Rebeldes d¨®ciles
La primera vez que recuerdo haber le¨ªdo la palabra bolchevique ten¨ªa yo diez a?os. Fue en una aventura de Guillermo Brown, mi h¨¦roe tr¨¢gico m¨¢s admirado. Tal como la recuerdo, el hermano mayor de Guillermo, que empezaba sus estudios en la universidad, se present¨® un d¨ªa ante su padre y le espet¨®: -Padre, vengo a comunicarte que me he hecho bolchevique y que, por ello, a partir de ahora, me har¨¦ cargo de los bienes familiares. El padre haciendo gala de su flema inglesa contest¨®: -Bueno, espero que me dejes algo para mis gastos. El hermano peque?o de once a?os escuchaba del otro lado de la puerta. Y al d¨ªa siguiente, el mayor irrumpi¨® desolado en la salita de estar donde su padre le¨ªa el peri¨®dico: Padre, tenemos ladrones; la bicicleta me ha desaparecido del cobertizo. -No, querido, te la ha requisado tu hermano Guillermo que, tambi¨¦n, ha decidido hacerse bolchevique.
En la sociedad vasca, el verdadero poder establecido es el nacionalista
Confio en que un d¨ªa su causa pueda ser una buena alternativa a Xabier Arzalluz
Aunque s¨®lo era un cuento de la estupenda Richmal Crompton, por las mismas fechas en que transcurr¨ªa la acci¨®n, las juventudes socialistas en Espa?a y en otros pa¨ªses de Europa, se presentaban ante su partido padre para reclamar la herencia ideol¨®gica, porque hab¨ªan decidido hacerse bolcheviques. Esos j¨®venes no ten¨ªan ni un hermano m¨¢s peque?o que les pasara por la izquierda, ni tampoco miedo a perder su bicicleta. Estaban dispuestos a perder mucho m¨¢s y, en casi todos los casos lo perdieron. De manos del fascismo o del camarada Stalin.
D¨¦cadas m¨¢s tarde, terminando los cincuenta, las juventudes del nacionalismo vasco se presentaron tambi¨¦n ante el padre y reclamaron la herencia porque se hab¨ªan hecho guerrilleros.
El paso del tiempo nos ha facilitado ver ad¨®nde condujeron aquellos proyectos de hijos pr¨®digos. Comunismo y guerrillas desembocaron en estalinismo y terrorismo, demostrando en la pr¨¢ctica que no eran tan diferentes del enemigo al que se enfrentaban. Pero no puedo negar que aquellos j¨®venes fueron verdaderamente rebeldes y verdaderamente j¨®venes. Lo tiraron todo por la borda para irse volando tras un sue?o. Tras una estrella que cre¨ªan ver all¨ª afuera en el futuro, y que no exist¨ªa en la realidad externa, sino s¨®lo en su interior. Por eso, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano hubieron de enfrentarse a s¨ª mismos. Algunos volvieron a reconocerse con el tiempo en la estrella que segu¨ªa brillando p¨¢lida a lo lejos. La utop¨ªa de la libertad.
Los americanos nos mostraron la rebeld¨ªa de la juventud vista desde el celuloide, en el Rebelde sin causa representado por James Dean. A?os m¨¢s tarde, en los sesenta, la rebeli¨®n juvenil en los campus universitarios contra la guerra del Vietnam y contra los sujetadores de diversas clases, demostraron que ser un joven rebelde consiste en enfrentar la voluntad propia a las causas espurias que el poder establecido impone como intereses generales.
Por eso me deja algo triste esa docilidad con los c¨¢nones tradicionales del "contencioso vasco" que rezuma alguna reflexi¨®n en el debate del reciente congreso de las Juventudes Socialistas de Euskadi. Se propon¨ªan superar posiciones conservadoras, pretend¨ªan radicalizar el discurso socialista libr¨¢ndolo de adherencias poco aut¨¦nticas. Lo cierto es que su mensaje, a veces confuso o intencionadamente mal interpretado, se ha difundido enmara?ado en un radicalismo ajeno. As¨ª, sabemos que son partidarios de "un debate sobre el territotorio", reclamado de otra forma por los soberanistas, aunque ¨¦sta consulta no sea posible mientras "haya inocentes que mueran"; sabemos que no comparten el plan Ibarretxe porque el proyecto s¨®lo les parece " vergonzoso y vanidoso"; y sabemos que, como Batasuna, reclaman traer a c¨¢rceles vascas a "los presos", pidiendo que se cumpla el reglamento penitenciario, y "siempre que sea posible".
Pero les qued¨® poco tiempo para mostrarnos la voluntad propia de una juventud no nacionalista que, en Euskadi, sufre de falta de libertades. Aunque confio en que un d¨ªa su causa pueda ser una alternativa v¨¢lida a la de Arzalluz, por ahora, no les veo requisando las bicicletas de los j¨®venes nacionalistas que llevan en la solapa la pegatina de "Good bye, Spain". Vamos, que ¨¦stos no son Guillermo, sino el hermano mayor. Que se presentan ante el padre, ante el poder establecido nacionalista, el ¨²nico poder verdadero en la sociedad vasca y le hablan con respeto inmerecido. Recibir¨¢n de ¨¦l la misma respuesta, con la misma sorna: -Espero que me dej¨¦is seguir siendo vuestro eterno aitite. Muerto de risa al comprobar que, desde lo alto de un guindo, los j¨®venes socialistas vascos llaman a la rebeli¨®n.
Ciertamente estos no son rebeldes sin causa, pero les falta por definir esa propia causa. No llegar¨¢n a ser "Guillermo el Justiciero" mientras se sientan realizados en la cr¨ªtica de una causa ajena. Mientras consideren la estrella roja de su bandera como un adorno navide?o dispuesto a ser compartido con ristras de peque?as luces blancas, verdes y rojas.
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