'Prestige': la otra contaminaci¨®n
A estas alturas, se han agotado las palabras para expresar la dimensi¨®n de la cat¨¢strofe que, desde hace m¨¢s de treinta d¨ªas, azota las costas de Galicia. Ya nadie puede pretender ignorar lo que ha pasado. Ya nadie puede minimizar las consecuencias de las toneladas de fuel derramadas. Y ya nadie puede perdonar que se escatimen gestos de ayuda, de solidaridad y de cari?o para quienes han perdido por largo tiempo sus medios de vida y tambi¨¦n se han sentido impotentes para luchar contra los elementos y abandonados a sus propias fuerzas, a su propio esfuerzo.
Pasar¨¢ mucho tiempo hasta que alguien pueda explicar razonablemente el c¨²mulo de desatinos que en este suceso se han producido. Es indudable que se trat¨® de un accidente: nadie en nuestro pa¨ªs es culpable de ello ni se le pueden atribuir responsabilidades.
Yo no quiero hablar hoy de las decisiones alternativas que se pod¨ªan haber barajado ni tampoco reclamar responsabilidades por las que efectivamente se han adoptado y que, de modo evidente, han contribuido a que los ciudadanos de Galicia vivan una experiencia que cualquier espectador de televisi¨®n puede valorar.
Sin duda, el da?o mayor, m¨¢s brutal, m¨¢s impactante, originado por la marea negra del Prestige va a ser el medioambiental: da?os en la flora y la fauna marinas, costas, playas, paisajes arruinados... Con ¨¦l, el da?o econ¨®mico: actividades de pesca y marisqueo paralizadas, turismo en peligro, inversiones reparadoras de muy alto coste... Y con ellos, el da?o social: p¨¦rdida de puestos de trabajo, movimientos de poblaci¨®n, pesimismo colectivo sobre el futuro...
Son da?os, por otra parte, dif¨ªciles de evaluar: por la diversidad de bienes afectados, por la dispersi¨®n de su distribuci¨®n geogr¨¢fica, por las inc¨®gnitas actuales sobre el mantenimiento temporal de los vertidos. Todos ellos merecen, sin embargo, una atenci¨®n mantenida en el tiempo: no es posible resignarse al deterioro imparable de esa zona de Espa?a. Y para ello no hay d¨¦ficit cero o cualquier otro dogma econ¨®mico que puedan prevalecer sobre la regeneraci¨®n econ¨®mica y social de Galicia.
Pero el Prestige ha producido otros efectos igualmente perturbadores: ha extendido la contaminaci¨®n a otros ¨¢mbitos. Hasta ahora, se ha hablado poco de ello, pero tambi¨¦n aqu¨ª el da?o ya producido es grande y, si no se ponen remedios, puede ser duradero y profundo.
El vertido del Prestige ha originado, junto a la ambiental, una "cat¨¢strofe" pol¨ªtica. Conforme discurr¨ªan los acontecimientos y a medida que crec¨ªa la cr¨ªtica popular a la actuaci¨®n del Gobierno y de la Xunta de Galicia (y esa cr¨ªtica es la que tiene consecuencias electorales objetivas), tertulianos y editorialistas de medios afines al poder han puesto en circulaci¨®n una tesis que formulan sin matiz alguno: el desastre del Prestige ha venido a poner por fin de manifiesto la incapacidad de los pol¨ªticos -de todos los pol¨ªticos- para atender situaciones de emergencia y, en general, para resolver los problemas reales de los ciudadanos.
Para fundamentar esta opini¨®n utilizan el protagonismo alcanzado por voluntarios, marineros, pescadores y marisqueros, por la sociedad civil movilizada. Hasta manipulan las palabras del Rey, que ¨¦l s¨ª, como su hijo, han estado en Galicia para testimoniar a los afectados la preocupaci¨®n, el afecto y la solidaridad de todo el Estado.
?Qui¨¦n duda del ejemplo que todos estamos recibiendo de quienes, sin atender al cansancio, se empe?an en luchar contra el chapapote? Est¨¢n, todos, haciendo verdad diaria la solidaridad de los pueblos y las gentes de Espa?a: all¨ª se mezclan gallegos, catalanes, madrile?os, andaluces o manchegos en una lucha tit¨¢nica que merecer¨¢ un reconocimiento expreso en el futuro. Y con ellos, con su trabajo, se hace presente cada d¨ªa lo que es realmente Espa?a.
Pero si el Gobierno hubiese sido diligente; si el Gobierno se hubiese manifestado pr¨®ximo y solidario; si el Gobierno hubiese puesto los medios y recursos de que dispone (que los tiene, como se ha empezado a ver cuando ya no pod¨ªan esperar que la cat¨¢strofe no se produjese: ?no somos la novena potencia del mundo?), el trabajo de los voluntarios hubiese sido comprometido y estimulante, pero no hubiese sido imprescindible.
Este anuncio de la debilidad de "la Pol¨ªtica" como instrumento ¨²til para resolver necesidades y problemas es, claro, interesado. Persigue apuntalar la vieja aspiraci¨®n de la derecha de minimizar el Estado, reducir el ¨¢mbito de lo p¨²blico, despreciar la actividad pol¨ªtica democr¨¢tica. Y persigue, tambi¨¦n, echar un cable a Gobiernos (el de la naci¨®n y el de Galicia) que en estas semanas han cosechado un descr¨¦dito de tal entidad que saben que ser¨¢ dif¨ªcil superar.
Pero en la crisis desatada por el hundimiento del Prestige no ha fracasado el Estado: ha fracasado el Gobierno. No hay descr¨¦dito de la Pol¨ªtica: hay descr¨¦dito del Gobierno. No ha fracasado la Pol¨ªtica: lo que no ha habido por parte del Gobierno es Pol¨ªtica (as¨ª, con may¨²scula), capacidad pol¨ªtica para hacer frente a una grave situaci¨®n y sentirse solidario con su pueblo.
Si el Gobierno hubiese hecho pol¨ªtica, habr¨ªa movilizado desde primera hora al Ej¨¦rcito, habr¨ªa requisado contenedores y transportes, habr¨ªa conseguido fondos europeos suficientes, habr¨ªa contratado masivamente a parados. Y esto es lo que el Gobierno, y s¨®lo el Gobierno, no ha hecho.
Ha fracasado la pol¨ªtica del Gobierno, que no ha sido capaz de hacerse presente para aunar esfuerzos, para coordinar actuaciones, para buscar la colaboraci¨®n de todas las fuerzas pol¨ªticas y sociales.
Frente a ese fracaso, el protagonismo de la sociedad gallega es fruto de su decisi¨®n de defender su medio de vida; y al hacerlo, con su esfuerzo y su presencia han llenado el vac¨ªo que ha originado el Gobierno. Un vac¨ªo que todav¨ªa se prolonga, como demuestra la indignaci¨®n popular porque sigan sin llegar los medios que se esperan y se reclaman al Estado.
Al proclamar el fracaso de la Pol¨ªtica y el fracaso del Estado, difuminan la responsabilidad del Gobierno, puesto que hacen responsables de ello a todas las fuerzas pol¨ªticas. Como a los partidos de la oposici¨®n no pueden exigirles actuaciones concretas, contribuyen a amparar al Gobierno uni¨¦ndose a las acusaciones de deslealtad y falta de patriotismo que ¨¦ste formula.
Deslealtad y falta de patriotismo no se producen cuando se
denuncia la incompetencia, la pasividad, la confianza exclusiva en las mareas o el viento, el ocultismo, el secuestro de informaci¨®n veraz, la incapacidad para asumir errores, la atribuci¨®n de responsabilidades a cualquiera salvo a uno mismo. Esa denuncia es no s¨®lo la facultad, sino la obligaci¨®n que en este periodo de la vida espa?ola tiene encomendada el PSOE, que por lo dem¨¢s ha venido sugiriendo medidas que, como ya es costumbre, primero se descalifican y despu¨¦s se van adoptando una tras otra.
Pero fomentar, como se est¨¢ haciendo, el descr¨¦dito de la pol¨ªtica o el abandono de toda confianza en el Estado, m¨¢s all¨¢ de estas pol¨¦micas entre partidos, provoca efectos devastadores para nuestro sistema democr¨¢tico. Entre ellos, as¨ª se promueve la abstenci¨®n electoral, as¨ª se favorecen opciones territoriales, as¨ª se abona el terreno a los grupos antisistema.
Contra esta contaminaci¨®n debemos ser activos los dem¨®cratas. Por eso queremos que el Gobierno convoque a todos los grupos pol¨ªticos: para entre todos encontrar las mejores soluciones para Galicia y lograr que all¨ª se note la presencia de todo el Estado y sus instituciones. Si el Gobierno no lo hace as¨ª, sumar¨¢ una nueva responsabilidad a las que estos d¨ªas ha contra¨ªdo y ahondar¨¢, a¨²n m¨¢s si cabe, la profundidad de su descr¨¦dito, su ineficacia y su ca¨ªda en la valoraci¨®n de los espa?oles.
Manuel Chaves es presidente de la Junta de Andaluc¨ªa y presidente del Partido Socialista Obrero Espa?ol.
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