"He escrito mi retrato a trav¨¦s de c¨®mo he visto a los otros"
La modestia de Augusto Monterroso discurre paralela a su talento, sobresaliente de nuevo en P¨¢jaros de Hispanoam¨¦rica, una recopilaci¨®n de impresiones y vivencias, a veces anecd¨®ticas, sobre amigos y literatos a los que rinde homenaje. "No pretenden ser retratos. Son comentarios que se me han ocurrido sobre la persona y la obra, pero que he venido publicando a trav¨¦s de muchos a?os en peri¨®dicos y revistas", dice. "Se han ido haciendo con el tiempo y los he querido tener todos juntos".
No son tan siquiera bocetos o apuntes, precisa el autor en su libro, sino "el trazo de ciertas huellas que algunos p¨¢jaros que me interesan han dejado en la tierra, en la arena y en el aire, y que yo he recogido y tratado de preservar". Los escritores, como aves cantoras, en el aire casi siempre, libres, viviendo y viajando de un lado a otro para participar de su canto. As¨ª los concibi¨®. Monterroso, de 82 a?os, nacido en Guatemala pero afincado en M¨¦xico desde su llegada como exiliado en 1944, cita al admirado Charles Lamb, quien declar¨® en su autobiograf¨ªa de una p¨¢gina que la acci¨®n m¨¢s importante de su vida hab¨ªa sido atrapar una golondrina en pleno vuelo. Puso a su mano como testigo.
Los p¨¢jaros del escritor latinoamericano revelan su culto por la amistad, por la fraternidad, incluso con los colegas, desprendimiento no muy frecuente. El argentino Borges le impresion¨®: "Cuando empezamos a conocerle, era deslumbrante y, la tentaci¨®n de imitarle, casi irresistible. Pero no hay que imitar a los autores brillantes, hay que leerles". ?Alg¨²n criterio especial en la selecci¨®n? "Solamente que me hubieran interesado en un momento dado. Por ejemplo, yo nunca fui amigo de Borges y ah¨ª est¨¢". Tampoco conoci¨® a Horacio Quiroga y C¨¦sar Vallejo y ah¨ª est¨¢n tambi¨¦n.
Est¨¢n, entre otros, Manuel Scorza, Miguel ?ngel Asturias, Alfredo Bryce Echenique, Hugo Gola, Jos¨¦ Donoso, Ninfa Santos, Rub¨¦n Bonifaz Nu?o, Claribel Alegr¨ªa, Jos¨¦ Durand, Francisco Cervantes, Carlos Illescas y Carlos Mart¨ªnez Rivas. Algunos tienen una p¨¢gina y otros catorce. "Eso no significa nada especial. As¨ª han ido saliendo. Es que yo no me sent¨¦ a escribir ese libro, como le dije, es una recopilaci¨®n de cosas publicadas", se?ala. "Todo es producto del azar y de la oportunidad; no fue algo deliberado. Muchos de mis amigos no aparecen aqu¨ª. M¨¢s adelante quiz¨¢ haga otro libro con escritos sobre ellos".
El libro recoge momentos de encuentros, referencias a libros que publicaron los protagonistas, la relaci¨®n personal establecida con la mayor¨ªa ellos. Aborda los temas desde diferentes estilos, hay de todo y el objetivo es, gusta decir Monterroso, cuidar a sus lectores, evitar que se aburran. Incluye una simp¨¢tica reflexi¨®n sobre s¨ª mismo que nos acerca a su biograf¨ªa, ya adelantada en Los buscadores de oro, sus recuerdos de infancia. "Pues yo creo que P¨¢jaros de Hispanoam¨¦rica dice tambi¨¦n sobre mi forma de ser a trav¨¦s de c¨®mo he visto a otros. Ah¨ª me voy retratando yo tambi¨¦n".
La producci¨®n de Monterroso refleja la calidad de un autor todav¨ªa obligado a responder preguntas sobre su cuento El dinosaurio, el m¨¢s corto del mundo: "Cuando despert¨¦, el dinosaurio todav¨ªa estaba all¨ª". Su ¨²ltima obra no es un cuento. "Todos los datos son aut¨¦nticos. Digamos que en algunos momentos es hasta una especie de diario. No hay invenci¨®n, ni deseo de jugar con la realidad".
Alguno de los personajes padecieron momentos muy duros. "Sabato est¨¢ retratado tal cual lo conoc¨ª en Barcelona. Es exactamente como lo viv¨ª: deshecho despu¨¦s de haber hecho el informe sobre los cr¨ªmenes de la dictadura argentina", recuerda. "El hombre pues no pod¨ªa no hablar, no pod¨ªa ni contar nada. Yo trat¨¦ de retratarlo lo m¨¢s posible dada la impresi¨®n que me caus¨®". Algunos "tienen una connotaci¨®n muy literaria y otros afectuosa", y la circunstancia fue dram¨¢tica en el caso del peruano Manuel Scorza, "al que yo visit¨¦, con mi mujer, en Par¨ªs. Lo que cuento es como una fotograf¨ªa. No hay a?adidos".
La madrugada del 28 de noviembre de 1983, el narrador andino muri¨® al estrellarse a ocho kil¨®metros de Madrid el avi¨®n en que viajaba, procedente de Par¨ªs, rumbo a un congreso de literatura en Bogot¨¢. El propio Monterroso, que en esas fechas estaba en Par¨ªs, hubiera debido ser uno de los pasajeros, pero declin¨® la invitaci¨®n al foro. Monterroso escribi¨® sobre Scorza despu¨¦s de su muerte. No lo dice, pero por puro cari?o y respeto al peruano lo dej¨® vivo en su texto. Pudo haber sucumbido a la dramatizaci¨®n f¨¢cil y escribir algo as¨ª como que "cuatro d¨ªas despu¨¦s, Scorza estaba muerto". No es de ese tipo de escritores. A Juan Rulfo lo conoci¨® en 1944, cuando los dos comenzaban el oficio y a¨²n no hab¨ªan publicado. "Fuimos ¨ªntimos amigos". Tambi¨¦n lo fue de Ernesto Cardenal, el primer p¨¢jaro de libro s¨®lo porque le gust¨® el texto. "En cada uno se va viendo qu¨¦ tanta cercan¨ªa hubo conmigo". "Ninguno ha respondido", agrega con el mismo sentido del humor con el que admite que no es lento escribiendo sino publicando. Unos escritos de hace 14 a?os, sobre su adolescencia y juventud, todav¨ªa no han visto la luz. "No los he vuelto a ver. Generalmente escribo las cosas, las guardo, pasa mucho tiempo, las vuelvo a ver. Ahora acabo de terminar un libro de ensayos, de cosas que he escrito hace varios a?os".
Augusto Monterroso, profusamente premiado, supera en los plazos al cl¨¢sico Horacio, quien recomendaba dejar reposar los textos nueve a?os antes de difundirlos, para garantizar una sinton¨ªa entre la realidad y lo que se dijo y lo que se quer¨ªa decir. "Yo ya he sobrepasado a Horacio. En fin, se trata de ver la oportunidad y de que el libro se forme solo, en el sentido de acumulaci¨®n". El maestro piensa que uno mismo, con el paso del tiempo, puede ser el mejor cr¨ªtico y corregir los textos o rehacerlos. "Lo que me pasa pues es que no los suelto pronto. A veces es un a?o, dos a?os, seis meses, pero en caliente nunca".
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