Mirar al exterior
LA POL?TICA internacional no acostumbra a decidir elecciones. Menos en un pa¨ªs como Espa?a, con muchos a?os de aislamiento y una tard¨ªa incorporaci¨®n al primer plano europeo. Los ciudadanos, por lo general, a la hora de votar se gu¨ªan m¨¢s por lo que afecta a la intendencia y al bienestar -trabajo, vivienda, salud, ense?anza- y por las inefables sinrazones identitarias que por los conflictos del ancho mundo en los que una potencia mediana como Espa?a tiene poco que decir. Sin embargo, parece que la dimensi¨®n internacional es lo que corona a un estadista. Hasta el punto de que muchos gobernantes se obsesionan tanto en hacerse un nombre en el mundo que cuando vuelven la mirada al pa¨ªs descubren que el suelo se les ha movido sin que se hubieran dado cuenta. Sin ir m¨¢s lejos, es lo que le ocurri¨® a Aznar, que despu¨¦s de un semestre gal¨¢ctico, en el que aprendi¨® a poner los pies sobre la mesa en la intimidad como un pol¨ªtico tejano cualquiera, descubri¨® que la amistad de Bush no le libraba de la huelga general que le hab¨ªan montado Fidalgo y M¨¦ndez. A juzgar por el estado de rencor en el que vive, a¨²n no se ha sobrepuesto a tan inexplicable traspi¨¦.
Pero desde el 11-S no queda duda de que nada que ocurra en el mundo nos es ajeno. En Espa?a, a juzgar por las encuestas, hay un desajuste profundo entre la pol¨ªtica internacional del Gobierno y la opini¨®n p¨²blica. El Gobierno, lo sabemos todos porque Aznar lo dice y lo hace, se considera un ap¨¦ndice de la estrategia de la Administraci¨®n de Bush. Lo cual en t¨¦rminos europeos significa una alianza de bloqueo con los dos Gobiernos m¨¢s afines a Estados Unidos, el ingl¨¦s -como siempre- y el italiano -esperemos que coyunturalmente-. Seg¨²n Aznar, no hay alternativa democr¨¢tica a la pol¨ªtica internacional norteamericana. Algo que ni siquiera un ex presidente como Carter y un ex vicepresidente como Gore comparten. La opini¨®n p¨²blica espa?ola, en cambio, es mayoritariamente hostil a la guerra contra el eje del mal en los t¨¦rminos en los que Bush la est¨¢ organizando, y concretamente a la guerra contra Irak, a la que pocos ven utilidad si se trata de derrotar el terrorismo. Es una actitud que ser¨ªa est¨²pido interpretarla como un simple eco de la tradici¨®n antiamericanista de cierta izquierda espa?ola. Es mucho m¨¢s que esto. Es la idea de que el unilateralismo militar, que s¨®lo admite adhesiones incondicionales, no puede ser la forma de ordenar el mundo y de afrontar la crisis de cambio de escala que vivimos.
En este contexto, uno tiene la impresi¨®n de que el l¨ªder de la oposici¨®n, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, tiene un amplio campo para conectar con un estado de opini¨®n mayoritario de rechazo a la ortodoxia bushista de Aznar y tallarse una cierta imagen de estadista. Y, sin embargo, la pol¨ªtica internacional tiene escaso papel en su repertorio. Puede haber en esta actitud un cierto reparo -sentido de Estado, lo llaman- a romper una imagen unitaria de Espa?a ante el exterior. Pero el sentido de Estado empieza por la gente y no por una abstracci¨®n llamada Espa?a. Y buena parte de la ciudadan¨ªa, empezando por el electorado natural de Zapatero, que siente incomodidad ante la pol¨ªtica internacional de Aznar, agradecer¨ªa alguna se?al de que en el futuro puede haber otras estrategias y alianzas. Puede ocurrir tambi¨¦n que Zapatero, sabedor del poder de Washington, prefiera ser prudente pensando en el d¨ªa en que gobierne. Pero aun reconociendo el efecto campo al que Espa?a est¨¢ sometida, una alianza cr¨ªtica a la francesa siempre ser¨¢ mejor entendida que la sumisi¨®n aznarista, que, por cierto, Bush acaba de premiar con la humillaci¨®n de la Operaci¨®n Socotora.
Zapatero es buen calculador y economiza racionalmente las energ¨ªas. Si piensa que la pol¨ªtica internacional no tiene r¨¦ditos electorales, le veremos poco en este negociado. La apuesta rotunda por el modelo social europeo como bandera a defender colectivamente y la actitud cr¨ªtica frente al fundamentalismo de la Administraci¨®n norteamericana, que en momentos concretos ha destilado Zapatero, merecer¨ªan integrarse en un dibujo global con perfil reconocible que incluyera un compromiso sobre hasta d¨®nde Espa?a seguir¨¢ las exigencias de EE UU y hasta d¨®nde est¨¢ decidida a plantarse, un dise?o de pol¨ªtica europea, una propuesta de acci¨®n pol¨ªtica en el Magreb y en Latinoam¨¦rica, y unos criterios para una globalizaci¨®n en la que la pol¨ªtica lleve las riendas. Quiz¨¢ la pol¨ªtica internacional no d¨¦ votos todav¨ªa, pero ayudar¨ªa a Zapatero a forjarse una clara y diferenciada identidad frente a Aznar.
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