tipo. Bueno, no admiro eso, qu¨¦ demonios; pero reconozco la necesidad que los gobiernos tienen de un parachoques, y nadie como el se?or Rajoy, ni aqu¨ª ni en el mundo, para llenar esa funci¨®n. Pero la muralla china s¨®lo le ha servido a China como inversi¨®n tur¨ªstica. Rentable a plazo remoto y no era eso lo que se trataba de demostrar. Puede que el vicepresidente, aferr¨¢ndose a lo inveros¨ªmil mientras ve¨ªamos a la gente sacando alquitr¨¢n con las manos, haya abierto m¨¢s grietas que las del petrolero hundido frente a la costa gallega.
Aunque puede que no. Es obvio que el Gobierno conf¨ªa en la amnesia colectiva; a lo sumo, un resquemor tibio con el paso del tiempo. Habr¨¢ marisco tra¨ªdo de otras partes, tal vez m¨¢s barato. De menor calidad, por supuesto; pero la gran mayor¨ªa no distingue una gamba de otra. As¨ª, como muchos votantes acaben teniendo acceso al marisco, a lo largo del 2003, la naturaleza gallega y sus pescadores sufrir¨¢n el olvido en proporci¨®n directa. Ser¨ªa rocambolesco.
Juan Goytisolo jugaba en un art¨ªculo con la idea de una democracia restringida. Abierta a todos, claro, no como en los tiempos heroicos del sistema. ?Voto previo examen? Tanto pesimismo.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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