Granada profunda
Con motivo de unas jornadas sobre Oralidad y Mujeres, celebradas el pasado fin de semana en Guadix, he tenido ocasi¨®n de asomarme de nuevo a los portentosos territorios de la Granada profunda. La Granada que nunca ven turistas o publicistas de la moda medi¨¢tica; la de esos 160 pueblos, bastantes de ellos supervivientes gracias al PER, donde sigue refugiada la verdadera cultura de las gentes sencillas, iletradas muchas, que no incultas. No escapa esta realidad al ?rea de la Mujer de la Diputaci¨®n, que desde hace a?os promueve un tal c¨²mulo de programas formativos que no cabr¨ªan aqu¨ª ni por simple menci¨®n: fomento de empleo, talleres de coeducaci¨®n, formaci¨®n contra la violencia de g¨¦nero, para mujeres en riesgo de exclusi¨®n (inmigrantes, gitanas, prostitutas), de salud mental, de autoestima, de habilidades sociales; adem¨¢s de los m¨¢s convencionales de literatura, teatro, m¨²sica... Por todas ellas pasan miles de mujeres, a trav¨¦s de un n¨²mero no menos incre¨ªble de asociaciones, exactamente 210, muchas de ellas derivadas de los centros de alfabetizaci¨®n de adultos que se pusieron en marcha all¨¢ por los primeros ochenta, y en cuya implantaci¨®n algo tuvo que ver este mismo cronista. S¨®lo en ese dato, 210, se cifra el motivo para una primera reflexi¨®n antropol¨®gica. Mientras los hombres se agrupan de muy distinta manera, y en mucha menor medida, las mujeres se esfuerzan por mantener el fuego sagrado de sus saberes tradicionales, dom¨¦sticos, l¨²dicos y simb¨®licos m¨¢s enraizados. Hasta un librito de cuentos de tradici¨®n oral han sido capaces de alumbrar en estos tiempos atroces, con la ayuda de mi buen amigo el hispano-bereber, Mohamed M. Hamm¨², y en un lugar tan rec¨®ndito como B¨¢cor-Olivar, que casi no se ve en el mapa.
La casualidad, o qui¨¦n sabe, ha hecho que estos mismos d¨ªas vuelva a los peri¨®dicos la denuncia de las gentes humildes de otro pueblo granadino, Toc¨®n, contra el arzobispado, al que acusan de haberse apropiado fraudulentamente de una herencia que iba destinada a los pobres y a los ancianos del lugar. En los t¨¦rminos de esa protesta, estar¨ªamos ante una de las infamias m¨¢s repugnantes cometidas por la jerarqu¨ªa cat¨®lica contra esos mismos pobres a los que dice defender, y desde luego no menor a la que ha protagonizado el cardenal de Boston, amparador de curas pederastas. No s¨¦ si el Papa llamar¨¢ tambi¨¦n a cap¨ªtulo a Antonio Ca?izares, el pintoresco y ultramontano obispo de Granada, aunque me temo que no, por esto no. Aunque puede que hasta en el Vaticano empiecen a preguntarse qu¨¦ pu?etas pasa en Andaluc¨ªa, la Andaluc¨ªa tan supuestamente cat¨®lica, con tanto jubileo de curas y obispos a la gre?a, entre s¨ª y con las ovejas de su presunto reba?o. Pues pasa simplemente que el pueblo andaluz, el sufrido pueblo andaluz, no ha sido nunca ni la mitad de la mitad de lo cat¨®lico que la Iglesia cree, sino que ha escondido su miedo al poder, y a los curas, como ha podido. Y que con la democracia se ha espabilado, y lo mismo que saca del fondo de la memoria sus preciadas vetas de sabidur¨ªa profunda, no est¨¢ dispuesto a que le roben m¨¢s, ni el PER, ni las cajas de ahorro, ni las herencias, ni nada de nada. Ya est¨¢ bien.
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