La ni?ez detr¨¢s de un fusil
Ni?os forzados a matar en la guerra de Sierra Leona dibujan sus vidas
El horror sellaba la voz a los ni?os, porque era un horror indecible: el horror de cr¨ªos forzados a ser soldados, o sea a matar a sus familiares, quemar aldeas, capturar m¨¢s ni?os, volver a drogarse para volver a matar, a quemar... En Sierra Leona, fueron 5.000 los peque?os v¨ªctimas-verdugos en una guerra que s¨®lo beneficiaba a los mercaderes de diamantes y que sembr¨® el pa¨ªs de muertos insepultos y de supervivientes de manos cortadas.
Una guerra concluida oficialmente en noviembre del 2000 e inmediatamente olvidada por los grandes medios de informaci¨®n, pese a que muchos de sus combatientes, entre ellos multitud de ni?os, siguieron peleando en la vecina Liberia. En conflictos similares a lo ancho del mundo hay 350.000 ni?os y ni?as obligados a la violencia y condenadas a la esclavitud sexual.
En el mundo hay 350.000 menores obligados a combatir, y la mayor¨ªa de las ni?as nunca aparece
Yo no quer¨ªa hacerlo / Ano bin wan duam (Publicaciones de la Universidad de Comillas, pr¨®logo de Jos¨¦ Saramago), de la profesora de T¨¦cnicas Proyectivas para el Diagn¨®stico Psicol¨®gico F¨¢tima Miralles y del misionero javeriano Chema Caballero, relata la tragedia de los ni?os sierraleoneses a trav¨¦s de sus propios dibujos.
Miralles y una alumna, Almudena Martorell, trabajaron cinco semanas en el verano de 2001 en el Centro St. Michael, donde desde 1999 Caballero desarrollaba un programa de acogida, rehabilitaci¨®n y reintegraci¨®n, por el que han pasado 3.000 chicos. "Fue un choque. Nuestra experiencia a la europea en diagn¨®stico y terapia a trav¨¦s del dibujo qued¨® desmantelada por la realidad de los chicos", recuerda Miralles. "Cuando les pedimos dibujarse a s¨ª mismos, vimos que estaban absolutamente bloqueados. Seg¨²n los par¨¢metros occidentales, pod¨ªamos clasificarles a todos como esquizofr¨¦nicos, o psic¨®ticos, o qu¨¦ s¨¦ yo: definiciones rid¨ªculas. As¨ª que dejamos nuestros conceptos y, acompa?ando pacientemente a los ni?os, logramos poco a poco que dibujaran".
Trabajaron con un grupo de 18 ni?os y una ni?a. Les hac¨ªan dibujar en grupo y luego hablar del pasado y escenificarlo. Los resultados fueron inmediatos, aunque no carentes de dolor, porque surg¨ªan entre los cr¨ªos terribles di¨¢logos: "?T¨² has matado?". "S¨ª". "Entonces no te quejes". Miralles, al recordarlo, expone: "La dificultad para la reinserci¨®n reside en que son vistos, o ellos se ven, como culpables. Realmente son v¨ªctimas a quienes la guerra les ha arrebatado su infancia y acaso el futuro".
El programa de dibujos consisti¨® en varias fases: Este soy yo, Mi aldea antes de la guerra, Mi familia, El animal que m¨¢s me gusta, Mi d¨ªa m¨¢s triste, El d¨ªa que no consigo quitarme de la cabeza, Esta pesadilla me persigue, Esto aprend¨ª en la selva, El d¨ªa en que me desarmaron, Mi d¨ªa m¨¢s feliz, Esto le quiero decir al mundo, La guerra me rob¨® y yo perd¨ª en la guerra. As¨ª, los ni?os plasmaban su historia y pod¨ªan empezar a asumirla.
Clavaban el l¨¢piz en el papel y, con una concentraci¨®n sin respiro, rescataban y coloreaban la a?oranza de lo no vivido, la memoria indeleble de las atrocidades. "Mat¨¦, amput¨¦, quem¨¦ casas. En la selva me drogaba", expone en su dibujo un ni?o de 15 a?os. Otro de 13 muestra c¨®mo vio que a su amigo le pon¨ªan un neum¨¢tico en torno al cuello y le prend¨ªan fuego. Otro, de la misma edad, plasma la ejecuci¨®n a quemarropa de su t¨ªo y cuenta que reza por ¨¦l cada noche para que su esp¨ªritu no le asedie. Un quincea?ero pinta una batalla con helic¨®pteros y tanques y recuerda que, tras secuestrarle el cabecilla Rambo, fue entrenado en Liberia, obligado a drogarse y luego, despu¨¦s de atacar la capital, Freetown, se le nombr¨® teniente: "Todo esto me remueve por dentro", dice.
La ¨²nica ni?a fue especialmente dif¨ªcil: ten¨ªa siete a?os y hab¨ªa sido secuestrada a los tres. De hecho, la inmensa mayor¨ªa de ni?as secuestradas nunca aparece. Se supone que hoy siguen siendo parejas de jefes guerrilleros, o an¨®nimamente cargan con hijos, o se prostituyen en Freetown.
"La ni?a no hablaba, era invisible", rememora Miralles. "Con muchas dificultades logramos que dibujara, pero siempre lo mismo: su hermano, su hermana, una pareja que quiz¨¢ eran sus padres, una choza. Chema coligi¨® por el tipo de choza que la ni?a ven¨ªa del norte. Ella acab¨® acerc¨¢ndosenos como un gatito".
Miralles recuerda que la ni?a, en cuanto empez¨® a dibujar, se puso a jugar con los dem¨¢s y cambi¨®: "Chema tuvo que llegar a decirle una vez que se quedara quieta, de lo divertida y traviesa que se hab¨ªa vuelto".
?Se curar¨¢n esos ni?os, tras la terapia del dibujo? "Honradamente, no lo s¨¦", dice Miralles. "Lo que han vivido ha sido de tal crueldad y perversidad que es imposible predecir nada. Te conmueve que te conf¨ªen: 'Quiero ser abogado'. ?Qu¨¦ idea pueden tener de un abogado? Pero todos so?aban con volver a su escuela, es decir, recobrar su infancia".
Los ni?os, durante la guerra, llegaban al Centro St. Michael tra¨ªdos por la ONU. Por esos absurdos de la burocracia internacional, como ya no hay guerra en Sierra Leona, el St. Michael ha tenido que cerrar. Chema Caballero sigue con su programa de reinserci¨®n mediante pisos tutelados en los que se ense?an oficios, y contin¨²a el acogimiento en familias. "Eso es muy emocionante", dice Miralles. "Ves familias con cinco o seis hijos que no tienen reparos en acoger a otros tres o cuatro chicos. Ello contrarresta la realidad de que muchos otros, si vuelven a sus aldeas donde perpetraron cr¨ªmenes, lo m¨¢s seguro es que vayan a la muerte o a una vida terrible".
Las cifras del programa de St. Michael son abrumadoramente positivas: el 53% de los chicos fueron reunificados con sus familias en la zona de Freetown; al 36% se le transfiri¨® a otros centros en sus regiones de origen para luego reinsertarles en la familia; el 10% en un primer momento, y el 3% a finales de la guerra fueron colocados en cuidado alternativo mientras se buscaba a sus familiares; s¨®lo un 1% abandon¨® el programa.
La guerra, oficialmente, ha terminado. Pero ?cu¨¢nto tarda en terminar una guerra? Ahora mismo se descubren fosas de ejecutados en la contienda civil espa?ola de 1936. Los ni?os sierraleoneses forzados a ser soldados o soldaderas siguen vivos, aunque los medios de informaci¨®n les hayan borrado ya. Y Sierra Leona es s¨®lo una gota en un oc¨¦ano sangriento.
"El libro era un proyecto b¨¢sico desde que empezamos la terapia, un modo de decirles tenki a esos ni?os, y el mejor agradecimiento es denunciar ese esc¨¢ndalo mundial de los ni?os forzados a guerrear", dice Miralles. "Por eso hemos incluido el Protocolo Facultativo de la Convenci¨®n de Derechos del Ni?o sobre participaci¨®n de menores en conflictos armados: es vergonzoso que pa¨ªses que est¨¢n queriendo montar una guerra, como EE UU y Reino Unido, se nieguen a ratificarlo".
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